El clan del viento - Estrella...

By IrisBoo20

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Nada es imposible cuando el enemigo es ambicioso y despiadado. Hay muchos lugares donde sepultar a una reina... More

Continuamos
Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Epílogo
La Legión del Fénix

Capítulo 1

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By IrisBoo20

Rigel

No hay nada más primitivo y satisfactorio que alimentar a aquellos a los que amas, y para un rojo alimentar con sus propias manos a su sejmet además es muy erótico. Los dientes de Nydia atraparon el trozo de fruta de mis dedos con exquisita delicadeza, enviando una descarga eléctrica directamente a mi entrepierna. En mi cabeza aparecieron cientos de imágenes que implicaban sus dientes y varias partes de mi cuerpo, haciendo que el traje de vuelo que llevaba encima se sintiera demasiado apretado en la zona de mis genitales.

—Sé lo que estás pensando, gatito travieso.

—¡Ah!, ¿sí? —No necesitaba una respuesta a eso, podía verla en las pupilas dilatas que me observaban entre sus párpados medio cerrados.

—No te quepa duda. —me aseguró.

¿Cómo resistirme a probar el sabor de la fruta en sus labios? No podía. Me incliné hacia ella para besarla tal y como necesitaba, cuando a pocos centímetros de su rostro, una colosal sacudida casi nos hizo caer de nuestros asientos. Antes de que ninguno de los dos pudiese decir nada, las luces empezaron a parpadear, y otro par de sacudidas nos golpearon. No tenía dudas de lo que estaba ocurriendo.

—Nos están atacando. —Ayudé a Nydia a recuperar la estabilidad, dejando sus manos ancladas en el borde de la mesa. Si no la soltaba, aguantaría allí tanto como el anclaje que sujetaba el mueble al suelo.

Tenía que encontrar la manera de identificar el peligro y ponernos a salvo. Con una nave del tipo en el que viajábamos, las opciones de defendernos eran más bien pocas, las naves de lujo apenas tenían medidas de ataque, solo algunas defensas. No deberíamos haber necesitado mucho más, ¿quién se atrevería a atacar a la reina blanca. Quizás eran piratas que solo veían una nave de lujo. Me he movido en ese lado oscuro, y sé que con un aviso es suficiente, porque uno no quiere destruir la nave y los tesoros que puede albergar dentro de ella. La intención de todo pirata es abordar la nave y saquearla, puede que después la destruyera con toda la tripulación dentro, pero de primeras no intenta reventarla.

Todo esto me llevaba a pensar que quién nos estaba atacando no era un pirata. Nuestra única opción era huir tan rápido como fuese posible, y sí, la velocidad venía incluida en una nave de lujo. Sólo esperaba que los propulsores no estuviesen destrozados.

Corrí hacia la cabina de mando, donde Kalos trataba de controlar la nave sin mucho éxito. Las luces parpadeaban en todos los tableros, advirtiendo que los sistemas estaban fallando.

—Apenas noté que algo andaba mal, cuando recibimos el primer disparo. Alcé los escudos, pero no servirá de gran cosa. Perdemos energía. —Eso explicaba el por qué los dos impactos posteriores no parecieron tan terribles como el primero. Pero si perdíamos energía, los escudos magnéticos no aguantaría mucho más.

—¿Quién nos ataca? —Silas llegó en ese momento hasta la cabina, aferrándose a cualquier superficie para evitar que esa extraña vibración que parecía envolver a la nave no lo derribara. Parecía como si algo nos estuviera zarandeando, como un terremoto en el espacio. ¿Era eso posible?

—No lo sé. Algo me despertó, pero no me di cuenta de lo que era hasta que pasé por la cabina y descubrí que habíamos salido de la hipervelocidad.

—No deberíamos haberlo hecho, no aquí. —Silas miraba intrigado al otro lado de la ventana frontal. Estábamos cerca de un planeta, uno con algo brillante a su alrededor, algo contra lo que rebotábamos constantemente. ¿Era eso lo que nos estaba golpeando? O, mejor dicho, ¿éramos nosotros lo que estábamos golpeando a esa cubierta?

—¿Dónde estamos? —Nudya acababa de llegar junto a nosotros. Bien, ya estábamos todos los pasajeros. Busqué con rapidez en el mapa estelar nuestra localización, porque si la nave acababa en docenas de pedazos, nuestra única posibilidad de supervivencia estaba en ese planeta.

—Delta-6 R-42. —Antes de terminar de leer en voz alta el nombre que apareció en la pantalla, sabía el motivo por el que estábamos allí, y qué era lo que nos estaba tacando. Quién fuese que había planeado esto, había sido muy astuto. Mi cabeza giró hacia Silas, el único, además de mí, que sabría realmente lo que todo aquello significaba.

