El color de la inocencia

By LinaAcaria

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James ni siquiera tenía pensado que volver a casa de su madre le traería consigo una responsabilidad semejant... More

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PEQUEÑA JADE
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By LinaAcaria

¡James!

Lo observé incrédula, no caía en lo que acababa de proponerme, su rostro estaba a centímetros del mío sin embargo no mostraba indicios en intentar besarme, era como si esperará que yo tomará la iniciativa.

—Quiero que me beses, Jade —repitió.

Mis ojos bajaron instintivamente a sus labios, éstos estaban rosados y brillosos como si llevars labial, su labio inferior era más grueso y carnoso que el superior, lo que hacia que se vieran extremadamente perfectos y...

Levanté la vista encontrándome con sus ojos observandome expectante.
Por inercia lo empuje lejos de mi como si su piel quemara.

James me miró sin entender.

—¿Estás loco? —chillé de pronto sin pensar.

James arqueó una ceja sorprendido ante mi repentina valentía, que, siendo sincera, también me había sorprendido a mi misma haber formado más de una palabra sin titubear.

—Estoy perfectamente cuerdo —comentó tomándome el pelo.

Dió un paso hacia adelante con la intención de volver a acercarse a mi, como acto de reflejo alcé una de mis manos al aire poniéndola frente a el para que no avanzará.

—No te besaré —dije firme, o al menos intenté serlo.

—¿Por qué no? —me miro exasperado.

—Eso no está bien.

Me aleje de el lentamente. James soltó un bufido y sacudió su cabello.

—No es lo que estabas diciendo hoy mientras estabas sobre mi —me miró molesto.

Un calor subió desde mi trasero hasta mis mejillas y aparté mi mirada avergonzada.

—E-eso no debió p-pasar.

Bufe mentalmente por titubear frente a él otra vez.

¿Y mi valentía?

Aún sin mirarlo lo oí chasquear su lengua, nuevamente James estaba molesto y yo tenía la culpa de eso, otra vez.

—¡Pero tú-! —antes de terminar de hablar cerro su boca repentinamente.
—¿Qué puedo esperar de una niña?
—dijo más para si mismo que para mi.

James azotó la puerta al irse.

Sentí un alivio relajar mi cuerpo y al mismo tiempo un amargo sabor recorrer mi garganta.

¿Qué puedo esperar de una niña?

Oí su voz como si me lo repitiera por segunda vez. Sonará tonto pero su comentario ha dolido.

Sacudí mi cabeza aturdida.

¿A él que le importa si soy una cría?

Después de todo realmente soy una niña, no soy como esas chicas que no quieren admitirlo, yo lo hago, soy sólo una niña de quince años.
Nunca he tenido novio, nunca he salido a una fiesta, nunca bebí alcohol, ni siquiera para brindar en fin de año, nunca me escapé de clases, nunca mandé un mensaje subido de tono y jamás he besado a alguien.

¿Cómo podría entender eso James?

¿Cómo podría entender que me han mantenido toda mi vida en un pedestal?

James por otro lado es un adulto, sacando su fachada de adolescente inmaduro el tiene veinte años.
Cinco más que yo, cinco años de diferencia en los que el ha podido hacer lo que ha querido, Elizabeth le dió esa libertad, de eso estoy segura.

Definitivamente entre James y yo no puede pasar nada.

¿Qué pasaría si mis padres se enteraran? ¿Qué pensaría papá de su pequeña hija? ¿Qué pensaría mi madre de mi si me metiera con el hijo de su mejor amiga? El cual es como su hijo también.

¿Cómo puedo ser tan tonta de dejar que el haga lo que quiera conmigo?

—¿Jade?

La voz de Elizabet me sacó de mi mente como un balde de agua fría. Sus nudillos golpearon la puerta suavemente esperando que le abra.

Me acerqué a la puerta aún sin abrirla y hable;

—¿Pasa algo Eli? —pregunté con cautela—. Me estoy cambiando, recién he salido de la ducha.

