Hermosa Pesadilla [Completa ✔]

By Pidge-Reader

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¿Pueden las pesadillas dar como resultado, algo hermoso? More

❄️ Sinopsis ❄️
❄️ Advertencias❄️
❄️ PARTE I ❄️
❄ Capítulo 1 ❄
❄️ Capítulo 2 ❄️
❄️ Capítulo 3 ❄️
❄️ Capítulo 4 ❄️
❄️ Capítulo 5 ❄️
❄️ Capítulo 6 ❄️
❄️ Capítulo 7 ❄️
❄️ Capítulo 8 ❄️
❄️ Capítulo 9 ❄️
❄️Capítulo 10❄️
❄️ PARTE II ❄️
❄️Capítulo 11❄️
❄️Capítulo 12❄️
❄️Capítulo 13❄️
❄️Capítulo 14❄️
❄️Capítulo 15❄️
❄️Capítulo16❄️
❄️Capítulo 17❄️
❄️Capítulo 18❄️
❄️Capítulo 19❄️
❄️Capítulo 20❄️
❄️PARTE III❄️
❄️Capítulo 21❄️
❄️Capítulo 22❄️
❄️Capítulo 23❄️
❄️Capítulo 24❄️
❄️Capítulo 25❄️
❄️Capítulo 26❄️
❄️Capítulo 27❄️
❄️Capítulo 28❄️
❄️Capítulo 29❄️
❄️Capítulo 30❄️
❄️PARTE IV❄️
❄️Capítulo 31❄️
❄️Capítulo 32❄️
❄️Capítulo 33❄️
❄️Capítulo 34❄️
❄️Capítulo 35❄️
❄️Capítulo 36❄️
❄️Capítulo 37❄️
❄️ Capítulo 38 ❄️
❄️ Capítulo 39 ❄️
❄️ Capítulo 40 ❄️
❄️ PARTE V❄️
❄️Capítulo 42❄️
❄️Capítulo 43❄️
❄️Capítulo 44❄️
❄️Capítulo 45❄️
❄️Capítulo 46❄️
❄️Capítulo 47❄️
❄️Capítulo 48❄️
❄️Capítulo 49❄️
❄️Capítulo 50❄️ (FINAL)
❄️
❄️Epílogo❄️
❄️NOTA DE LA AUTORA❄️

❄️ Capítulo 41 ❄️

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By Pidge-Reader

• <❇≫───•◦ ❈◦•───≪❇> •

Emprender el camino nevado de nuevo junto a Leonard, le causaba tanta emoción como tristeza. Quería dejar de sentir que estaba haciendo algo malo mientras se sentía tan bien. Respiró profundo mirando por la ventana, y luego al otro lado, a Leonard.

—¿Por qué el invierno resulta tan triste? —preguntó.

—Tal vez porque es frío. Y el frío causa aflicción —respondió él. Pero luego frunció el ceño, como si lo pensara mejor—. Y quizás también porque es blanco. Y simple. Supongo que sienta mejor un mundo verde, lleno de flores de colores. Parece menos triste. Pero no significa que lo sea. Al menos a mí se me hace menos triste el invierno ahora que estás tú. Porque cuando no estabas daba igual la estación que fuese. No había color.

Candy rió.

—Estoy de acuerdo con que un mundo verde sienta mejor. Y a dónde quiera que vaya contigo el verde está allí.

Ésta vez rió él.

—Soy tan feliz de estar contigo —susurró, y la tomó de la mano. Candy sonrió, pero enseguida pensó en Noah, en el chico muerto y en la foto de su cadáver. No quería hablar de eso ahora. No quería arruinar el momento de magia que anhelaba y usaba para escapar de la realidad. Pero tenía un nudo en el pecho. Y aunque apretó la boca con fuerza, tuvo que expresar el miedo que sentía.

—Tengo miedo de Noah... —comenzó a decir, pero se tapó la boca con ambas manos y las lágrimas quemando sus pestañas.

Leonard no se inmutó.

—Así que después de todo, era él. He escuchado las noticias —asintió con la cabeza.

—Leonard —sollozó ella—. Creo que él... estuvo en mi apartamento. Causó un desastre y.... dejó una fotografía del cadáver del chico que lo golpeó —dijo con la voz trémula.

