BANG ll: Explosion of love.

By iherebelieber

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TERCER LUGAR CATEGORÍA ACCIÓN EN LOS #BIEBERAWARDS2016 No leer esta historia si no has leído la primera tempo... More

«Prologo»
«Introducción»
«Prefacio»
«¿Aún piensas en él?»
«En la cárcel»
«Malditamente encerrados»
«Noche de alcohol»
«Segunda oportunidad»
«Sao vicente, Cabo verde»
«Decisiones»
«Blake Desmond»
«Caída»
«Feliz cumpleaños, Blake.»
«Compras y malas noticias»
«Problemas»
«Sólo tú y yo»
«Adrenalina, y vecinos raros»
«Charlie Everson» (Parte uno)
«Charlie Everson» (Parte dos)
«Plan seductivo»
«Engaño»
«Así es el amor»
«Disculpas»
«Tengo miedo»
«A comenzar de nuevo»
«Cassy»
«Dinero y explosión»
«No otra vez»
«Oscuridad»
«Todo estará bien»
«Ideas, sobornos y abogados»
«Juicio»
«Sensaciones»
«Sólo amor»
«¡Olvide su cumpleaños!»
«Adelantos»
«Accidente»
«Isaac»
«Locuras»
«Nervios»
«Gemidos, viaje, suciedad y narices rotas»
«Planificación»
«Cásate conmigo»
«Si»
«Matricidio y nuevos jefes.»
«Deja vu»
«Despedida»
«Huida»
«¿Celoso?»
«Golpes y anuncios de compromiso»
«Hoteles, trajes, y vestidos.»
«Preparativos, dieta, y más preparativos»
«Ciudad del pecado»
«Impedimentos matrimoniales»
«Locamente casados»
«Sorpresas y más sorpresas»
«Pequeños cambios»
«Amenazas»
«Peligro»
«Familia»
«Los Dean»
«Rusos y Australianos»
«Espionaje»
«Vergüenza»
«Estamos listos»
«El trabajo de nuestras vidas»
«Uno menos»
«¡Diablos!»
«Año nuevo»
«Bebé Bieber»
«Cuidado»

«Locura en Las Vegas»

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By iherebelieber


Capitulo cincuenta y dos.


Leah's POV.

22:40

Kendall había agarrado el fanatismo de Damon por grabar todo lo que sucedía, y antes de venirnos a Las Vegas habían comprado una segunda cámara de video.

Kendall iba a mi lado en el taxi, con Zoey adelante y Megan a mi otro lado. Cassandra estaba en el otro auto, con mi prima, y Amanda.

—¿Enserio vas a grabarlo todo? —dije mirando el punto rojo que lo indicaba.

—Pues sí. Vamos, di algo, luego lo veremos y nos mearemos de la risa.

Me apuntó.

—Preséntate. —dijo sonriendo.

Miré hacia el conductor, me daba algo de vergüenza. Sonreí hacia la cámara.

—Bueno, mi nombre es Leah Collins y... voy a casarme. —chillé mordiéndome el labio al terminar.

—Vale, di algo más—dijo Ken riéndose junto a Megan.

—Estoy en Las Vegas.

—¡Que inteligente! —exclamó mi amiga. Me reí.

—No sé qué más decir. —agregué mirando a la cámara.

—¿Quieres a Justin?

—Por su puesto.

—¿Y a mí?

—A ti más. —dije. Las chicas gritaron y me reí. —Es broma. Amo a Justin.

—Esta será una noche de chicas, ¿bien? —preguntó Kendall. —No quiero escuchar el nombre de Justin, ni Damon, ni Adam, y mucho menos Mark.

—Bien. —dijimos todas.

Kendall se estiró y colocó la cámara en el tablero del taxi. Miró al conductor y sonrió.

—¿Puedo dejarla ahí unos momentos? —preguntó.

—Claro. —sonrió él.

Kendall sonrió otra vez y se acomodó el cabello.

—Bueno, soy Kendall. —se rió—Y soy de las mejores amigas de Leah. Yo organicé la despedida de soltera, pero no acepto reclamos, y si algo de lo que grabemos no les parece, pues váyanse a la mierda.

Me reí junto con las chicas.

—Zoey, te toca.

Zoey sonrió.

—Soy Zoey. También soy de las mejores amigas de Leah—tomó mi mano desde su asiento.

—Y aunque pocos lo saben, fui la amiga que le enseño a...—hizo un gesto obsceno con su boca y su puño, haciendo referencia al sexo oral. Me tapé el rostro.

—¡No digas esas cosas! —gemí.

—Oh vamos, hay que contar esas cosas. —dijo Kendall tomando la cámara para apuntar a Megan—Será gracioso después.

Megan me abrazó.

—Soy Megan, y Leah es como mi pequeña hermanita. —revolvió mi cabello—Te quiero un montón monita.

—¿Qué es lo primero que haremos? —preguntó Zoey. Kendall le pasó la cámara a Megan para buscar algo en su bolso. Saco una hoja de papel, y nos sonrió.

