Crónicas Elementales 2: Agua...

By Marsiposa

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Segunda parte de crónicas elementales More

Crónicas Elementales 2: Agua de Cristal.
Capitulo 1. Dragón de Agua-Hielo y Dragón de Viento.
Capitulo 2. Dragón de Fuego.
Capitulo 3. Reencuentros.
Capitulo 4. El dragón y el zorro.
Capitulo 5. Pasado y Presente.
Capitulo 6. Amor u Odio.
Capitulo 7. Maestro y aprendiz.
EXTRA 1#
Capitulo 8. Luna llena plateada.
Capitulo 9. Blanco y Negro.
Capitulo 10. Fuego, Tierra y Futuro.
Capitulo 11. Algo inesperado.
Capitulo 12. I see fire. Parte I.
Capitulo 13. I see fire. Parte II.
EXTRA 2#
Capitulo 14. El momento más duro.
Capitulo 15. Adler y Scarlet.
Capitulo 16. Rojo, Verde y Azul.
Capitulo 17. Llamas en la tormenta.
EXTRA 3#
Capitulo 18. París. Parte 1.
Capitulo 19. París. Parte II.
Capitulo 20. Adiós.
Epílogo.
ACTUALMENTE RESCRIBIENDO

Prólogo.

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By Marsiposa

 Polo Norte.

 Hacia frío, mucho frío. Aquello era normal, estaba en medio del polo Norte.

 Corría por los grandes glaciales, su cabello azabache ahora era más corto y se había desecho de aquella coletilla, ahora él daba un aire más maduro y varonil, perfecto con el cuerpo que estaba sacando, el de todo un hombre.

Pronto la podría hacer frente sin ningún tipo de esfuerzo, o al menos eso creía él. Seguía corriendo librándose de sus pensamientos, librándose de los pensamientos relacionados con ella; no sabía porque, pero desde que partió de su hogar volante no había dejado de hablar de aquella rubia estúpida para él. Había estado por sitios repletos de agua, sus lugares favoritos y evitando los lugares muy cálidos.

Él hacia poco que había ido al Polo Sur, había pasado allí un año y medio, pero allí ya no había reto para él, ahora le tocaba probarse as si mismo en el norte. Los días pasaban lentamente y más si la mayoría de los días eran de noche, noches bajo cero y oscuras.

Siguió corriendo, vio como en la costa los pingüinos empezaban a adentrarse en el azul océano al igual que sus ojos, para ir a por el pescado.

No se percato hasta que resbaló, caía por una nueva grieta que se había abierto en el hielo. Con las manos desnudas se agarró al hielo, estas a los segundos se convirtieron en unas afiladas garras membranosas de brillantes escamas azules verdosas.

   − Joder…

Debía darse prisa o la grieta se volvería a cerrar, así eran en segundos se abrían grietas pero se cerraban enseguida, así era el calentamiento global. Coloco cada pie en cada pared al igual que sus manos, y fue escalando hasta arriba. Como había previsto la grieta comenzó a cerrarse y se dio más prisa que antes, era así o quedaría aplastado por el hielo.

Quedaban pocos metros y con los pies amarrados al hielo dio un gran impulso y salió al exterior, un nuevo reto superado.

Tomó una gran bocanada de aire y a continuación dio un gran rugido que quebró el suelo a sus pies.

Después de tomar aire siguió su carrera, el frió aire le golpeaba en el pecho y cara. Se había acostumbrado a entrenar sin camiseta, una persona normal ya habría muerto por hipotermia, pero él no; al igual que sus dos amigas no era normal, más bien anormal. Impulsivamente su mano fue a parar a su mejilla derecha.

Fue aminorando la marcha al ver la pequeña cabaña de madera, su supuesto hogar en solitario. Abrió la puerta y se sacudió las botas de piel, las dejó tiradas en la entrada y se dejó caer en su pequeña cama echa con paja.

Revolvió el cabello con su mano y fue bajando hasta detenerse de nuevo en su mejilla derecha. Sonrió levemente, todavía lo recordaba. Cierto era que a lo largo de su viaje había adquirido diferentes cicatrices por todo su cuerpo, pero ninguna tenía comparación con aquella. No dejaba de recordarlo una y otra vez.

Un brillante cabello dorado recogido en una trenza, la bufanda que significaba la muerte y la soledad que portaba, aquellos ojos esmeraldas engañosos y aquella media sonrisa superficial. El aspecto de su mayor rival, a veces pensaba que su encuentro había sido un sueño, pero no. Las yemas de los dedos pasaron la cicatriz, cerró los ojos y espiro.

Allí yacía la cicatriz marcada de por vida que significaba que todo era real, que no había sido un sueño, que su pelea con ella había sido lo más real que había sentido en su vida posiblemente. Fue bajando la mano hasta que las yemas de sus dedos tocaron el gran tatuaje que atravesaba su brazo derecho.