Fue en ese momento que Leonard pareció perder el control. Frenó con brusquedad y volteó a mirarla con furor, los ojos muy agrandados, la boca entreabierta y el ceño fruncido. Estaba temblando. Exhaló con fuerza antes de volver a mirar al frente.

—¿Una fotografía del cadáver? —masculló, eufórico—. Ese maldito hijo de puta...

—Es por eso que salí huyendo junto a Lily...

Él recostó los brazos del volante, y posteriormente la cabeza sobre los brazos. Candy sólo podía mirar su mandíbula apretada. Y alcanzó a escuchar, por lo bajo, que Leonard murmuraba:

—Voy a matarlo.

Pero entonces pretendió no haberlo escuchado. Volteó a mirar por la ventana. Las sirenas de la policía sonaban por todos lados. Las patrullas iban y venían, dando vueltas por cada manzana en busca del prófugo asesino. Ella se sentía muy nerviosa. De pronto sintió la mano de Leonard entrelazándose con la de ella y volvió a mirarlo. Él tenía los ojos entrecerrados, carentes de humor.

—No cabe duda de que él va a acecharte. Pero la verdad es que no estoy seguro si irá primero por ti o por mí. De cualquier manera, irte con Lily es la mejor decisión. También debes poner al tanto a tus padres. Lo mejor será que nosotros no estemos juntos por ahora. Aun así estaré pendiente de ti cada segundo. Y al mismo tiempo podremos saber cuál de los dos estará siendo acechado primero.

Cada palabra venía acompañada de un viento gélido que le congelaba los huesos a Candy. Sentía terror absoluto y puro. Y al mismo tiempo, en el momento menos esperado, sentía deseo.

Porque Leonard era guapo y ardiente. Y ese aspecto de molesto, de sobreprotector, le causaba avidez. Porque aquel hombre era suyo de todas formas. Podía tomarlo y no lo había hecho desde hacía demasiado tiempo.

Con ímpetu, se abalanzó sobre él, besándolo como si fuese la primera vez que besaba aquellos labios. Leonard sólo tardó un segundo entre sorprenderse y reaccionar. La tomó entre sus brazos, dejándola pequeña bajo él, porque aunque ella había comenzado, parecía que no podía dominar al hombre grande ante ella.

Luego llegó la consciencia. Candy lo apartó de encima. Leonard quedó anonadado, con los ojos entrecerrados llenos de lujuria y los labios enrojecidos, entreabiertos.

—Estamos en el medio de la calle —titubeó ella, acomodándose en el asiento mientras volteaba a la ventana.

Él se aclaró la garganta y asintió antes de arrancar.

—Cómo te decía —dijo él, cómo si no hubiese pasado nada hacía tan sólo unos segundos—, el resto del tiempo a partir de mañana, no pasaremos tiempo juntos. ¿De acuerdo?

Candy tenía la cara sonrojada. Por el beso lujurioso. Y por tener que estar lejos de él.

—De acuerdo —dijo igualmente, con los brazos cruzados—. Pero hoy... —volteó a mirarlo. La cara pálida de ojos verdes no tenía expresión.

—Hoy seamos novios. Y pasemos una noche increíble —le dio un vistazo rápido, y le tomó una mano de nuevo, entrelazándola con la de él.

Una sonrisa amplia se formó en la cara de Candy y asintió con fuerza reprimiendo una carcajada de felicidad. Y en ese momento la invadió la sensación de desolación, que la hacía preguntarse: ¿estaba bien reír? A pesar de todo lo que estaba pasando... ¿Estaba bien ser feliz como si nada?

—No te culpes —dijo Leonard como si escuchara sus pensamientos, y le acarició la mano con el pulgar—. No eres tú la que ha hecho cosas malas, así que no te castigues.

Ella lo miró, con los ojos ardiendo de amor.

—¿Y si yo fuese la mala?

—Entonces yo te castigaría —esbozó una sonrisa coqueta. Y Candy agachó la cara. Era obvio que no esperaba aquella respuesta. Leonard la miró por lo bajo pero ella no se dio cuenta. Él rió. Y ella no preguntó cuál sería el castigo.

—Hace calor —murmuró, aclarándose la garganta.

—¿Apago la calefacción? —preguntó él, natural.