—No pasa nada mi niña —respondió dulcemente—. Pensé que quizás tu sabías que había pasado con James.

¿Con James?

Se ha ido sin decir a dónde, salió como un toro —continuó al ver que no respondía.

¿Se ha ido? ¿Pero por qué?

—Ah... —fue lo único que pude contestar.

—En fin... supongo que el volverá cuando quiera hacerlo —suspiro cansada—. Se que el ya es mayor pero para mi sigue siendo mi pequeño y no puedo evitar preocuparme cuando le agarran estos ataques y se larga.

—¿Hace esto seguido? —pregunté abriendo la puerta escondiendo mi cuerpo tras ésta, ella sólo podía ver de mis hombros para arriba.

Elizabeth me miró con nostalgia.

—Desde pequeño.

—¿Por qué hace eso?

La madre de James abrió la boca para contestar pero la cerró de inmediato.

—¿Qué te parece si te vistes y bajas a almorzar conmigo? Como cuando eras niña —sonrió—. Te responderé lo que quieras saber, creo que si estarás unos días con James y yo en la casa deberías entender que a veces actúa un poco raro —se encogió de hombros.

¿Almorzar?

Giré mi vista al reloj que estaba sobre la mesita de luz y éste marcaba 11:56 AM. Volví a girar mi cabeza hacia mi vecina.

—Bajaré en unos minutos —le sonreí también.

Elizabeth asintió con la cabeza y desapareció por las escaleras.

Busqué rápidamente la ropa que me puse la primera vez que me duché y la coloque sobre la cama.

Sentí mis mejillas calientes al recordar porque volví a tomar una ducha.

¿Donde está mi...?

—James se ha llevado mis bragas... —susurre buscando con mi mirada por la habitación.

Sacudí mi cabeza ignorando lo que hizo, después me ocuparía de eso, supongo.

Saqué ropa interior nueva del armario, me vestí y baje encontrandome con Elizabeth en la cocina.

—Siéntate pequeña —indicó el banquillo y colocó un plato de pasta frente a mi—. Comeremos aquí, así puedo asear la cocina un poco, desde que trabajó los turnos de noche en el hospital no tengo tanto tiempo libre—Me informó—. Aprovecharé que tu me mantienes despierta —rió.

—Si quieres puedo ayudarte...

—No, claro que no. Eres mi invitada, come —negó con la cabeza.

Asentí sonriendo, a pesar de los años Elizabeth seguía suendo igual de mandonda, pero no mandona como mi madre, si no como una mamá cálida que cuida de ti.

Tomé un cubierto y comencé a enrollar los fideos con queso en el tenedor.

—¿Qué es lo qué pasa con James? —me atreví a preguntar por fin.

Elizabeth tomó una rejilla húmeda y comenzó a pasarla por la mesada limpiando las pequeñas manchitas de suciedad.

—Jade quiero que tengas presenté que lo que te diga hoy no puede saberlo James, a el no le gusta hablar de estos temas, es bastante reservado.

—No dire nada, lo prometo.

Elizabeth asintió agradecida. Tomó algunos recipientes del otro extremo de la mesada de mármol blanca y los colocó en su lugar.

—A James no le gusta estar aquí—Empezó a hablar después de unos segundos de meditar que diría—. Su padre se fue de casa cuando el tenía nueve años. Un día llegué del hospital y las cosas de...—Pauso y suspiro con fuerza. Antes de que pudiera hablar ella se apresuró a continuar.

—Julián—Dijo con un hilillo de voz como si hubiese nombrado el mismísimo Voldemort—. Las cosas de Julián ya no estaban. James volvió de la escuela y espero por horas a su padre sentado en la sala... yo...—Su voz se cortó y me paré rápidamente a abrazarla, Elizabeth dejo escapar un sollozo.

—No es necesario que hables si no puedes Eli—Dije comprensiva, ella negó.

—Lo lamento... es sólo que hace mucho no cuento ésta historia—Quitó unas pequeñas lágrimas de sus mejillas—. Pero lo haré, James suele ser un poco tosco, frío, a veces y no quiero que lo tomes personal.