—Pues lo primero que haremos será ir por unos traguitos, ¡y luego a un club de strippers! —chilló Kendall acompañada de las demás.

—¿Qué? No... dije que sin strippers.

—¡Vamos Leah! —exclamó Zoey emocionada. No la había visto tan así nunca acompañada de las chicas que ahora también eran mis amigas. Ken, Cass y Megan. Le costaba un poco sociabilizar con ellas, pero ya se estaba divirtiendo, y aun no empezábamos.

—Es que no sé... Justin...

—¡Eh! —dijo Ken. —Dijimos que sin nombrarlos esta noche.

—Oye, ¿y los juegos? —preguntó Zoey.

—¿Qué juegos? —preguntó Ken.

—¡Los retos! —exclamó Zoey. —¿Jamás han escuchado de eso?

Megan, Kendall y yo nos miramos.

—Vale Ken, pásame una hoja y un lápiz.

Zoey comenzó a escribir, hasta tener la hoja de cuaderno casi llena, y nos sonrió desde el asiento del copiloto.

—Ya vamos a llegar. —anunció el conductor. Asentimos.

—El juego trata de hacer retos en la calle. Por ejemplo, si el reto dice que hay que conseguir el bóxer de alguien, pues hay que hacerlo. ¿Comprenden?

—¡Si! —chilló Ken. —Hay que hacerlo. Me gusta la idea.

—Llegamos señoritas. —El conductor paró enfrente de un inmenso e iluminado bar llamado pecado, y nos sonrió.

—¡Gracias! —dijimos al unísono.

—Que disfruten su noche. Y bienvenidas a Las Vegas.

—¡Woooooooooooo!

Bueno, la jerga había comenzado.

Lo primero que hicimos fue entrar al bar como las putas dueñas del mundo. Nos sentamos en una esquina a beber y a beber.

—¿Qué creen que estén haciendo los chicos? —preguntó Cass de repente.

—¿Piensas en Ashton? —pregunté de vuelta, con una sonrisa pícara. El efecto del alcohol se hacía presente en mi sistema.

—¡Shh! —exclamó Kendall.

—¿Y porque a ella no le dijiste nada? —reclamé.

—Porque ella dijo chicos, y tu nombraste a Ashton.

—Ay Ken. —gemí.

—Tal vez estén en algún bar. —dijo Megan. Zoey levantó la mano, haciéndole señas a uno de los mozos.

—Otro mojito. —pidió.

—¡Adam me está llamando! —exclamó Megan observando su teléfono.

—¡No contestes!

—¡Contesta! —dije. —Quiero oír que es lo que dicen.

¡Wooooooooo! ¡Viva las Vegaaaaaaas! ¡¿Lo ven?! ¡Es mi puto amigo y se casará mañana!

Era una mezcla entre las voces de Gavin, Adam, y Damon.

¡Quiero mi puto tigre! —Ese definitivamente, era Ashton. Luego comenzaron a oírse más voces. De chicas.

—¡Malditos cabrones! —me indigné.

¿Quién es el prometido?

—¡Él! —exclamaron los chicos.

—¡Eres un puto gilipollas Justin! —Chillé a través de la línea. Reconocí a Gavin riéndose.

Oye, yo no pedí una stripper.

—Corta. No quiero oír—suspiré. Al menos esa había sido su voz. Me dije a mi misma que me tenía que tranquilizar. Eran nuestras despedidas de soltero, no había que alarmarse. Confiaba en él y él en mí. No pasaría nada.

—Dijo que no quería una stripper. —Comentó Amanda encogiéndose de hombros.

—Y Damon dijo que no lo llevaría a un lugar donde hubieran. —repliqué algo molesta.

—¡Ya ya! Si quieren cuando estemos donde los strippers los llamamos nosotras.

—¡No quiero strippers! —exclamé frustrada.

—¡Oh vamos! Iremos donde unos alemanes buenísimos. —dijo Kendall.

—¿alemanes? —Preguntó Megan. —Joder, yo me apunto.

—Yo también. —dijo Zoey.

—Pues yo no. —me crucé de brazos.

—Vamos linda. —Cass me golpeó cariñosamente el brazo—Es tu última noche de soltera. ¡Divirtámonos!

23:15

Nuestro siguiente taxi estacionó en frente de un club del cual no supe pronunciar el nombre, porque no lo entendí. Gemí, no quería entrar. No quería ver a strippers. Kendall me apuntó con la cámara.

—¡Anímate!

—Wiii...—dije sin emoción, causando la risa de las demás.

Estando dentro mi ambiente se relajó un poco más. Me sentía mejor donde el alcohol venía haciendo efecto hace unas calles. Después de hacer una fila de diez minutos entramos y tomamos una mesa al lado del escenario. La música comenzó a sonar y los hombres hicieron su aparición.

Oh joder.

Los alemanes estaban tan buenos. Kendall escondió la cámara en el bolso de Cass, ya que dentro estaba prohibido grabar y sacar fotos.

—Que no te la vean. —dijo Megan refiriéndose a la cámara.

