Crónicas Elementales 2: Agua...

By Marsiposa

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Segunda parte de crónicas elementales More

Crónicas Elementales 2: Agua de Cristal.
Prólogo.
Capitulo 1. Dragón de Agua-Hielo y Dragón de Viento.
Capitulo 2. Dragón de Fuego.
Capitulo 3. Reencuentros.
Capitulo 4. El dragón y el zorro.
Capitulo 5. Pasado y Presente.
Capitulo 6. Amor u Odio.
Capitulo 7. Maestro y aprendiz.
EXTRA 1#
Capitulo 8. Luna llena plateada.
Capitulo 9. Blanco y Negro.
Capitulo 10. Fuego, Tierra y Futuro.
Capitulo 12. I see fire. Parte I.
Capitulo 13. I see fire. Parte II.
EXTRA 2#
Capitulo 14. El momento más duro.
Capitulo 15. Adler y Scarlet.
Capitulo 16. Rojo, Verde y Azul.
Capitulo 17. Llamas en la tormenta.
EXTRA 3#
Capitulo 18. París. Parte 1.
Capitulo 19. París. Parte II.
Capitulo 20. Adiós.
Epílogo.
ACTUALMENTE RESCRIBIENDO

Capitulo 11. Algo inesperado.

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By Marsiposa

Hola, hola. Traigo cap nuevo como se puede ver, ahora a lo mejor actualizo un poco más, porque estoy de vacaciones de semana santa (bieeeeeeeen) aunque tengo ques estudiar recuperaciones (sociales.....buuuuuu) pero bueno siempre puedo hechar un ratillo para despejarme la mente.

Jejejeje.

AVISO!!! este cap contiene algo ALGO que mucho posiblemente o no, que querían que pasase ya. Bueno no digo que, os dejo así hasta el ultimo momento.

(Pero te quedas: o.0/ 0.0/ xS) eso creo...

Y bueno os dejo con la lectura.

Adieu ;)

Terra acababa de volver de las montañas y a pesar de todas las heridas que le había causado Scarlet, la peor sin dudarlo era la del rostro. Su rostro, en su mejilla derecha y parte del ojo le atravesaban tres líneas rectas; las marcas de las profundas garras de Scarlet.

Ya se la habían desinfectado junto a las otras, pero los médicos le habían confirmado que en el rostro le quedaría una cicatriz perpetua.

Rozo la herida con la yema de sus dedos, la apartó nada más rozarla, con tan solo un mísero contacto le dolía.

Los médicos se extrañaron al ver como parte de su piel que había alrededor de la herida se encontraba quemada y como la mayoría de su cabello estaba chamuscado o peor, carbonizado.

Había tenido que raparse la cabeza, ya no era capaz de echar sus rizos castaños hacia atrás, su cabello ahora eran tan corto como un césped recién cortado.

En realidad no le importaba mucho que su cabello y su cara hubiesen sido lastimados, lo que le dolía era que Scarlet no había recibido ni la más mínima herida y se había ido de rositas.

Algo que era muy propio de ella.

Desde que fue considerada enemiga pública a nivel mundial, había cometido grandes crímenes que ya nadie casi recordaba.

Aniquilación de bases científicas; robo a la luz del día; mutilaciones de soldados con familias; hacerle el trabajo imposible; manipulación de los votos de las elecciones presidenciales; destrozos en obras públicas; incendios forestales; obstrucción pública; calcinación de obras de arte antiquísimas; más robos; más incendios; vaporación de balnearios; causas de estrés de Terra; la medio locura de Lucy; millones de gastos en la preparación de armas contra ella −en las que por alguna razón se acababa librando−; colarse en concursos Miss y lesionar violentamente a las concursantes −en total cuarenta y cinco victimas lesionadas−; dejar a grandes cantidades de hombres sin descendencia; estropear la fachada externa de la Casa Blanca…

Terra suspiró agotado.

Echo agua en su cara, le refrescaba, aunque intentaba no darse en la herida. La verdad era que con aquel corte de pelo y la nueva herida, le daba un toque más serio y madura, algo que imponía respeto.

Con cuidado se fue quitando la ropa; olía a sudor y se encontraba manchada de tierra, sin contar que ya no la podría volver a usar porque estaba hecha jirones y quemada.

Sin pensarlo las tiró a la basura del baño y se metió en la ducha.