La prueba de que era un fénix infinito, sonrió levemente, todavía podía acordarse del pacto.

El pacto que formaron los tres.

Ya faltaba menos. Tres semanas y se volverían a reunir en el lugar de su reencuentro su hogar, junto con su única y verdadera familia. Las volvería a ver, tenía curiosidad de saber si habían cambiado.

Seguramente, posiblemente ya serían mujeres. Pero para él e su cabeza seguían siendo aquellas niñas. Puede que a lo largo de aquellos tres años había estado las primeras veces con mujeres y las había visto completamente desnudas. Pero aún así era incapaz de imaginárselas como chicas.

Siempre habían sido niñas y para él lo seguirían siendo, o al menos eso creía él.

Sus parpados empezaban a pesarle, soltó una última sonrisa.

   − Espérame Cabeza de Llama nos volveremos a ver pronto…

 

 

 

El Tíbet.

 

El viento soplaba, un fuerte viento. El viento no se detenía en el Tíbet. Allí era donde el viento soplaba más fuerte, por lo tanto el lugar perfecto de entrenamiento para una chica de viento. Saltó del árbol en el que se encontraba y antes de caer al suelo desapareció.

Volvió a aparecer en el cielo a metros del suelo, aquella era una de sus nuevas habilidades, de la que no estaba muy perfeccionada. Era casi como volar, pero de forma diferente. Ella se hacia completamente una con el viento y su cuerpo era fundido con el hasta aparecer en el lugar que ella quería, bueno lo ultimo aún no. 

Siguió apareciendo hasta posarse en una gruesa rama de un árbol, a lo lejos podía distinguir el templo. El viento seguía soplando, ella respiró profundamente, le encantaba estar al aire libre. Alzó su brazo y a los segundos un halcón se poso en este, de no ser por el grueso guante que llevaba el animal le perforaría el brazo con aquellas grandes y afiladas garras.

Aquel precioso animal a penas tenía cinco meses, ella lo había criado desde que había sido un huevo abandonado hasta ahora, eran inseparable. El halcón volvió a alzar el vuelo y ella volvió a intentar materializarse.

En esta ocasión apareció en lo más alto de un risco de la montaña, incluso debajo de sus pies se podían distinguir pequeñas nubes. Allí el viento soplaba más fuerte.

Sus coletas castañas habían crecido y bailaban junto al viento, sus ojos grises como el cielo en aquella mañana resplandecían de emoción, con sus agudos oidos oyó como la llamaban desde el templo, así pues de saltó de aquel saliente de la montaña hacia abajo. Llevaba allí un par de meses y ya había conseguido adaptarse a la falta de oxigeno en el aire, al igual que los monjes del templo que la habían recibido con los brazos abiertos al enterarse que ella era una chica del aire según ellos.

A pesar de su corta estancia ya se había acostumbrado a sus costumbres, incluso con su ropa y la de ellos se había creado vestimentas parecidas, aquellos monjes eran muy hospitalarios, incluso le habían regalado un rosario de perlas blancas casi transparentes.

Desde el primer momento se había llevado bien con los monjes, pero aquello no podía evitar que no echase de menos  a los rebeldes, su familia.

Hace tiempo nunca hubiese hecho aquello, irse de viaje a conocer mundo, si no hubiese sido por ella. Al igual que con su mejor amigo, ella les había abierto las puertas del mundo.

Un mundo maravilloso y lleno de vida. Pero desde que salió de la nave, cuando soplaba el viento notaba como si alguien la llamase, como si alguien la reclamase. Aunque aquello era imposible, ella era huérfana.

Con pies ligeros aterrizo en el patio del templo, el superior estaba en el patio observándola, lo que significaba que era su turno de limpiar la biblioteca de los documentos.

Le dedico una ligera reverencia y pasó a su lado. Aquel templo era enorme, los primeros días se acordaba de que le costo encontrar los caminos correctos, pero con el paso de los días consiguió saberse el templo como la palma de su mano.

Como casi todas las mañanas, allí estaba limpiando viejos pergaminos.

Aquello era aburrido, muy aburrido. Al igual que en todas las mañanas, limpiaba, estornudaba y volvía a limpiar. Entonces ocurrió algo que no esperaba, en uno de los pergaminos que debía limpiar se le cayó al suelo y se desenrollo en el suelo.

Ella se arrodillo junto a él para volverlo a enrollar, cuando sin darse cuenta ya lo estaba leyendo. Aquello era confundo y contradictorio.

Era como si lo que leyese le sonase muy familiar, entonces vio uno dibujos parecidos a ella y de la gente que conocía. Incluso estaba ella con los cabellos largos y dorados.