—Tranquila, está escondida. —dijo Cass acomodando su bolso.

Un par de bailes, y muchos billetes después, a Kendall se le ocurrió gritar:

—¡Hey, grandulón!

El guardia de la esquina la miró unos segundos y se acercó.

—¿Si? —preguntó.

—Mi amiga se casa mañana. —me abrazó por los hombros. —Y queremos saber cuándo cuesta un baile vip.

—Depende del stripper al que quieran. —respondió él.

—Me gusta ese. —apuntó Kendall a un rubio, bastante guapo, de ojos verdes. —Y el de ahí.

El otro castaño.

—Preguntaré y vuelvo en un segundo.

—Gracias. —le sonrió Ken.

—¡Kendall! —la regañé—Te dije que no.

—Vamos Le, divirtámonos. —me sonrió feliz. —Los chicos lo están haciendo.

Diez minutos después estábamos en una habitación de color morado intenso, con muchos sofás, siete copas colocadas cuidadosamente encima de una mesa, y una champaña que tomó Cassandra para abrirla cuando entraran los strippers.

Me sentaron en una silla en el centro de la habitación, y entraron los dos chicos con una sonrisa.

—A ti te pedí de policía. —apuntó Kendall al castaño. Él sonrió y sacó una gorra azul por detrás de su espalda. Las chicas gritaron, y una música controlada por quién sabe quién, comenzó a sonar.

Los dos hombres comenzaron a bailar sensualmente a mi lado, y a moverse entre mis amigas. Las chicas arrojaron dinero, mientras se reían, y gritaban cosas pervertidas.

—Yo no quiero. —se negó Danielle, mi prima.

—Vamos nena, te divertirás. —dijo uno de ellos. Danielle se mordió el labio, y el chico castaño comenzó a bailarle más cerca. Su piel era casi tan blanca como la del rubio, y su cabello de un tono castaño chocolate. Sus ojos tenían una combinación perfecta de gris y celeste. Este le soltó el cabello y Danielle comenzó a alocarse.

—¡Si! —exclamó. Entonces le tocó el pecho al stripper, y un sonido como el de una alarma comenzó a sonar en toda la habitación. Dos guardias no se demoraron en entrar, y el rubio paro de mover su cuerpo encima de mí. Saqué mis manos de mi rostro para ver que ocurría. Los guardias nos tomaron y nos hicieron levantarnos de golpes.

—Los strippers no se tocan. —le dijeron a Danielle.

—¡Pero si yo...!—el guardia la interrumpió.

—Está hasta escrito ahí.

Danielle optó por la forma violenta, y se cabreó de verdad. Soltó un par de malas palabras y de paso, besó al stripper castaño.

Esa fue la gota que colmó el vaso en verdad. Los guardias nos tomaron a todas del brazo, y nos sacaron a la fuerza, por la puerta trasera.

—¡Tengo derechos! —gritó Kendall. —¡Pagamos mil malditos dólares por esos idiotas! ¡Te demandaré! ¡¿Me oíste? ¡Te demandaré!

—Ya, Ken. —tomé su brazo. —Ya nos sacaron.

Kendall se mordió el labio.

—Lo siento. —dijo.

Miramos a nuestro alrededor, y suspiré. No sabía dónde estábamos, y todas estábamos bastante alcoholizadas.

—¿Chicas? —preguntó Amanda.

—¿Eh?

—¿Dónde estamos?

Miré de nuevo el lugar. Era un callejón oscuro, con un par de autos.

—No lo sé. —dijo Kendall.

—Caminemos hacia allá. —apuntó Zoey.

Comenzamos a caminar sin rumbo alguno, sin encontrar algún taxi que nos llevara. Poco a poco, y sin darnos cuenta nos estábamos alejando de las luces, y eso no me estaba gustando para nada. Estaba cansada, algo mareada, y me comenzaban a doler los pies por los tacones. Y probablemente a las chicas también, porque todas andábamos con zapatos excéntricos.

—Creo que deberíamos...

—¡Arriba las manos! —Exclamó una mujer. Tenía un pañuelo rojo que le cubría la boca y la nariz, y junto a ella, un hombre que lucía algo homosexual. Ella traía un vestido negro corto, y el hombre un traje gris.

Me quedé boquiabierta, sin saber qué hacer.

—¡Dije que arriba las manos! —exclamó.

—Hey, tranquila. —le dijo Cassandra.

—¡Arriba las manos o te mato! —exclamó sacando una pistola de su espalda. Solté un gritito.

Dios, ¿Por qué tenía que pasarnos esto justo ahora? Maldije el momento en que mi prima se hizo la rebelde, e hizo que nos corrieran de malas en el club. Prefería estar allí, a encontrarme siendo amenazada por una machota con vestido y un gay.

—Denme todo el dinero. —dijo la mujer. El hombre a su lado con un movimiento bastante femenino, abrió una especie de saco.

Kendall gimió.

—Solo tenemos cien dólares. —dijo.

—Estás mintiendo. ¡Denme todo el puto dinero!