Su cuerpo musculoso a causa del duro entrenamiento del ejército, se encontraba magullado, lleno de cicatrices y, moretones que tardarían en sanar y volver a su color original.

Desde que su hermano supuestamente murió, él al terminar en la academia se le ascendió al cargo de comandante. Lo que causo grandes disputas entre sus compañeros de trabajo, desde aquel momento fue el blanco de mira de la F.E.P.

Lo peor fue cuando se le mando ir en busca de Scarlet, cada vez que volvía con tantas lesiones, sus compañeros y subordinados se reían de él justo en la cara. Era preso del bulling, en la academia también pasaba aquello, pero no tanto, ya que su hermano Oriel desde nacimiento imponía respeto y cuando se enfadaba, temor; y por otra parte estaba Scarlet que desde su primer día, daba miedo, la razón fue, porque de solo dos patadas envió al hospital a uno de los chicos más fuertes de las clases superiores.

La identificaban como demonio.

Pero su hermano se graduó y Scarlet fue subida a las clases avanzadas, que más tarde se graduarían con medio año de antelación.

Por otra parte estaba su hermana, Lucy, desde que había muerto Oriel y de que según ella, él no había ayudado a Scarlet, su mejor amiga−hermana. No le había vuelto a dirigir la palabra a no ser que fuesen insultos no aptos para ninguna edad.

Lucy, a los pocos meses de la muerte de Oriel, entro en la academia militar, a pesar de que ella años atrás dijo que no entraría allí jamás a pesar de todos los regalos que su padre le había hecho; ella en un principio quería ser abogada o política, como lo había sido su madre.

Pero por extrañas circunstancias había entrado en la academia, todavía se desconocía la razón. Ahora hacía unos tres meses que se había graduado, era una nueva Flitcher, del pelotón 2, uno de los mejores.

Ella no quería entrar en la F.E.P a pesar de ser un psyco.

Terra volvió a suspirar con pesadez. No sabía cuanto tiempo llevaba en la ducha, pero al mirar sus dedos, que se encontraban arrugados como las manos de un anciano, supuso que llevaría más de quince minutos.

Cerró la alcachofa de la ducha, y salió.

No se tomó las molestias de envolverse con una toalla, total, se encontraba solo en la habitación de las instalaciones en Madrid, España.

Iba como su madre le trajo al mundo.

Cogió una muda limpia: una camiseta negra, sus pantalones militares y su chaqueta de comandante de repuesto.

Con el cabello húmedo se tiró sobre la cama, estaba agotado, no quería que nadie le molestase.

Giro sobre si mismo y vio como una maceta mal cuidada se marchitaba.

Sus dedos hicieron uno movimientos simples, pero firmes. Entonces la planta comenzó a crecer y volverse verde brillante, al igual que una planta del Amazonas.

Tenía poder sobre la tierra y las plantas, a demás de ser capaz de orientarse bajo tierra, crear terremotos y tormentas de arena, blindar su piel con escamas duras como rocas.

Según lo que había leído, hace poco más de mil años, había cuatro psycos dragón, que poseía poderes sobre los cuatro elementos y otras habilidades únicas para otras especies.

Fuego. Agua. Aire. Tierra.

El era de la Tierra, un psyco dragón de la tierra y las plantas. Al igual que su tatara tatara tatara abuela, que fue una de ellos cuatro.

Pocas personas sabía que tipo de psyco era, solo sus hermanos y Scarlet, también lo sabía su madre, quién ya no vivía.

Unos manuscritos que leyó del puño de su tatara tatara tatara abuela, ella había traicionado a sus  amigos de alguna forma, pero no decía más ya que las hojas estaban desintegradas por el tiempo.

Suspiró.

   − Yo…traicionaré a los demás psycos dragón…al igual que Zelda Ferrari…−murmuró antes de caer en un profundo sueño.

*** 

   − Te dije que cuando volvieses íbamos a hablar seriamente, quisieses o no.

Scarlet retrocedió un par de pasos, con quien menos quería hablar era con él. Menos mal que antes de llegar a la aeronave, se había detenido a limpiarse la suciedad y la sangre de Terra, si no sería mucho peor. Damian era como un padre controlador en ciertos momentos, ella no entendía la razón.

   − No te tengo porque explicar nada, Aliento de Besugo, es mi vida.

   − Puede que sea tu vida, pero ver llorar a alguien que creía un robot sin corazón, me parece algo serio.