Asenti volviendo a mi banquillo, Elizabeth se recompuso y tomó asiento a mi lado colocando otro plato de comida frente a ella.

Estoy empezando a pensar que ella sólo quiere desahogarse y esto es una mera excusa, supongo que el que James haya escapado la ha dejado un poco sensible, ¿Y quien soy yo para negarle un oído para escucharla y un abrazo para contenerla?

—Como te decía...—Continuó—, ese horrible día pinte mi mejor sonrisa para mi pequeño a pesar de estar destruida, yo sabía que Julián no volvería, pero James no, el lo espero durante horas pensando que su padre había salido por trabajo, quería mostrarle un pequeño dibujo que había echo para él. James sentía tanta admiración por Julián que siempre buscaba su aprobación en todo lo que hacía—Sonrió con tristeza y sus ojos se aguaron.

Mi corazón se apretujo ante tal imagen en mi mente, imaginar a un James pequeño así me rompía el corazón, sobre todo porque yo entendía lo que es buscar la aprobación de alguien quien no te quiere.

"Yo sabía que Julián no volveria" las palabras de Elizabeth se repitieron en mi mente, ¿Cómo podía ella saber que el no volveria? ¿A caso se lo había dicho? ¿Y ella no lo detuvo?

A pesar de mis dudas no pregunté nada y ella continuó.

—No sabía como decirle a mi pequeño que su padre no volvería y de echo... No lo hice—Desvió su mirada a un punto fijo escondiendo sus lágrimas de mi—. James pasó un año entero esperando la llegada de Julián, siempre era la misma rutina, preguntar por el en las mañanas cuando lo llevaba al bus escolar y cuando volvía se sentaba en el sofa de la sala frente a la puerta principal a esperarlo hasta que cerraba sus ojitos y se dormía en la misma posición.

Sentí una punzada de dolor en el pecho y mi vista se nublo, varias lágrimas cayeron por mis mejillas. La forma en la que Elizabeth lo decía... parecía estar viviendo su dolor en carne propia.

—Siempre que James me preguntaba por su padre solía meter excusas, pero después de ver a mi pequeño destrozado tomé el valor necesario y le conté que el no volvería—Su voz se cortó—. Probablemente fue la cosa más difícil que tuve que hacer en mi vida. James tenía diez años en ese momento, en su pequeña carita reflejo la decepción y el dolor que sintió. Mi corazón se rompió junto con el amor que el sentía por su padre.

Elizabeth limpió sus lágrimas con una servilleta y luego limpio su nariz.

Imite su gesto pues sin darme cuenta no había parado de llorar. Ella fijo sus ojos en mi y limpió el rabillo de mi ojo del cual amenazaba con salir otra lágrima.

—A pesar del dolor que le causó esa noticia James no se dio por vencido, movió cielo y tierra para encontrar de nuevo a su padre, aún siendo un niño lo buscó por si sólo, quería saber por qué su padre lo había abandonado, por qué lo había dejado sólo...—Su voz se quebró—. Por supuesto me negué a que lo hiciera pues estaba destrozada y no queria saber de el, pero James es terco...

—¿Lo encontró?—Pregunté de repente, mi voz sonó casi desesperada como si esperará una respuesta distinta a la realidad, como si esperará un final feliz en una historia donde ya conozco los resultados, pues el papá de James sigue sin estar en casa.

—Lo encontró—Afirmó dolida. Su mirada volvió a perderse en uno de los estantes de la cocina—. Pero no sólo lo encontró a él.

Mis ojos no se despegaron de Elizabeth quien seguía mirando un punto fijo.

¿A que se refería con que no sólo lo encontró a él?

—Julián tenía otra familia—Dijo seca. La miré incrédula, si mi mandíbula no estuviera pegada a mi cara estaría en el piso—. James los vió de lejos, no se acercó a Julián ni a su familia y jamás volvió a hablar de él.