—¡Ya, ya! —lloriqueó Amanda. Entregamos todo el dinero que nos quedaba. Megan lucía asustada, y Cassandra también, en parte. Yo estaba que me hacía del miedo. La mujer miró unos segundos mi mano, y luego mi cuello.

—Tu anillo y el colgante. —dijo.

—¿Qué? —dije estúpidamente. Tomó a Amanda del brazo, que lloriqueo y apunto su cabeza con el arma.

—Dámelos.

Ahora sí que mis ojos se llenaron de lágrimas. Me estaban robando.

Me estaban robando mi maldito anillo de compromiso. Me lo quité con las lágrimas al borde, y se lo eché en el saco. Tomé el colgante, que era un regalo de mi padre, y lo puse también allí.

Nos miró.

—¡Los bolsos! —chilló. Entregamos todo y el hombre sacó más cosas. Celulares, monedas sueltas, y hasta maquillaje.

—Quietas. —dijo avanzando junto al hombre. Nos miraron unos segundos mientras se alejaban, y entonces comenzaron a correr.

Yo sollocé.

—Ya...—Megan me atrajo hacia ella y me abrazó con fuerza.

—Justin va a matarme. —me tapé el rostro. —¡No me casaré sin mi puto anillo!

—Lo recuperaremos. —dijo Danielle.

—¿Cómo? —grité. —¡Todo es tu maldita culpa!

—Leah...—Zoey me miró sorprendida.

—¡Es cierto! —me excusé. —¡Si no hubieras tocado al maldito stripper estaríamos allí dentro, y no hubiéramos caminado solas por un maldito callejón, y no me hubieran robado mi maldito anillo de compromiso! —me desahogué.

—Ya...—Kendall acarició mi espalda. —Lo solucionaremos Le. Enserio.

El sonido de las sirenas de policías interrumpió mi llanto.

—¡Ay no!—chilló Amanda. —¡Corran! ¡Corran!

—¿Qué? —dijo Zoey. —¡No! Podemos demandar a los tipos y dar una descripción.

—¡No! —gimió Amanda comenzando a correr. —¡Tengo una orden de detención!

No pude evitarlo. Solté una carcajada. Me lo había esperado de todas menos de Amanda. Ella era loca, sí. Pero no de las locas que tienen una orden de detención. Me lo esperaría de Cassandra, Megan, y hasta Kendall. Pero jamás de ella. Era tierna, pequeña, y de ojos saltones, como, insisto, los chiguaguas.

—¡¿Qué?! —pregunté. —¿Y por qué?

Ella corrió, y la seguimos.

—¡Mi último novio me demando! ¡Ay no! ¡Ahí vienen!

—¡Acá! —dijo Cassandra levantando la tapa de un basurero. No jodas. Pensé. No iba a meterme ahí.

—Oh, yo no entraré ahí cariño. —dijo Zoey al instante, como si me hubiera leyendo la mente.

—Yo tampoco.

—¡Escóndanse maldita sea! —chilló Amanda. Entramos todas al contenedor y solté una maldición. Olía horrible.

—Pondré la cámara en visión nocturna. —dijo Kendall sonriendo. —a todo esto, ¿qué tienes con los basureros? —le preguntó Ken a Cassandra en un susurro.

—¿Por qué?

—La última vez que Justin se comunicó contigo, estabas huyendo y te escondiste en un basurero. —dijo Kendall sin dar más detalles para las demás. Las sirenas se oyeron pasar por la solitaria calle, junto con un par de potentes voces. Cassandra se rió en un susurro.

—Ah, sí. —dijo riéndose aún.

—Huele horrible. —se quejó Kendall.

—Tú hueles horrible. —le dijo Megan riéndose.

—No, tu hueles. —se unió Zoey.

—No, soy yo.

Esa voz no provino de nosotras. Aunque estaba todo totalmente oscuro, supe que todas abrimos los ojos como platos, y nos miramos sorprendidas. Comenzamos a gritar y Megan con Cassandra empujaron rápidamente la tapa del contenedor. Salimos corriendo y chillando, y detrás de nosotras un vagabundo.

¡Un puto vagabundo!

Amanda corría teniendo la delantera, y en efecto, el grito más alto.

—¡Un vagabundo! —gritó.

El hombre padecía de enanismo, y usaba un gorro sucio, y ropas de color café, manchadas con quizás que cosa. Corría detrás de nosotras, persiguiéndonos. Kendall seguía grabándolo todo, y en medio de todo el pánico, tuve unas inmensas ganas de reír.

Sin querer habíamos llegado a otra calle solitaria. Esta de cualquier forma, era más grande que la anterior. De cualquier forma, daba igual, no teníamos nada más que pudieran robarnos.

Había perdido mi identificación. Joder. Y no teníamos dinero. Ni celulares. Ni auto, porque habíamos venido en taxi.

Cuando por fin nos calmamos y dejamos de correr, solté una pequeña risa mientras seguía a las chicas.

—¿De qué te ríes? —preguntó Cass con una sonrisa cansada.

—No lo sé, de todo. —miré el pequeño reloj de mi muñeca. Por lo menos no me lo habían robado.