Ella gruñó y se comenzó a marchar, no sin antes darle un buen pisotón. Le comenzó a insultar en voz alta, de todas las maneras y todos los idiomas posibles.

Guil que había ido a tomar el aire, miraba todo con atención, mientras se tomaba un café solo.

Alzó las cejas, de nuevo estaban discutiendo.

Sin pensarlo dijo:

   − No sabéis el dicho de “los opuestos se atraen”.

Scarlet se giró y con tan solo una mirada hizo que  el café que tenía en las manos, de tanto calentarlo, explotó la taza. Damian lo ignoró completamente.

Entró al interior, cerrándole las puertas en las narices al ojiazul. Él la abrió y comenzó a seguirla.

   − Te estás comportando como una cría.

   − Mejor me callo lo que iba a decir −dijo ella molesta.

Damian se cruzó justo enfrente de ella, con los brazos cruzados, le impedía el paso. Ella soltó un que otro taco y gruñó.

   − Sabes una cosa que no entiendo…que antes ni me soportabas mirar a la cara sin insultarme y de repente te preocupas por mí… ¡eso no tiene sentido alguno!

Eso Damian tampoco lo comprendía del todo, pero lo comenzaba a entender porque le importaba tanto Scarlet, sentía un sentimiento por Scarlet que no entendía del todo. Y si era lo que él pensaba, tendría que comprobarlo de alguna forma u otra.

   − Pues es simple, eres alguien importante aunque no lo creas, piensas que tu vida es una completa miseria y pretendes que todo a tu alrededor sea desolador −Scarlet le miró a los ojos, ya no eran claros, eran tan oscuros al igual que un océano en mitad de una tormenta− y aunque la gente crea que estás mejor, con esas sonrisas falsas que dedicas… −Scarlet abrió los ojos de par en par, él era el primero en darse cuenta de aquello, a pesar de lo creíble que resultasen sus sonrisas y como si Damian le leyese el pensamiento, dijo:− ¡sí! Yo me he dado cuenta de ellas, puede que los demás no, pero yo sí, no estás mejor y solo pretendes esconderlo, aquí en este lugar ahí gente que te quiere y haría lo que fuese por ti. Entiéndelo, deja de ser una puta loba solitaria. Esas cosas son las que me enferman.

Scarlet tragó saliva, llevaba algo de razón, eso le dolió. Y dañó su orgullo femenino.

Ella apartó la mirada por unos segundos, no sabía que decir; estaba cortada, algo que no era normal en ella. Volvió a clavar sus ojos verdes en los suyos, los ojos de Scarlet también se oscurecieron de furia, a pesar de todo lo que había pasado, ella no iba a dejar que un chico con olor a Besugo la molestase de aquella forma, al menos le quedaba algo de dignidad. Dio un paso hacia delante y le plantó cara:

   − ¡¿Y quién te crees que eres tú para decirme lo que debo hacer?! A caso crees que estoy sola por gusto, ¡POR FAVOR! Aunque veas a gente sola y esta de diga que se siente más a gusto sola, a nadie, pero a nadie le gusta estar solo, Dios… Si me aparto tendré una razón para ello, no se tal vez, porque me puede dar un arrebato y matarlos. ¡NO SERÍA LA PRIMERA VEZ!

Su rostro esta rojo de ira contenida, hacía tiempo que no se encontraba así, dejado todo salir al exterior en vez de guardárselo para ella. Aquello le sentó muy bien.

   − Que quie…

   − ¡Ahora cállate y déjame hablar! Digas lo que digas o hagas lo que hagas, antes prefiero comer pescado, ese que tanto te gusta…el atún. Y si me disculpas, tengo cosas más importantes que hacer.

Ella pasó por su lado, ya se volvía a sentir orgullosa de si misma.

   − No te dejaré hasta que me lo cuentes −dijo Damian a sus espaldas, mientras se volvía a acercar.

  

Ella volvió a gruñir y apretó los puños.

   − ¡Já! No tengo nada que decirle a alguien que no le importo lo más mínimo, solo piensas en mí como competencia o algo por el estilo, por lo menos eso pienso yo de ti, Aliento de Besugo.

Damian fue dolido, por aquellas palabras; pero él al igual que Scarlet tenía orgullo y dignidad, a demás de una cabezonería imparable, no se detendría hasta escuchar la historia por completo.

