BANG ll: Explosion of love.

By iherebelieber

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TERCER LUGAR CATEGORÍA ACCIÓN EN LOS #BIEBERAWARDS2016 No leer esta historia si no has leído la primera tempo... More

«Prologo»
«Introducción»
«Prefacio»
«¿Aún piensas en él?»
«En la cárcel»
«Malditamente encerrados»
«Noche de alcohol»
«Segunda oportunidad»
«Sao vicente, Cabo verde»
«Decisiones»
«Blake Desmond»
«Caída»
«Feliz cumpleaños, Blake.»
«Compras y malas noticias»
«Problemas»
«Sólo tú y yo»
«Adrenalina, y vecinos raros»
«Charlie Everson» (Parte uno)
«Charlie Everson» (Parte dos)
«Plan seductivo»
«Engaño»
«Así es el amor»
«Disculpas»
«Tengo miedo»
«A comenzar de nuevo»
«Cassy»
«Dinero y explosión»
«No otra vez»
«Oscuridad»
«Todo estará bien»
«Juicio»
«Sensaciones»
«Sólo amor»
«¡Olvide su cumpleaños!»
«Adelantos»
«Accidente»
«Isaac»
«Locuras»
«Nervios»
«Gemidos, viaje, suciedad y narices rotas»
«Planificación»
«Cásate conmigo»
«Si»
«Matricidio y nuevos jefes.»
«Deja vu»
«Despedida»
«Huida»
«¿Celoso?»
«Golpes y anuncios de compromiso»
«Hoteles, trajes, y vestidos.»
«Preparativos, dieta, y más preparativos»
«Ciudad del pecado»
«Impedimentos matrimoniales»
«Locura en Las Vegas»
«Locamente casados»
«Sorpresas y más sorpresas»
«Pequeños cambios»
«Amenazas»
«Peligro»
«Familia»
«Los Dean»
«Rusos y Australianos»
«Espionaje»
«Vergüenza»
«Estamos listos»
«El trabajo de nuestras vidas»
«Uno menos»
«¡Diablos!»
«Año nuevo»
«Bebé Bieber»
«Cuidado»

«Ideas, sobornos y abogados»

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By iherebelieber

Capitulo veintiocho.

Creo que lo peor de todo es que sin estar a su lado, me sentía perdida. Desequilibrada, insana, extraña.

Horrible.

La situación en la que me encontraba no era la mejor del mundo. Hace tres noches había cenado con Adrián Moreau. Se había convertido en todo un hombre, caballero, y demás. Prometió intentar ayudarme a sacar a Justin de allí pero ambos sabíamos que eso no llegaría lejos. Tenía que hacer algo por mi cuenta. Tenía que sacarlo de allí antes de que algo peor pasara.

¿Cómo mierda fue que termine en este lugar?

Miré a mí alrededor, cuestionándome si amarlo como lo amaba valía la pena. Si estar aquí valía la pena. Me respondí a mí misma que sí, porque lo amaba. Oh dios, lo amaba como a nadie en este mundo. A pesar de ser la persona más oscura que alguna vez haya conocido era mi luz, mi amor. Mi adicción.

Me gustaría poder encontrar las palabras perfectas para describir lo que sentíamos por el otro pero simplemente no existían. Era todo tan mágico, tan exitoso. Tan brillante. Eléctrico, magnético.

Me encontraba en un auto yendo a la estación de policía donde trabajaba Adrián y también Steve Robinson. Me iba a meter en la boca del lobo, lo tenía claro. Pero tenía que hablar con Adrián aun así eso significara que lo metiera en problemas.

De todos modos, a mí no me importaba.

Mi enfoque estaba en Justin.

Brevemente recordé las palabras que me había dicho Adrián la noche en que cene con él;

¿Crees que quererlo como lo hago sea un crimen, Adrián?

No Leah. El amor no es un crimen.

Tal vez nuestro amor era un crimen. No el acto de amar. Si no el acto de nosotros al amar. Es que, maldición. ¿Habría algo en el mundo que no me atreviera a hacer por él?