23:50

Seguíamos caminando sin saber dónde estábamos, y sin saber dónde ir. Por lo que supuse, estábamos lejos del centro, porque no veía tantas luces juntas como esperé ver hace unos minutos.

Comencé a preocuparme. Mi instinto me decía que nos alejábamos cada vez más del centro de Las Vegas, que era donde originalmente todos debíamos estar.

—¿Qué haremos? —susurré. —No tenemos dinero.

A Cassandra de repente se le iluminaron los ojos.

—Silencio. —dijo cuándo las demás comenzaron a quejarse. Comenzó a caminar más rápido, avanzando sola. Llegó a la esquina, y nos hizo una seña para que nos apuráramos. Corrí hasta allí y la seguí. Estábamos en una calle más principal, y se oía un tumulto de gente, y un presentador.

—¡Vamos!

Cassandra miró el letrero del bar y entró. No habia nadie que custodiara la entrada, y fue lo primero que me dio miedo. Observé a Kendall. Apuntaba con su cámara todo el local, mientras las chicas nos seguían por detrás. Zoey llego a mi lado y me tomó del brazo. Había muchas personas, la música sonaba alto, y la gente gritaba.

—¡Y de este otro lado, con ochenta kilos y un metro setenta y cinco de alto, la campeona invicta de nuestro club, Janiceeeee! —gritó el hombre. Cassandra avanzó entre la gente, y yo colgada de ella para no perderme.

Llegamos al frente.

Había una gigantesca piscina que parecía ser acolchada llena de chocolate derretido, y dos chicas en ropa interior dentro. Cabía decir que la campeona me triplicaba en peso, y me sacaba cinco centímetros más de alto, según lo dicho por el presentador. Era gigantesca. Tenía el cabello rubio, hasta los hombros y liso. Varios tatuajes y músculos.

Muchos músculos.

—¡Hagan sus apuestas! —incitó él. —¡La ganadora se llevará setecientos dólares!

Cassandra se giró a mirarnos.

—Vale, ¿quién se sacrifica?

—¡¿Estás loca?! —pregunté.

—No. —dijo. —Leah, son setecientos dólares que nos sirven para un taxi y llegar al hotel. Y tal vez para andar un ratito más de jerga.

Me mordí el labio. Ella tenía razón. Pero joder, Janice era un mamut. Todas nos miramos nerviosas.

—Yo no. —dije. —Me casaré mañana.

Cassandra suspiró.

—Yo digo que vaya Cass. —ofreció como si nada Amanda. —Es la más ruda.

—¿Qué te crees? —Saltó la rubia.

Si, era la más ruda del grupo.

Cassandra suspiró y nos miró.

—Bien, yo me sacrifico por el grupo.

—No luces triste. —se rió Kendall, apuntándola con la cámara. Cassandra se mordió el labio.

—Es que mi sueño es bañarme en chocolate derretido.

—¿Hablas enserio? ¡Qué asco! Ellas dos están metidas ahí. —dijo Megan. Cassandra se rió.

—No me lo comeré, Meg.

La chica fue un desastre. Bajó llena de chocolate, y con varios golpes en la cara. El tipo preguntó quién sería la siguiente en desafiarla y Cass levantó la mano.

—Espero que la maquilladora que contrató tu madre sea buena, porque mi cara quedará del asco. —comentó quitándose la chaqueta. Los chicos silbaron cuando se quitó la blusa, y Cassandra les dio una mirada matadora.

Pero cuando digo matadora, era porque se encontraba a punto de sacar una pistola allí mismo y pegarles un tiro a todos por silbarle de esa manera. Guardé su ropa en una bolsa que me pasó el presentador, y me quedé a un costado.

—¡Tenemos una nueva retadora! —el tipo estaba más que feliz. Las apuestas no paraban, y tenía una nueva golpisa de show para mostrar. La tipa aplastaría a Cassandra, enserio.

El tipo le preguntó un par de cosas a Cass y luego pasó a presentar a Janice.

—¡Y a mi lado derecho, con cincuenta y dos kilos, y un metro sesenta y siete de algo, Cassandraaaa! —gritó.

Este levantó la mano de Cassandra y esta sonrió a las personas.

Oh joder. Janice iba a matarla, enserio.

—¡Hagan sus apuestas!

La pelea comenzó. Cassandra corrió entre el chocolate embarrándose hasta arriba de las rodillas. Y tomó un poco para lanzárselo a Janice en los pechos. La idea era no caer. Si la otra te sumergía en el chocolate, te daría una golpiza. Y cuando te daban la golpiza, perdías.

La pelea fue horrible.

Quince minutos después teníamos a Cassandra bajo el agua caliente de la ducha que prestaban allí. Su ojo se tornaba morado, y tenía un corte en su frente. De pronto, cuando intentábamos ponerle su ropa para irnos, se desmayó.

1:06

Kendall bostezó, y se apuntó a si misma con la cámara.

—No puedo creer...—bostezó otra vez. —Todo lo que nos ha ocurrido en tres horas.