Comenzó a andar por detrás de ella.

   − ¿Por qué? Dime al menos porque.

Scarlet se giró de golpe; su ceño estaba fruncido de tal forma que en su frente se había formado arrugas, sus labios formaban una gran línea recta y su cabello rubio se había movido junto con su cabeza, al igual que una salpicadura dorada.

   − ¡Joder! ¿Por qué que?

Los labios de Damian también se formaron en una línea; las fosas nasales de Scarlet al espirar soltaron una hilera de humo gris.

   − El porque crees que no me importas −dijo el con acidez.

 

Ella alzó sus cejas, como si hubiese dicho algo estúpido.

   − Que porque, que porque…Demonios…Dios, Damian, es lógico, a parte de que somos dos elementos que de por naturaleza se repelen, no odiamos, hace tres años ni siquiera soportábamos estar en la misma habitación sin darnos al menos un par de puñetazos y ahora me vienes con que de un día para otro, ya somos amigos del alma que se hacen coronas de flores el uno al otro en símbolo de nuestra amistad eterna −aquello último lo dijo con sarcasmo y repulsión.

   − En primer lugar, no creo que debas mezclar la palabra demonios y Dios en la misma frase; y en segundo ¿qué pasaría si hiciésemos las coronas florales?

   − Yo sabes lo que hago con las flores…las calcino.

   − Asesina de plantas.

   − Fabricante de hielo.

   − Eres una robot sin corazón ¡Quieres aceptar que me preocupo por ti!

Scarlet gruñó por enésima vez y lo miró a los ojos, aquellos ojos azules exóticos como el océano Índico.

   − Eso es imposible, jamás, es ilógico.

   − Eres insufrible y una rubia estúpida, Cabeza de Llama, no se como te puede considerar mi ami… ¡A la mierda! −entonces Damian hizo algo que ninguno de los dos se esperaba. La besó.

La había agarrado con firmeza de la cara, sus grandes manos ocupaban toda la parte de las mejillas de Scarlet, su piel era suave y tenía un olor agradable, a amapolas y un ligero olor a ceniza o más bien a libros quemándose. Era un beso intenso y Damian sabía de alguna manera, que aquel beso, era lo que había estado deseando desde hacía tres años.

Desde que se fue, no había dejado de pensar en ella, había intentado odiarla, no lo consiguió, había intentado olvidarla y sacarla de su mente, pero tampoco había dado resultado. Al verla con en chico de cabellos plateados, haciendo algo que él quería, besarse.

Ahora él lo hacía, ignoraba las amenazas de Oriel. Por una vez escuchaba a su corazón y no a su maldita cabeza. Sus labios eran dulces y a la vez agrios, una mezcla explosiva, de la que Damian no se cansaría jamás.

Scarlet puso sus manos en su pecho, intentando zafarse de él, pero una milésima parte de ella no lo quisiese. Los labios de Damian eran salados y se podía distinguir el olor a mar, si a Damian hubiese que descubrirlo en una palabra, sería refrescante.

Y si fuese a Scarlet, sería ardientemente dulce −aunque aquello fuesen dos palabras−.

Al minuto y medio, Damian finalizó el beso. Scarlet con la cabeza baja, al ver como Damian se iba separando lentamente, le propino un puñetazo en todo el estómago y luego un rollidazo en sus partes nobles.

Prácticamente se fue corriendo de allí.

No miró a atrás, aunque le oyó gimotear. Tuvo suerte de que no le había visto la cara, porque ella se encontraba muy sonrojada y avergonzada. Sentía un revuelto en su interior, como si hubiese tomado algo en muy mal estado. Una nueva hilera de humo salió de su nariz, esta vez era más espesa que la anterior, entre tambaleos paseo por los pasillos. Por alguna razón nadie se encontraba en ellos y si los había no tenía el placer de encontrarse con ellos.

Parte de la vieja Scarlet llegó:

   − ¡PUTA REGLA, TENÍAS QUE VENIR Y ALTERAR MIS EMOCIONES!

En aquellos pasillos era normal encontrarse algún tipo de espejo, lo que fue una desgracia para Scarlet encontrarse con uno de ellos. Si, sus mejillas estaban rojas como dos manzanas rojas, pero lo verdaderamente preocupante era que su cabello era completamente rojo y que se encontraba en llamas.