El cinturón apretó mi cuello cuando de golpe me fui hacia adelante por el frenazo que pegué. Tan hundida en mis pensamientos no me había dado cuenta de que casi atropello a un peatón. La mujer me miró asustada. No había alcanzado a rozarla pero estuve a punto. La miré también con los ojos bien abiertos. Ella suspiró, me dio una última mirada y siguió caminando. Cerré mis ojos, respirando erróneamente.

Había ido a ver a Justin sólo un día desde que llegue a Sydney. A pesar de que me volvía loca por volver a verlo Adrián había aconsejado que no fuera todos los días porque según él Steve revisaba cada visita, cada movimiento, y cada conducta de Justin y no quería que me notara allí.

Entre al cuartel policial como si jamás hubiera cometido un delito en mi vida. Estaba usando unos jeans claros, zapatos con plataforma negros, un sweater también negro, un sombrero, y lentes de sol. Me acerqué al centro de información para preguntar sobre Adrián, pero antes una voz me detuvo.

—Señorita Collins.

Y no era Adrián. Me giré, estando dispuesta a mentir por lo que fuera, y sacar a Justin en cuanto pudiera. Joder, ahora me había arrepentido. No quería meter en problemas a Adrián. Después de todo, ''intentaría'' ayudarme.

Me quite los lentes de sol para mirar al agente que tenía en frente. Steve Robinson me miraba atentamente. Con su uniforme relativamente estirado y un vaso de un expresso de Staburcks en su mano derecha. Rodé los ojos, pero internamente. Típico de policías. Café y donas.

—Me alegro de verla. Planeaba buscar su ubicación hoy por la tarde.

—Que coincidencia. —comenté.

—¿Cree que, ya que está aquí, podamos hablar durante un momento?

Suspiré y coloque una mueca que simuló ser una sonrisa en mi rostro.

—Claro.

Lo seguí por un blanco y clínico pasillo hasta lo que era su oficina. Había carpetas y papeles por todos lados, paneles de información y otras tonterías. Tomé asiento justo en frente de él. Me miró un segundo.

—Noté que visitó a Justin Bieber.

Asentí.

—¿A qué se debe eso, señorita Collins? —preguntó.

—¿No cree que... si me va a interrogar me debería llevar a la otra sala? Ya sabe, esa donde te apuntan con la luz y te colocan comida en frente para saber si te sientes culpable o no.

—No es un interrogatorio.

—Entonces debió haber comenzado por otro punto esta conversación.

—Esta bien. —dijo él. —tome esta ''conversación'' como usted quiera.

—Lo haré. —dije sonriendo. —¿Cree que pueda hacerles unas preguntas yo a usted?

—Creo que sí. —admitió.

—¿Puedo pagar una fianza?

—No. —negó con su cabeza. —Llevaré a Justin a juicio.

—¿Por qué?

—Por sus cargos. Justin es joven Leah. De verdad intento ayudarlo. Estuve hablando con él. Tiene una vida por delante, aún puede cambiar. Podría decir que es solo un niño que se vio obligado a tomar malas decisiones.

—Pues estamos de acuerdo en algo, entonces. —susurré.

—¿Qué la trajo a Sydney?

—Pasear. —respondí.

—Casualmente llegaste justo un día después de que Justin fuera deportado.

Oh, entonces... ¿él no sabía que yo estaba en la misma casa que Justin en el momento en que los españoles llegaron? Maldición. Los tipos no habían hecho muy bien su trabajo. Genial.

—Vaya. —murmuré.

—¿Puedo decirte algo Leah? —preguntó. Asentí con cierto miedo. No demostrado, claro.

—Tal vez Justin es el tipo de amor que recordarás por siempre, pero no el tipo de amor que durará por siempre.

Tragué, sintiéndome mareada. ¿A qué venia esa maldita tontería? A él debía ir y venirle mi vida personal. Aunque si mi vida personal claramente estaba liada a uno de sus casos más importantes... bueno, ahí todo cambiaba.

—¿El juicio ya tiene fecha? —Cambia el tema Leah. Cambia el tema.

—Próximo lunes a primera hora. —respondió mirando unos papeles.