—Por favor —asintió comenzando a bajar la ventanilla. El viento frío entró de inmediato, entumeciendo sus mejillas. Exhaló fuerte para que el viento se llevara su aliento. El camino era desierto. La noche comenzaba—. ¿A dónde vamos?

—Primero vamos a comer, debes tener hambre.

—Oh, sí. Se me antoja una pizza gigante.

—¿Alguien tan pequeño puede comerse algo tan grande? —preguntó él. Y Candy de nuevo se sonrojó. Otro suspiro al viento. Una nube de vaho voló hacia el camino que dejaban detrás.

—Creo que... Si tengo mucha hambre sí —tartamudeó. Y mientras, Leonard reprimía la risa.

—Ah. Claro —asintió—. Vayamos por esa pizza gigante entonces.

El sonido de la ventisca entraba al auto manteniéndolos en un silencio tranquilo. La música sonaba bajito. Candy se sentía cómoda en silencio junto a él. Era cómo un sueño. Quizás si cerraba los ojos un momento podría despertar en su cama. Así que se aseguró de parpadear en menos de un segundo cada vez. Porque si estaba soñando no quería despertar.

—¿Por qué siempre vamos tan lejos? —preguntó, volteando a mirarlo otra vez.

—Es menos probable encontrar a alguien que me reconozca si estamos lejos de la zona. No quiero a tipos drogadictos encima de mí mientras estoy contigo.

—Todo terminará cuando comience la primavera —mencionó, cómo si él no pudiese recordarlo.

—Así es —asintió él con una sonrisa—. Y si acaso alguien llegara a reconocerme alguna vez, no tendrían constancia de que soy la misma persona. Porque entonces tendré un nuevo nombre.

Candy sintió escalofríos. Tragó saliva con una sonrisita tímida.

—¿Cuál será tu nuevo nombre?

—Shadow —esbozó una sonrisa—. ¿Te gusta?

Le gustaba más Leonard, pero Shadow estaba perfecto.

—Sí —soltó una risita alegre—. Es muy bonito. ¿También cambiarás tu apellido? ¿O serás Shadow Mckinnon?

—Podría ser Shadow Schmidt, de todas formas.

Los ojos de Candy crecieron, quedando sorprendida al escuchar su apellido en la voz de Leonard. Pensó rápido. ¿Alguna vez se lo había dicho? No lo recordaba.

—¿Cuándo te dije mi apellido? —preguntó con una sonrisita dubitativa.

—No me lo dijiste —respondió él con tranquilidad—. Sólo lo leí en tu firma en aquel cuadro cuando me dibujaste. ¿Por qué? ¿Era un secreto? —le dio una miradita con una ceja elevada. Candy rió.

—Siempre tan detallista —suspiró—. Pero... ¿por qué serías Schmidt de todas formas? ¿Te refieres a...? —se interrumpió cuando sintió la cara calentándose.

—¿A tomar el apellido de casados? —concluyó él—. Ah. No. No tienes que casarte conmigo por obligación. Pero puedo tomar tu apellido cómo inspiración para mi nueva identidad. Shadow Schmidt. ¿No te gusta?

Pero Candy no le había prestado atención al resto después de haber escuchado apellido de casados.

—¿Te gustaría casarte? —preguntó ella, titubeante.

—No lo había pensado. Pero si lo pienso en éste momento te juro que contigo me gustaría hacer de todo.

¿A dónde iban todas las conversaciones? ¿Todo se estaba tornando pícaro o ella estaba malinterpretando todo? Se llevó las manos a las mejillas calientes. Rió.

—¿Y a ti te gustaría casarte? —Le preguntó él con ternura—. Apuesto mi vida a que te verías increíble vestida de blanco caminando al altar. Tal cómo el ángel caído del cielo que eres.

—Basta —susurró, hundiéndose en el asiento—. ¿Cuántos halagos vas a decirme? Voy a explotar.

Leonard rió.

—Lo siento. No puedo evitarlo. Niña tonta.

Candy apretó los ojos y los labios debajo de las manos para que no pudiera ver cómo moría de amor. Volteó a la ventana con una gran sonrisa y se percató de que llegaban a un campo lleno de luces de colores. Se emocionó al instante.

—Hermoso —musitó.

—¿Te gusta?