》Desde ese día James intentaba pasar el menor tiempo posible en casa, no tenía muchos amigos pero sólo con Evan le bastaba, iba a la casa de su amigo casi todas las noches, después de la escuela sólo comía aquí y luego salía a caminar, siempre era la misma rutina hasta que cumplió los dieciocho, mi pequeño James se volvió todo un hombre y se mudó a su propio departamento—Carraspeo recomponiendo su voz—. Yo lo entendí, entendí el motivo por el que el no quería estar aquí y ayude a sus primeras rentas, luego el comenzó a pagarlas sólo y aquí volvió el después de seis años.

—Si no le gusta estar aquí ¿Por qué volvió?—Curiosee.

Elizabeth fijo su mirada en la mía.

—Dijo que se quedo sin trabajo y no pudo pagar la renta de su departamento—Contestó pensativa—, pero creo que hay más detrás de eso.

Su respuesta me dejo perpleja, ¿Por qué el volvería por otro motivo? ¿A qué se refería con eso?

Después de esa charla con Elizabeth que me llenó de dudas me ofrecí a lavar los trastes y luego de insistir unos minutos ella aceptó, me agradeció por escucharla y desapareció escaleras arriba para descansar en su cuarto.

Decidí aprovechar que Elizabeth estaba en su habitación para limpiar un poco la sala y ordenar varias cosas de la cocina que habían quedado fuera de lugar, después de varias horas limpiando el desastre que seguramente haría James y que su madre con lo cansada que estaría no tendría tiempo de limpiar el reloj de la sala dió las cuatro en punto y subí a mi habitación a dormir, puesto que el despertarme a las cinco de la madrugada ya empezaba a afectarme.

Apoyé mi cara en la almohada y segundos después escuché la puerta de la habitación de Elizabeth abrirse.

Mis ojos se sintieron pesados y se cerraron lentamente.

Fue cuestión de segundos para volver a escuchar la voz de Elizabeth o eso pensé, cuando me giré hacia el reloj de mesa marcaba las nueve de la noche.

¿Tanto he dormido?

—Adelante Eli—Dije con la voz ronca por causa de mi larga siesta.

Ella asomó la mitad de su cuerpo por la puerta.

—La cena está lista pequeña—Informó con una sonrisa—. No te desperté antes porque lucías demasiado cansada.

—Está bien Eli, bajaré en un segundo.

Elizabeth asintió con la cabeza y cerró la puerta detrás de ella pero luego de unos instantes esta se volvió a abrir.

—Muchas gracias por ayudarme con la limpieza, pequeña no hacia falta—Hablo tímida, sonaba realmente agradecida.

—No es nada—Sonreí.

Elizabeth se retiró de mi habitación y minutos más tarde estábamos cenando solas en la sala. Al parecer James no había vuelto y tampoco quise preguntar sobre el, Elizabeth estaba desanimada por lo que decidí ofrecerle ver una película, después de que ella lavó los platos sucios nos sentamos a ver Sinister, una película de terror que James habia comprado y Elizabeth jamas se animó a ver sola. A decir verdad no me gustaban las películas de miedo pero ¿Qué más da?

—¡Eso fue horrible!—Chillé cuando la película dio a los créditos, Elizabeth río con ganas.

Mi cara seguramente estaba blanca como un papel y tan horrorizada había terminado que hasta la música de los créditos me asustaba.

—Calma pequeña, sólo es una película—Me tranquilizó ella acariciando mi cabello.

—¡Ese escalofriante no-sé-qué ha matado esas familias!—Grité señalando la pantalla plana del televisor, mi vecina estalló en carcajadas.

"Sólo es una pelicula" volvió a repetir unas cuántas veces, pero claramente mi cerebro no entendía aquello pues mis manos no paraban de temblar y cada vez que se oía un ruido mi cuerpo reaccionaba pegando pequeños saltitos con mi corazón acelerado.

Elizabeth se retiró riendo a su habitación, habia mencionado que hoy no tenía turno en el hospital pero que seguía muy cansada. No obstante mi idiotez no dejó que sus pies tocarán el primer escalón y la pregunta que había rondado por mi cabeza una y otra vez salió sin pensar por mi boca.