—¿Cree que habrá condena? —pregunté fríamente. Sabía que su respuesta, si era positiva, me dolería. Demonios, me llegaría justo en la mitad del corazón.

—No lo sé, Leah. —respondió.

Eso.

Aplazando el dolor.

¿Qué haría si Justin era condenado? Era algo que jamás había hablado con él. En los últimos días había estado comportándome más dura, más fría, más fuerte. O al menos intentándolo. Justin me lo pidió. En el momento en que lo vi a través de ese cristal y ambos pusimos nuestras manos ahí para del algún modo sentirnos además del teléfono, me había echado a llorar como una niña pequeña y él me había dicho que verme así le partía el corazón.

Aunque como ya dije, intentaba hacerme la fuerte, habían momentos en los que me quebraba por completo y no podía hacer nada más excepto lamentarme y en ocasiones llorar.

Salí de la oficina de Steve Robinson junto con él, que insistió en acompañarme hasta la puerta. Entonces recordé a lo que había venido originalmente. Sobornar policías y luego, abogados. Pero eso, debía hacerlo cuando Steve no tuviera turno.

—Me gustaría poder hablar de nuevo con usted antes del juicio—mentí. —¿Cuándo podría venir de nuevo?

—Todos los días hasta las tres de la tarde. Luego de eso no trabajo.

Bingo.

—Bueno, entonces vendré uno de estos días. —murmuré. —Adiós, Agente Steve.

—Adiós, señorita Collins.

Me subí al auto, y tomé mi celular cuando lo eche a andar. Marque el número del abogado que Adrián me había recomendado. Me dijo que el tipo era experto en casos así y casi nunca perdía uno. Adrián de todos modos lo había llamado y ya le había explicado parte de la situación pero debía hacerlo yo también.

El tipo contesto al primer timbre.

Miré la tarjeta que sujetaba con mi mano derecha. La izquierda la tenía en el volante, y el celular conectado en el manos libres del auto que Cassandra había traído de una carrera. En realidad, habían sido dos.

André Milan—Contestó.

—Hola. —dije suspirando. —Soy Leah Collins, amiga de Adrián Moreau. Él te llamo hace unos días para explicarte mi situación.

Dame un segundo. —Oí unos golpecitos suaves y luego tomo el teléfono de nuevo.

Ya, sí. Lo tenía anotado. Dime, Leah. ¿En qué puedo ayudarte?

—Uhm estaba pensando en que podríamos tomar algo para hablar sobre esto. Es una situación demasiado urgente. El juicio para el cual te necesito es en una semana. —hice una mueca, y paré el auto cuando el semáforo que tenía en frente puso rojo.

¿Una semana? —preguntó. Solté una maldición internamente ante el pensamiento de que él no quisiera aceptar.

—Si. Como ya dije es una situación más que delicada.

Bien... yo... yo creo que sí. Si eres amiga de Adrián puedo ayudarte. ¿Dónde nos vemos?

—¿Te parece un almuerzo en una hora?

Claro.

—Bien, te espero en la puerta principal del centro comercial—dije pensando brevemente en Adrián y sus indicaciones para encontrarnos a cenar.

Espectacular. Nos vemos, entonces.

—Adiós, y... gracias.

No hay de qué.

Entonces corté la llamada. Iría a casa, me cambiaria de ropa, e iría al encuentro con ese abogado.

[***]

El tipo era... demonios. Alto, delgado, elegante. Te atraía como un imán. Usaba un traje gris, camisa blanca y una corbata negra, tal y como se había descrito hace dos segundos cuando me llamó para decirme que ya estaba en el punto de encuentro. Lucía totalmente impecable. Caminé hasta él y le toque el hombro. Él se giró con una cara de, ''soy un Dios y lo sé'' y me sonrió.

—Hola. —dijo estirando su mano. —Debes ser Leah Collins

Estreché su mano, y sonreí.

—Si. Un placer, André. —murmuré. Él se me quedó mirando sin saber que decir. Segundos después sonrió, y se lamió los labios. Dio paso a un suspiro y habló;

—Es un placer también Leah. Bueno... ¿almorzamos? mientras me cuentas de que se trata todo esto.