Se encontraban tres personajes y estas conducían a una flecha que apuntaba a cinco personas distintas, aquellas si que no reconocía. Uno de ellos le recordaba a Scarlet pero en versión masculina y luego una chica preciosa con ojos como zafiros y una larga trenza negra de case cinco metros de largo. Era como ver a sus dos amigos en géneros distintos.

Había aprendido el idioma y siguió leyendo las oraciones. Abrió sus ojos como platos, las manos le comenzaron a temblar, si todo aquello era verdad, entonces su mejor amiga…

Sin duda debía quedarse allí e intentar leer todos los pergaminos posibles.

Estación de Washington, DC Union Station

El tren va a toda velocidad. Por fin, por fin habían pasado tres años, tres largos años. Ella aunque no lo aparentase estaba ansiosa, sus piernas izquierda había adquirido un tic nervioso, en cierto modo estaba ansiosa y nerviosa por volverlos a ver.

Ella se apoyó contra la ventana, no había dormido en toda la noche. Su compartimiento era pequeño, justo para dos personas, lo perfecto para estar ella sola. Se acomodó un poco su largo cabello rubio a uno de sus lados, Naga su fiel hurón albino seguía descansando en su regazo.

Comenzaba a cerrar los ojos por el cansancio, entonces alguien abrió las puertas de par en par. Ella se giro lentamente y vio a un chico bastante apuesto apoyado contra el marco de la puerta. Ella suspiro con cansancio, aquel era el quinto chico que intentaba ligar con ella.

Con una dura expresión en el rostro lo miro, cierto era que aquel joven era atractivo, pero ella a pesar de que pasasen los años seguía sin tener sitió para sentimientos amorosos en su frío y solitario corazón.

   − Hola te e visto antes por los pasillos y realmente me has sorprendido −dijo él mirándola de arriba a bajo, se detuvo en el comienzo de sus piernas desnudas, solo llevaba un corto pantalón roto vaquero que  a penas la cubría.

Ella refunfuño y suspiró.

   − Lárgate.

Solo dijo aquello, pero bastaba una fría y dura palabra de parte de ella para que los de su alrededor se fuesen.

   − Venga vamos, pasémoslo bien…−dijo él cerrando la puerta tras de él.

Ella ya estaba harta, pero también sorprendida ya que este era el primero que pasaba al compartimento. Aunque no perdería, dejando a Naga medio despierto en el asiento, ella también se puso en pie. Dio unos pasos en su dirección hasta detenerse a pocos centímetros de este.

Podía escuchar su entrecortada respiración, el bombeo de su sangre cien por cien humana y los acelerados latidos de su corazón. El chico intento acercarse a sus labios, pero entonces ella lo agarró por el cuello de la camisa y lo miró directamente a los ojos. Sus ojos verdes calculadores miraron a aquellos ojos avellanas.

   − Estás sordo te he dicho que te largues o es que a caso no sabes quién soy yo, maldito niñato…

El chico se apartó a gran velocidad, a tanta que se empotró contra la puerta del compartimento.

   − ¿De que hablas?

Ella soltó una fría carcajada y cruzó los brazos por su pecho, comprimiéndolo.

   − Según dice la prensa, estoy “supuestamente” muerta.

Entonces el muchacho cayó, cabello rubio al igual que el oro, ojos verdes como las piedras esmeraldas, no había sido capaz de distinguirla, ya que en su personalidad faltaba algo, una prenda que hacía que todo el mundo la distinguese.

   − Te preguntarás donde esta la bufanda negra, la dejé atrás para cumplir mi promesa. Soy alguien completamente nueva −dijo con una sonrisa sarcástica.

Ella entonces abrió la puerta del compartimento y lo tiro al pasillo. Por todos los vagones del tren se comenzó a escuchar que quedan menos de cinco minutos para llegar a la estación. Despertó del todo a Naga y se coloco su alforja al hombro.

Ya se veía la estación, justo en la parada había varios hombres del Nuevo Gobierno, repartiendo folletos de Se Busca. En ellas estaba ella junto con su nueva recompensa.

   − No me jodas…

No le quedaba más remedio, se hecho un poco para atrás y de una patada rompió la ventana en pequeños trozos, lo malo de aquello era que todas las personas del exterior se dieron cuenta incluyendo los guardias. Se agarró de las tuberías que había en el techo y con un par de balanceos se impulso fuera de la cabina, aterrizo de una voltereta en el techo.

El tren poco a poco se iba deteniendo, pero los guardias ya la tenía vista, la señalaron y se comenzaron a dirigir hacia ella. Ella volvió a suspirar con cansancio, pero en cierto modo estaba contenta, esta sería la primera vez después de tres años en la que tendría de nuevo una persecución. A pesar de que había cambiado física y mentalmente, en ciertos aspectos seguía siendo la misma.