—Tenemos que salir de aquí. —Asentí conforme a su observación. Fue lo último que vi antes de que la iluminación interior se apagara, para unos segundos después dar paso a las exiguas luces de emergencia. A parte de evitar que chocáramos con una pared, no serviría de mucho más.

—A las cápsulas salva vidas. —Todos comenzamos a correr hacia la señalización roja que brillaba en el suelo. El aire había dejado de renovarse, por lo que el suministro de oxígeno alternativo era una prioridad.

Otra sacudida, y la gravedad artificial desapareció, obligándonos a impulsarnos con manos y piernas hacia nuestro objetivo. Tomar la decisión de hacia cual de los dos muelles de cápsulas fue fácil, solo teníamos que seguir los rastros de los objetos que flotaban ingrávidos a nuestro alrededor. El campo magnético del escudo de aislamiento que protegía el planeta los atraía hacia su desintegración.

Cuando llegamos al pequeño muelle de emergencia, las cápsulas se iluminaron, al mismo tiempo que los armarios con el equipo de emergencia. Trajes, respiradores, kits de reparaciones... Todo listo para afrontar cualquier emergencia. Mi propia respiración era pesada, así que sabía que las reservas de oxígeno en el aire eran mínimas. Tomé un par de respiradores y le pasé el primero a Nydia. Su rostro sudoroso me indicaba que ella ya notaba la fatiga por falta de oxígeno en sus pulmones.

—Tienes que entrar ahí. —La empujé si miramientos hacia la primera cápsula. Pero ella se resistió.

—No voy a ir a ningún lugar sin ti. —Sus ojos me suplicaban que no la dejase sola. Estaba asustada, podía olerlo en su piel. Pero aún así, su prioridad no era ponerse a salvo, era que yo lo hiciese. Y la amé más por eso, por tener aquel enorme corazón, que suplía con creces el vínculo hormonal que encadenaba a un rojo con su pareja asignada.

—Las cápsulas son individuales, mi amor. —Susurré cerca de su rostro, tratando de convencerla para que entrase. El tiempo se nos terminaba. En una de aquellas sacudidas, la integridad de la nave se rompería, y desde ahí, no seríamos más que un trozo de metal que se iría desmenuzando en trozos hasta convertirse en inofensivas partículas que flotan por el espacio.

—Rigel. —Suplicó al pronunciar mi nombre.

—Iré detrás de ti. —La empujé dentro de la cápsula, y antes de que pudiese protestar, cerré la compuerta desde fuera.

—15 segundos para la próxima sacudida. —Estaba seguro de que Silas llevaba el conteo del tiempo entre impactos contra el escudo, y que el cálculo que había hecho era una aproximación fiable, si no exacta.

—Os lanzaré a todos a la vez.

Para evitar que las cápsulas de salvamento sufrieran el mismo tratamiento que la nave, revotando una y otra vez rechazados por el escudo, hasta su total desintegración o envío al espacio, debía lanzarlos justo en el momento que la nave tocase el escudo. Así, la propulsión mecánica de la cápsula la enviaría al otro lado del escudo. Estarían a medio camino del planeta. El sistema de guía los llevaría hasta el punto de aterrizaje más cercano a una zona poblada. Lanzándolos todos al mismo tiempo, haría que las cápsulas no cayesen demasiado lejos unas de otras. Y eso me llevó a Kalos.

Él estaba parado frente a la cápsula de salvamento, y no es que estuviese indeciso por entrar, sino que sabía perfectamente lo que había en mi cabeza. Antes de que tomase la iniciativa y se ofreciese a ocupar mi lugar, lo empujé dentro de la cápsula, eso sí, le dejé bien claro cual era su misión, esa por la que esperaba que sacrificase su vida si fuese necesario.

—Protégela con tu vida. —Su mirada me observaba con determinación.

—Lo haré.

—Si no lo haces, te mataré. —Cerré la compuerta.

Sentí el magnetismo del escudo vibrar en mis piernas un segundo antes del choque. Como todo gato, tenía una especial sensibilidad para los campos magnéticos como ese. Con agilidad accioné la palanca de lanzamiento, haciendo que las tres cápsulas salieran disparadas hacia el espacio.

Comprobé que había atravesado el escudo por el pequeño visor al exterior. Ellos estaban a salvo, por el momento. Pero todavía no podía cumplir con mi palabra. Antes de ir tras mi mujer, tenía que hacer algo más, tenía que asegurarme de que alguien vendría a rescatarnos.

Vivir el resto de mi vida junto a ella, sin ataduras, siendo solo una pareja enamorada, era un sueño que me encantaría cumplir. Pero no podía dejar que el resto de los míos, el resto de personas que ahora dependían de ella, perdieran lo que habían recuperado, o lo que estaban a punto de conseguir. No era justo. Así que, por ella, por todos los azules, los rojos y todos aquellos para los que ella era un faro en la oscuridad, tenía que llevarla de nuevo a su trono.

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