Asentí.

Unos minutos después, estaba tan callada que lo único que podía hacer era mirar mi plato como si fuera lo más interesante del mundo, mientras él bebía un poco de vino observándome con detenimiento. Suspiré y levanté la mirada.

—Luces bastante joven. ¿Por qué alguien como tú necesitaría a un abogado?—preguntó. Me removí en mi silla y solté una risita nerviosa.

—Es un asunto complicado. —susurré.

—Pues he venido para ayudarte, Leah. —murmuró mirándome. Tenía una mirada intensa y gris. Como una tormenta, no lo sé. Tal vez como un huracán. Fría, y superior. Nada parecida a los ojos egocéntricos, cálidos, y a la vez peligrosos de color miel que poseía Justin y que yo adoraba.

—Mi novio está en la cárcel. —solté. André levanto sus cejas y paso su lengua por su labio inferior. Se llevó las manos a la cara y después colocó su dedo índice por encima de su labio superior y el pulgar bajo su barbilla. Me miró unos segundos.

—Bueno, he escuchado cosas peores. —comentó.

—¿Ah, sí? —pregunté

—Por su puesto. —murmuró. De su maletín negro saco un par de papeles y comenzó a anotar tonterías. Me miró unos segundos, y después siguió escribiendo. ¿Cuántos años tendría?

—¿Podrías darme una idea de que cargos tiene?

—Falsificación de obras de arte... no lo sé, robo... eso, básicamente. —murmuré.

—Adrián me dijo que lo había deportado a Sydney, ¿Dónde se encontraban antes?

—En España. —contesté. —Escucha, André.

André me miró con atención. Lo miré a los ojos, adoptando posición de chica que lo tiene todo, dominante, egocéntrica, dueña del universo.

—Quiero que hagas todo lo que este a tu alcance para sacarlo de ahí. —Hablé. Abrí mi bolso y saqué un sobre amarillo. Este contenía dinero en efectivo. Mucho dinero. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera por sacar a Justin de allí. Y si iba a tener que sobornar a un abogado, para que este a su vez sobornara a un juez, y también a un fiscal, lo haría.

El dinero me daba igual.

No tenía una chorrada de dinero, pero con lo que tenía tal vez podía llevar a cabo mi plan e incluso sacarlos a todos. Y si faltaba, pues... ya me las arreglaría.

  —Haz lo que sea necesario con el sobre. ¿Bien? Soborna, advierte, amenaza, no lo sé. 

—Supongo que lo haré, —dijo tomando el sobre. —¿Qué hace una chica así metida en este asunto? Bastante corrupto.

Su mirada era algo divertida, pero su rostro se mantenía serio, cauteloso. Preguntándose en verdad como mierda estaba metida en este embrollo.

—No lo sé. —susurré. —Dime tú. Hablas de corrupción pero eres un abogado. Una persona, más corrupta que yo. Con la segunda profesión más corrupta, después de los políticos, claro. —murmuré al final.

André me regaló una sonrisa.

—Eres inteligente, Leah.

—Lo sé. —respondí sonriendo ligeramente, y mirando hacia el lado.

—Sacaremos a tu novio de allí. —suspiró bebiendo un poco de vino. —Lo prometo.

Asentí.

—Espero que seas un hombre de palabras.

Él se inclinó ligeramente hacia adelante. Y me miró.

—Lo soy.

—Te daré más sobres como ese. —susurré confidentemente. —Porque haré lo que sea por sacarlo de allí.

—¿Lo que sea? —preguntó mirándome fijamente. A veces me imagino a Justin siendo como este hombre con unos pocos años más. Magnético, sexy, confiado, y con ese no sé qué.

—Si. Pero si me viene a hablar de sexo te mando a la mierda y me consigo otro abogado. —Le advertí. Él se echó a reír y levanto sus manos con inocencia, aun riéndose.

—Nadie ha hablado sobre sexo.

—Pero eres un hombre, y lo pensaste—puntualicé. El solo sonrió. —De todos modos, creo que eres un poco mayorcito.

—Pero estoy bastante bien. Además, no creo que sea tanto. Te echo unos veintidós.