—¿Por qué me has contado todo eso hoy? ¿Por qué así de la nada?—Solté sin más sintiendo un peso desaparecer el cual no tardó en volver cuando el cuerpo de Elizabeth se tensó de espaldas a mi.

Sabía que había algo más detrás de todo eso, ella no sólo me lo ha contado para que lo sepa, algo pasa con James.

Lo siento si ha sido entrometido yo...—Me apresure a disculparme pero su voz me interrumpió.

—Para nada Jade, no eres entrometida, ten siempre presente que mi pequeña familia también es la tuya—Sonrió volteando, camino hasta quedar frente a mi.

—Gracias...—Susurre y una risilla se escapó de mis labios, me sentía tan bien con Elizabeth, me trataba como si fuera su hija y eso me hacía sentir querida, no como en casa...

—Se acerca una fecha muy difícil para mi niño—Comentó poniendo sus manos sobre mis hombros—. Sólo quería que supieras eso para que no pienses que mi bebé sólo se comporta como un problemático porque sí y nada más. A veces puede ser muy hiriente con cosas que dice pero te aseguró que no son nada personal, James suele sentirse rechazado muy rápido y responde a la defensiva.

Y después de decir eso me abrazó y se fue a su cuarto, no quise preguntar nada más aunque cada vez que Elizabeth me contaba algo mi cabeza estallaba en preguntas, no era el momento para hacerlo.

Me dirigí a mi cuarto y me coloqué mi pijama el cual consistía en un vestido de tirantes de seda blanco con encaje rosa que llegaba a mis muslos, un regalo de mamá que para aclarar, había comprado para ella y no le había quedado como esperaba por lo que decidió regalarmelo, de otra manera mamá jamás me regalaba nada.

Un sonido proveniente de la calle causó que mi pulso se acelerará fuerte, mi mente sólo pensó en una cosa;

¡El feo demonio de la película ha venido por mi!

El sonido sordo de un basurero cayendo me helo la sangre.

¡Ayuda Diosito, ayúdame!

Me acerqué lentamente al gran ventanal de la habitación y mis pies comenzaron a tropezar entre sí.

Me siento como en esas películas donde la actriz entra en la habitación donde no debe entrar y termina muerta por pregunta "¿Quien anda ahí?".

Está bien, se que exagero pero ¡Por dios! Son las doce y media de la noche ¿Quién hace esos ruidos a esta hora?

Corrí lentamente la cortina cuando llegue frente a la ventana e incline mi cuerpo hacia delante intentando ver hacia fuera, lo único que lograba iluminar la oscura noche era un pequeño foco de cada lado de las casas de la cuadra.

Mi cuerpo tembló cuando divise frente a mi hogar una silueta masculina, pateaba la basura molesto y llevaba una botella en sus manos, el chico paro en seco y miro hacia la casa de Elizabeth, mi pulso se aceleró tanto que pensé que me agarraria un ataque.

El chico camino unos pasos hacia el que era mi hogar temporal y paro bajo un foco, di un brinco al descubrir quien era.

¡James!

Sin poder moverme seguí sus pasos hasta que uno de sus brazos se alzó en el aire intentando sostenerse de lo primero que encontrará lo cual fue imposible y terminó tanteando el aire, James cayó al duro cemento provocando un sonido estruendoso no sólo por parte de el si no también de la botella de vidrio que llevaba que se rompió contra el pavimento.

Lancé un chillido horrorizada sin darme cuenta, sentí mi pecho contraerse y corrí escaleras abajo no sin antes fijarme si el ruido había despertado a Elizabeth, gracias a dios su habitación estaba en completo silencio.

Tomé las llaves sin hacer sonido alguno y abrí la puerta principal para correr hacia el cuerpo de James el cual seguía en el piso. Me arrodille a su lado y el abrió los ojos asustado, su expresión cambió cuando me vio y una sonrisa ladeana se asomó en sus labios.

—¿Eres un ángel? —preguntó como un niño pequeño.

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