—¿tres horas? —pregunté sorprendida.

—Si—respondió. —Nos hemos emborrachado, nos han sacado de un club de strippers a la rastra, nos hemos escondido en el basurero de un vagabundo, y le han dado una golpiza a Cassandra. Y ahora, estamos en un puto hospital.

Me quejé. Me dolían los pies.

Cassandra estaba recostada en la camilla. Nos encontrábamos en la sala de un hospital esperando a que viniera el médico a terminar con el diagnostico. Habían curado las heridas de Cassandra, y le habían inyectado un par de medicamentos. Yo estaba en una silla, sentada al lado de Kendall. Megan estaba sentada en la camilla, en los pies de Cassandra, y las demás en el piso, con la espalda apoyada en la pared. El joven doctor reapareció y nos miró unos segundos. Hace unos momentos, antes de que le explicara lo que le pasó a Cass, había dicho algo como:

—Ya me lo imagino. Despedida de soltera.

Me sonrojé al pensarlo.

Qué vergüenza.

—Pues sí. —dije.

—¿Qué le ocurrió? —preguntó.

—La golpearon. —contestó Megan saliéndose de la camilla.

Volví entonces a la realidad. Él se había sentado en un pequeño escritorio, a un lado de un estante con muchos medicamentos, a escribir.

—Debo rellenar unos datos sobre la chica. ¿Cuál es su nombre? —preguntó.

—Cassandra Marina Dean.—respondí.

—¿Fecha de nacimiento?

Me mordí el labio.

Joder, no sabía eso. Sólo su nombre completo. De cualquier forma, no era ni si quiera necesario eso, ya que acá el segundo apellido generalmente no se usaba. Sólo tus dos nombres, y tu primer apellido.

—20 de julio de 1993 —respondió Megan. Suspiré.

—¿Lugar de nacimiento?

—Sydney, Australia. —contestó de nuevo Megan. El doctor abrió sus ojos.

—¿Vienen de Australia?

Me mordí el labio.

—Uhm no. Nosotras somos americanas. —dije haciendo referencia a Zoey, Amanda, Danielle, y a mí. Kendall y Cassandra por su parte eran australianas, y Megan Italiana.

Si, nos habíamos puesto internacionales. El doctor asintió. Cassandra entonces despertó. Hablaron durante unos segundos, y el determinó que debía pasar la noche ahí para observación.

—Lo siento Leah. —dijo Cass. —Siento haber perdido.

—No perdiste. —sonrió Kendall acercándose con la cámara. Joder, ¿aún le quedaba batería a esa cosa? ¿Acaso era infinita?

—¿No? —los ojos de Cassandra se iluminaron.

—No, ganaste trecientos dólares por hacer el ridículo ahí. —respondió Zoey con los tres billetes de cien en su mano.

—¡Ayyyy! —Chilló Cassandra emocionada. —Es el mejor día de mi vida.

Se sentó en la camilla. Y se quitó la manta que la cubría.

—Vámonos de aquí. —dijo.

—Pero el doctor dijo...

—Vamos Leah. Es tu despedida de soltera. No la arruinaremos porque me dieron una golpiza. No es la primera, y no será la última. Créeme. Ahora, ¿Dónde iremos? Tenemos trecientos dólares y toda la noche por delante.

Sonreí y me levanté con las demás.

—¿Qué tal tomar un taxi hacia el centro? —pregunté.

3:00

La ciudad del pecado estaba en pleno apogeo. Habíamos llegado a Fremont Street, en el centro de Las Vegas. Por fin, llegábamos a lugar que reconocía más, con luces, gente, y música.

El lugar era lo máximo.

—Miren lo que tengo. —Zoey se estaba riendo como una loca. Kendall la grabó y observamos lo que nos mostraba. Tenía u frasco de pastillas de color morado.

—¿De dónde has sacado eso? —pregunté.

—Me las robé. —se rió. —En el hospital. Vamos, tomen una. Están fantásticas.

Me negué. No iba a tomar esa cosa.

—No, yo no. —dije.

—¿Por qué no? —preguntó Zoey. Amanda tomó una.

—Amanda. —dije.

—¿Qué? —preguntó—No se han muerto.

Se la echó a la boca y se la tragó como pudo. Cassandra también estaba riéndose.

—¿Y a ti que te pasa? —preguntó Megan.

—Es que yo me tomé dos. —se carcajeó.

Terminamos por todas tomarnos una pastilla. ¿Qué más daba? Zoey se la había zampado cuando estábamos en el hospital y estaba viva aún.

—¡Deberíamos hacer el juego! —propuso Megan mientras caminábamos.

—Deberíamos embriagarnos más. —dijo Danielle. —Sólo así tendría el valor de subirme a eso.

A punto a un chico en el techo, haciendo canopy. Oh. Eso realmente lucía fantástico.

—¡Yo quiero subirme! —grité.

—Vale, bebemos un pocos, hacemos el juego de los retos que hizo Zoey, y luego nos subimos a eso. —ordenó Amanda.

—¡Si!