Corrió por el techo del tren y con un gran impulso saltó al suelo, lejos de los guardias, comenzó a correr en dirección a la salida. Esquivaba a la gente con mucha rapidez y sutileza.

No tardo en salir de la estación de trenes, al salir maldijo por todo lo alto, no estaba donde ella creía. Se había dado cuenta de aquello cuando no muy a lo lejos pudo vislumbrar la silueta de la Casa Blanca. Se había desviado bastante de su destino.

Pero en su entrenamiento había aprendido a ver el lado positivo de las cosas. Sonrió con malicia.

Miró hacia atrás, no la seguían de momento, rebusco en su alforja para luego sacar dos pequeños dispositivos creados por ella misma. Se los coloco en las plantas de sus botas de cuero. A continuación saco un pequeño mando y pulso un botón.

De las plantas de sus botas surgieron tres ruedas en fila india junto con un pequeño tubo parecido a un propulsor. En menos de un minuto ya estaba casi allí, fue esquivando a las personas y coches a toda velocidad.

La gente creía que ella estaba muerta, pero les demostraría que no era así, como bien sabían la gente que la conocía le gustaba hacer entradas por todo lo alto y esta sin duda sería la más grande de todas.

Delante de ella vio a un hombre repartiendo folletos de Se Busca de diversas personas, alargo la mano y agarró un puñado. Se detuvo bajo un árbol y los miro, si sus ojos no la habían engañado ahí estarían los dos.

Pasó las hojas, todavía no aparecía lo que ella buscaba, entonces se detuvo en una, solo con verla las manos le comenzaban a temblar allí estaba él rodeado de rayos y truenos, y su nombre con grandes letras:

Rayo Bicolor.

Tragó saliva al ver lo que pedían por su cabeza, nada más y nada menos que seis millones, el doble que ella. Arrugó el papel y lo calcino en segundos, ignorando sus temblores siguió pasando las hojas. Entonces vio las últimas dos hojas, no pudo evitar sonreír.

La primera era una chica con dos largas coletas castañas y ojos grises brillantes, con su típica sonrisa. Rodeada de lo que era parecido a pequeños tornados y un ¿halcón? Incluso le habían puesto mote.

Ojo de Halcón.

Y por su cabeza un millón. Nada mal, se dijo. Pasó el papel y muy a su pesar sonrió, allí estaba. Más maduro y alto, con un buen cuerpo muy para su pesar, su tatuaje seguía residiendo en su brazo y ya no llevaba esa ridícula coletilla, su cabello estaba corto y puntiagudo. Y aquellos ojos…

Su nuevo apodo le iba que ni pintado.

El Tritón.

Y por su cabeza se jugaba dos millones y medio. A saber que abría hecho para tener aquel precio, lo mismo iba para su amiga. Era cierto, los tres habían cambiado. Había otro folleto y lo vio, no pudo evitar reírse, de todas las personas posibles no se esperaba ver la suya.

Guardo los tres últimos en su bolsillo trasero, se giro y vio como ante ella surgía el gran edificio de la Casa Blanca. Allí residía el hombre que gobernaba todo el planeta, si tan solo se acercase un poco más podría acabar con él, en un pasado no muy lejano lo hubiese hecho, pero ya no, eso no era lo que le había enseñado su maestro. Pero si iba a demostrar que seguía viva.

Con su desarrollada vista vio que estaba repleto de guardias, sonrió.

Aquello para ella no supondría ninguna dificultad, se agachó y quitó sus dispositivos. Tomó aire y se lazó hacia la verja. De un solo saltó la pasó.

Los guardias de seguridad ya iban en su dirección, pero ella era más ágil y veloz. Cerró los ojos cuando llegó a la pared del edifico. Inspiró y espiró, sus manos ahora eran garras, idénticas a las de un dragón. Comenzó a escalar la blanca pared. Aquellos hombres la disparaban, pero las balas ni la rozaban, antes de que la tocasen estas se derretían hasta quedar como hierro fundido.

No tardó en llegar al tejado abovedado. Sonrió satisfecha. En la fachada de la Casa Blanca con pintura roja, había escrito con grandes letras.

Ya estoy de vuelta.

 

Solo faltaba el remate final, para que ciertas se diesen cuenta de que era ella. Alzó sus manos al cielo amaneciente. Cerró los ojos y concentró todo su poder en sus manos, como le había enseñado su maestro. Cuando los volvió a abrir sus ojos no eran humanos, eran como esmeraldas pero ojos de un reptil.

En el cielo se formó un gran fénix con las alas extendidas, ella ya había vuelto.

   − ¡Ya estoy de vuelta! ¡Scarlet Hunter La Salamandra Escarlata vuelve a las andadas!

Tres amigos se volverían a encontrar. Tres elementos chocarían de nuevo. Tres dragones volverían a cruzar sus destinos.

Y así era el periodo de los tres años había finalizado al fin.

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