Al mismo tiempo:

 

Damian se recostó contra la pared y se dejó caer, estaba traumatizado por sus propios actos. Echo con una mano su cabello negro hacia atrás, comenzó a sonrojarse.

 

   − P-pero que he hecho…que he hecho…idiota…en serio quería eso…

 

Uno de sus compañeros pasó por el pasillo y cayó de morros, Damian lo miró y se percató de que todo el suelo a su alrededor tenía una fina capa de hielo. Todo surgía alrededor de sus manos, ya que estas estaban apoyadas contra el suelo metálico.

 

   − ¿Eh?

 

Scarlet dejó de pensar en Damian y se concentró en su cabello en llamas completamente rojo como los rubíes. No entendía gran cosa, pero quería saber ¡¿POR QUÉ SU CABELLO ESTABA EN LLAMAS?!

Entonces se apagó de golpe y volvió a su color natural, rubio dorado.

   − ¿Qué acaba de pasar?

Tocó con las yemas de los dedos el espejo y este se rompió en pedazos. Los trozos esparcidos por el suelo, comenzaron a derretirse.

   − Lo que me faltaba −murmuró− otros siete años de mala suerte

Scarlet intentó limpiar aquel estropicio que había causado, desde que había llegado a la aeronave su suerte había empeorado grandemente. Si su suerte antes era mala, ahora era catastrófica.

Miró a sus alrededores, no había nadie, algo de buena suerte.

Limpió como pudo y siguió caminando. Era lo único que podía hacer, o quería enfrentarse a Elie, después de lo ocurrido. Con tan solo mencionar a Damian en el interior de su cabeza notaba un cosquilleo por la nuca, aunque ella no lo viese, con aquellos cosquilleos su cabello se volvía a encender.

   − Scarlet céntrate, tú nunca has pensado en chicos y ahora no es el momento, y menos con Damian-malhablado-feo-estúpido-con olor a pescado la comida que odias a muerte-con esos ojos azules terriblemente irres…de orco- Regen. ¡ERES UNA ESTÚPIDA ADOLESCENTE!

La rubia maldijo una y otra vez a la menstruación por aquellas emociones que no eran propias de ella, esos cambios hormonales que le estaban arruinando la imagen y que una vez al mes le amargaban la vida.

Sin percatarse había acabado de nuevo en la cubierta, estaba escasa de gente. Se sentó en el pasamanos y miró hacia el horizonte no quería pensar en nada, solo mirar las nubes de la mañana.

Entonces vio como a lo lejos una lucecita brillaba con intensidad, no, eran más de una lucecita, eran doce en total. Scarlet con su otra vista se fijo más.

Sus ojos se abrieron de par en par, ante aquello.

   − Imposible…

*** 

   − Bueno ya he llegado −dijo Lucy saliendo del taxi− Madrid es una cuidad preciosa en esta época del año y más cuando un familiar tiene que ver a otro familiar.

*** 

Guil −con una camisa limpia nueva, ya que la otra estaba manchada de café− y Paul miraban con atención los monitores desde la sala de tecnología. El encargado les había llamado justo después de desayunar junto con muchos rebeldes. La mirada de Paul era inflexible ante aquello, más bien era aterradora como si sola.

Suspiro y toco su barbilla, que raspaba a causa de la barba pelirroja de dos días, que era pelusilla punzante.

   − Esto es malo −dijo Guil dando un sorbo de su otro café− es incluso peor que el incidente de la piña.

   − Cualquier cosa es más importante que lo de la piña −dijo Ginger, la trepidante mujer rebelde de cabello azul eléctrico− y esto sin dudas lo supera.

   − Jefe ¿qué haremos? ¿Mantenemos a los chicos fuera de esto? −dijo As, refiriéndose a Scarlet, Elie y Damian.

   − Aunque me duela decirlo, no, los vamos a necesitar.

Algunos murmullos se escucharon por de tras, lo que hizo volverse a Paul.

   − A caso no sabéis a lo que nos enfrentamos, ¡Son aeronaves de guerra! ¡Y vienen a por nosotros! ¡Y sobretodo a por la Triada del Fénix!

¿Qué tal? ¿como os a dejado? ¿Impresionados? no se...

Comentadlo si eso, sigo esperando ideas para otro cap extra.

Y por último, una PISTA: posiblemente en el proximo cap salga alguien que bastante gente quería que saliese, está muy solicitado.

Chao.

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