—¡Perdí los retos! —se quejó Zoey. —Estaban en mi bolso. Consigamos papel y lápiz.

Minutos después Cassandra consiguió un anuncio en blanco por detrás, y un lápiz que le pasó un anciano. Zoey se encargó de escribir, y buscamos una bolsa en donde poner los papeles.

—Son diez retos. Sacaremos uno al azar, y tendremos que hacerlo. Leah, saca el primero.

Tomé un papel de la bolsa, y lo desenrollé.

—Encontrar a tres hombres que nos enseñen el torso. —leí riéndome.

—¡A buscar! —gritó Zoey.

Corrí por ahí y le hablé al primer chico que vi.

—¿Te sacarías la camisa? —pedí. —Es un reto.

—Vale. —sonrió pícaramente. Kendall se acerqué con otro, y Megan con el ultimo.

Zoey tomó la cama y nos apuntó.

—Quítamela tú. —me dijo el chico coquetamente. Sonreí y me coloqué detrás de él como las chicas. Pasé mis manos por debajo de sus brazos, y tomé el doblez de la camisa por delante. La subí mientras las demás gritaban. Me siguieron Kendall y Megan.

Los chicos mandaron un saludo para la cámara, y después cada uno se retiró por su lado.

—Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, ¿Está bien? —gritó Zoey por encima de la música.

Kendall sacó un papel esta vez. Los retos fueron variados. Desde cortarle un mechón de cabello a alguien, a pedirle la ropa interior aun chico. Amanda sacó un papel. Era su turno.

—Robar dos botellas de alcohol. —leyó. —¡¿Por qué me haces esto Zoey?! ¡Ya tengo historial!

Nos reímos. Nos sentamos tranquilamente fuera de una tienda que parecía ser un mini-supermercado. En cualquier caso, las tiendas de las Vegas tenían de todo. Kendall se quedó enfocando a la entrada. Amanda pasó como si nada, entró al pasillo de los licores, y salió corriendo allí con dos botellas.

—¡Adiós! —le gritó al guardia.

Salimos corriendo detrás de ella, riéndonos como locas. Definitivamente sin la pastilla no me hubiera animado a hacer esto. Salimos de Fremont Street después de tirarnos en Canopy, y grabar nuestra experiencia en ello.

—¡Una limosina! —gritó Kendall corriendo hacia allá. Había un cartel que indicaba por donde paseaba, y cuando costaba la hora en ella por persona.

—¡Subamos!

Kendall, Zoey, Amanda, Danielle, y yo nos subimos con rapidez, y cerramos la puerta. La limosina comenzó a andar al instante, y nosotras a reír. Dentro había mucha comida, más botellas, y muchas copas de cristal.

—Oigan, ¿Y Megan con Cassandra? —pregunté de repente a los segundos de andar, apartando la botella de vodka con frambuesa de mi boca.

—¡Las chicas! —chilló Zoey.

Comenzaron a golpear la pared que nos separaba de la cabina del conductor.

—¡Pare la limosina! —gritó Amanda.

La pared se bajó, revelando a Megan conduciendo, y a Cassandra a su lado, muertas de la risa. Bajé la ventana, y entonces vi como un hombre de traje y gorra corría para alcanzar la limo.

—¡Mi limo! ¡Malditas ladronas! ¡Den la vuelta!

No pude hacer nada más que reírme. Oh dios, ¿qué me estaba pasando? Jamás bebía así. Y no andaba por la vida robando limosinas porque sí. Y definitivamente, no todos los días tenía mi despedida de soltera en Las vegas. Lo estaba pasando increíble.

Megan aceleró la limo, perdiéndose en las iluminadas calles de Las Vegas. De pronto, tanto alcohol me hizo llorar. Miré mi mano izquierda, sintiéndome vacía. El pánico me invadió. Justin había gastado bastante dinero en el anillo, y simplemente lo había perdido. Me lo había quitado una perra, sin siquiera un esfuerzo.

Comencé a sollozar.

—Hey hey. —dijo Ken acercándose—¿Qué ocurre?

—Perdí mi anillo de compromiso—lloré.

Kendall dejó la cámara enfrente de nosotras y suspiró. Nadie sabía qué hacer con respecto a eso. Habíamos perdido muchas cosas. Los celulares, las identificaciones, dinero, y de paso lo que más me importaba.

Mi maldito anillo.

—No me casaré sin mi anillo. —lloriqueé. —Justin va a matarme. Justin arrancará mi dedo.

Kendall soltó una sonora carcajada.

—Justin no hará nada de eso. Te quiere.

—Perdí el anillo.

—Nos asaltaron, que es distinto.

—Lo tiene una perra. —lloré de nuevo.

—¡¿Vamos al Bellagio?! —dijo de repente Danielle.

—¿Para qué? —preguntó Cass.

—Pues podríamos jugar. Vayamos al casino. Por favorrrrr. —suplicó haciendo énfasis en la letra r.

—Vale, ahí vamos.