Ella asintió mientras él se estacionaba y luego bajó enseguida. El lugar era cálido, a pesar del frío. Estaba lleno de sillas de felpa blanca y mesitas cuadradas. Cada puesto tenía por encima una sombrilla de esquinas puntiagudas de dónde colgaban las luces, de una a punta a otra por todo el restaurante.

Leonard bajó después de ella y la tomó de la mano dejándose guiar hasta el puesto que ella eligió. En cuanto se sentaron llegó una mesonera, pero sin siquiera leer el menú ella pidió pizza. La chica se fue y ella miró a Leonard encantada.

—Estoy tan feliz —rió—. Y tú te ves tan guapo allí sentado frente a mí —confesó.

Él esbozó una sonrisa ladeada con la mirada entornada.

—¿Es la hora de mis halagos ahora?

Candy rió y él se unió a su risa. Pensaba que aquel momento era perfecto. Pero de pronto, vislumbró detrás de Leonard un cabello pelirrojo, que la dejó estupefacta. ¿Era Noah? Con la cara de que había visto un fantasma, se percató de que había llegado la pizza. La mesonera se retiró con una amable sonrisa y Leonard miró la pizza con una ceja elevada.

—Me temo que no hay pizza gigante aquí —opinó.

Candy rió, y luego volvió a mirar detrás de él al cabello rojo. Ésta vez pudo ver la cara del chico. No era Noah. Exhaló con alivio.

—¿Pasa algo? —preguntó Leonard sacando un pedazo de pizza para luego servirlo en el plato de ella.

—Creo que no volveré a ver un cabello rojizo de la misma manera. Estoy aterrada —admitió.

—Comprendo —asintió él, y en vista de que ella no había comido, llevó la pizza a su boca—. Abre —le dijo. Y no bastó más para que la cara de Candy enrojeciera cómo carmesí. Leonard rió—. Abre la boca, pequeña.

Ella abrió rápido, dándole un mordisco abrupto a la pizza y luego alejó la mano con la ración lejos de ella. Sin embargo, el queso derretido permaneció estirándose un poco más. Pero entonces Leonard lo mordió para cortarlo. Y fue así cómo quedaron frente a frente con el hilo de queso en medio y cada extremo en sus labios. Él sonrió, y absorbió el queso hasta que pegó su boca con la de ella. Y quizás vio el momento ideal para besarla, porque eso hizo.

—También vi la dama y el vagabundo —informó después guiñándole un ojo.

Candy rió, aun avergonzada, pero deseando más de él cada segundo.

—Come, mi amor —señaló el plato de ella antes de darle una mordida a su rebanada—. Entiendo que vaya a ser un poco difícil a partir de ahora porque pensarás que él está en todos lados. Pero yo estoy aquí para protegerte. Ahora come tranquila, ¿sí?

Un sueño.

Un sueño del que no quería despertar.

—Quiero pintar —dijo mientras comenzaba a comer—. Y quiero que toques el piano para mí —su sueño favorito. El sueño que podría repetir eternamente.

—Quiero tocar el piano para ti —asintió—. Me parece una idea excelente.

Comieron en silencio, mientras el viento frío los rondaba junto a la música suave, y ellos se miraban. Había demasiado amor en sus miradas. Se amaban. Se deseaban. No llores, muñeco de nieve. Decía la canción en la radio.

Los ojos de Leonard se abrieron un poco, con sorpresa, con emoción.

—Candy —susurró con su voz ronca, con delicadeza, parpadeando lento—. ¿Bailas conmigo? —estiró la mano hacia ella.

Candy palideció, incrédula. Pero tomó su mano de inmediato. Estaba nerviosa y emocionada. La música era hermosa, y Leonard tan grande y apuesto. Sexy. Tierno. La tomó por los brazos y los ubicó sobre sus hombros antes de sujetarla por la cintura. Ella apretó sus manos. Hombros grandes. Sonrisa ladeada. Ojos que brillaban. Que ardían. Los ojos más intensos que había visto en toda su vida.

Sonrieron.

Fue así cómo comenzaron a bailar bajo la nevada.

Romántico.

Cómo en las películas.

Cómo en los sueños.

¿Cuándo iba a despertar de aquella hermosa pesadilla?

Deseaba no hacerlo nunca.

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