—Veintiuno. —contesté. —Te hecho cuarenta.

Me reí de mi mal chiste y el me miró con una cara de falsa indignidad.

—Mucho menos. —se lamió los labios. ¿Acaso lo hizo apropósito? ¡Estoy haciendo tratos con un maldito dios egocéntrico! Joder, el tío esta bueno. No lo niego, pero un poco de ética profesional no estaría mal.

—Treinta y cinco. —dije.

—¿Tan viejo luzco? Creí que el traje me favorecía—comentó. —Treinta.

Agregó luego de unos segundos.

—¡No! —dije incrédula. Él sonrió. Si, definitivamente quiero que Justin sea como este hombre cuando seamos más viejos.

—Está bien, treinta y uno. Es poco.

—Diez malditos años. —dije riéndome. —Un poco de ética, por favor.

—Sólo juego. Ganaré el caso, lo prometo. Además, los sobres ayudarán.

—Eso espero. —Murmuré.

—Se viene arduo. ¿No pudiste avisarme antes?

—Llegué hace muy poco de España, allá tuve que dormir en un aeropuerto, tampoco he dormido mucho estando aquí y hoy apenas me he enterado que es el juicio. Hablé con el policía que lo tiene encerrado.

—Hey, ahí la has cagado. —dijo suspirando.

—Oye, al parecer la elegancia se te fue al carajo. —me reí. Él sonrió ligeramente. Jamás creí que un abogado sonriera tanto.

—¿Tienes el nombre del policía?

—Steve Robinson, PFA.

—Ah. Ya. Lo conozco. —murmuró. —No hables más con él. Me encargaré de todo.

—¿Qué crees que consigas?

—No creo Leah, lo haré. Probablemente arraigo nacional durante un par de meses, firma semanal y esas tonterías. Saldrá.

—Oh, y uhm...—suspiré. —tengo otro problema.

—¿Si? —dijo escribiendo aun.

—No solo mi novio está encerrado... si no que otros tres amigos también.

—Mierda. —dijo. —Pero... no pueden ser todo el mismo día, ¿no?

—Creo que no—murmuré.

—En cualquier caso llamaré a Moreau y le preguntaré sobre todo. Comenzaré a moverme desde hoy. Pero antes, quiero un postre. —dijo sonriendo. —¿Aceptas?

Suspiré.

—Está bien.

Esa noche, soñé con Justin. Era increíble como mi mente, mi cuerpo, eran conscientes de que lo necesitaba más que a nada.

Tal vez era idiota.

Tal vez nadie entendiera como me sentía. Como... me siento, en este preciso momento. Pero así es el maldito amor. No hay una ciencia, ni algo constante. Ni algo que te haga saber lo que te pasa. Me sentía tonta, porque de alguna forma jamás creí necesitar a alguien de la forma en que lo estaba haciendo. Cuando conocí a Justin no se me pasó por la mente jamás, que íbamos a acabar así.

Es decir... nada ha acabado, pero la idea de terminar enamorándome perdida y profundamente de él sin importar nada más. El amor te consume, te exalta, te lleva a lo alto y es increíblemente fuerte como de repente te deja caer.

''Tal vez Justin es el tipo de amor que recordarás por siempre, pero no el tipo de amor que durará por siempre.'' Aun no podía pensar con claridad al recordarme las palabras dichas por Steve, que me rodearon todo el día. ¿Tendría algo de razón? Negué al instante.

Quería a Justin. Para siempre.

Y era de lo que más estaba segura.

__________________________________________

Lamento si esta algo aburrido y todo eso, pero es como una etapa por la cuál debemos pasar antes de llegar al climax de todo lo que he pensando en escribir. Lamento también si las aburro FKLFDGÑLK, es que no sé, ando totalmente en otra:( Por cierto, los leídos bajaron un poquito y igual eso me desanimaaaaaaaaaa pero a tirarle para arriba no más! A veces todo se me viene encima y se me desordena pero de verdad intento hacerlo bien:(

Voten y comenten muuuuuuuuuuuucho♥

Las quiero infinito, nos leemos pronto1313.


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