4:26

Estaba ebria, pero no para tanto. Podía reconocerlos. La cara de esa asquerosa perra, y el gay de su lado. Los reconocí dentro del casino del Bellagio, hace una media hora. Ahí estaba usando mi anillo. Aún conservaban nuestras cosas, y lo sabía porque además el gay había usado el teléfono de Kendall para llamar a alguien hace diez minutos.

Pero no importaba. Porque habíamos ideado un plan y recuperaría lo que es mío.

Nos encontrábamos en este momento en el estacionamiento subterráneo del Bellagio, con una limosina robada, teniendo en la mira a los dos ladrones que nos habían quitado todo hace un par de horas y esperando a Zoey y a Megan, que habían ido a comprar cosas para el plan. Llevaban un par de minutos ahí, apoyados en un pilar de concreto, esperando a alguien. Nosotras observábamos a través de los vidrios polarizados de la limosina.

Las chicas llegaron del otro lado y se subieron con discreción. Traían distintos disfraces. Uno de enfermera, otro de coneja, de colegiala, de policía, de bombera, de diabla, y de ángel.

Uno para cada una. Y con eso, siete gorros de colores, más los accesorios de cada disfraz.

—¿Es enserio? —pregunté—¿Conejita sexy? —leí la etiqueta.

—Oh, ese lo usaré yo. —dijo Amanda.

—¿No pudieron conseguir otra cosa? —se rió Kendall.

—Pues no. Lo más cercano aquí era un sexshop. —dijo Megan encogiéndose de hombros.

—Usaré el de policía. —dije tomándolo con un suspiro. La idea era que los ladrones no reconocieran nuestra ropa, ni nuestro rostro. Era parte del plan.

—¿Para qué es esto? —Preguntó Danielle tomando un gorro después de elegir el traje de ángel. Comencé a quitarme la ropa para ponerme una blusa y un pantalón ajustados de color azul marino. Traía de accesorios unas esposas, una gorra, y un pequeño bate.

—Los cortaremos y serán pasamontañas. —contestó Amanda obvia. Revisé que más había en la bolsa. Cinta, cuerda, gas pimienta, tijeras, y una pistola de electroshock.

—¿Secuestraremos a alguien?

—Si, a ellos. —apunté.

—¿Consiguieron todo esto en un sexshop? —preguntó Cassandra impresionada.

—Joder, te sorprendería todas las estupideces que encuentras en las tiendas de Las Vegas.

Cuando estuvimos listas, Kendall tomó la cámara y nos bajamos con rapidez. Zoey tomó la pistola de electroshock y le dio una descarga a la mujer, y luego al tipo que, a pesar de ser como una niña, se resistió. Le dimos con el pequeño bate de mi disfraz, y los arrastramos hasta la limosina.

Los metimos dentro, y los atamos con rapidez de pies y manos. Fue entonces cuando me fije que la maldita ya no tenía mi anillo en su dedo. Les tapamos la boca con cinta, y entonces, comenzó la acción.

Rocié gas pimienta en cerca de los ojos de la mujer, como venganza.

—¡¿Dónde está mi anillo?!

Ella gimió mientras se retorcía en el piso de la limosina. Las chicas los registraron por completo, buscando el anillo por todas partes. Recuperamos parte de nuestro dinero. Nuestras billeteras, documentos, y todo estaba intacto, incluyendo los teléfonos.

Pero mi anillo, no aparecía.

Le quitamos la cinta de la boca con fuerza, arrancando algunos vellos.

—Lo repetiré una ultima vez. —dije con la mandíbula tensa. —¿Dónde tienes mi puto anillo?

—Lo apostamos. —gimió ella. —Los apostamos en el casino.

Le di un golpe con el bate por las costillas.

—¡¿Lo apostaste?! —grité. —¡Recupéralos maldita perra!

Le iba a arrancar el cabello, enserio. Hasta que Megan me paró.

—Tranquila, podemos pagar por él y recuperarlo. —dijo. —¿Cuánto apostaste con el?

Ay. Era oficial.

Justin iba a matarme. Y no se casaría conmigo.

Subimos con la puta esa, a recuperar una pieza importante de mi matrimonio. No podía llegar mañana al salón, y dejar que Justin pusiera otro anillo en mi dedo y no viera el de diamantes. Tomamos todo el dinero que teníamos, y gracias al cielo, los recuperé.

Lloré de nuevo al tenerlo en mi dedo y abracé al gerente que manejaba todo lo que eran las bodegas de Bellagio. Había recuperado mi anillo.

Podía seguir de fiesta estando tranquila.

_______________________________________

Espero que les haya gustado el capitulo como me gustó a mi escribirlo. En el próximo se viene la boda. Estoy bastante conforme con el resultado de este capitulo ya que escribí más de 5000 palabras en el y no suelo escribir más de 2000 y algo, máximo 3000. Enserio me esmeré por hacerlo entretenido, y espero repito, que les guste.

A todo esto, ¿que les pareció la despedida de soltera de Leah? Esto solo fue una parte. Cuando se despierten al día siguiente el grupo de chicas se enterará de muchas otras cosas.

Voten y comenten, espero subir pronto!♥

¡Las quiero un montón!


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