—Tenemos que seguir con el plan, unificar los grupos— responde mirando para adelante, dudo si se ha percatado de quien soy—.
—Entonces...apenas veamos el equipo de Hanji tenem....- dice la misma recluta encargada de las bengalas, ahora que la veo es sumamente guapa y por intuición siento que es una buena persona.
-Sí- interrumpe el azabache, algo molesto.
Mikasa ¿Dónde y cómo estás? ...
Anduvimos por los arboles hasta que vimos al del equipo Erwin que por la conmoción del titán extraño se había separado de nosotros, junto al de Hanji. Nos acercamos con precaución por si un titán venia. Nos detuvimos para platicar sobre nuestras acciones.
—¡(T/N)!- Envuelvo a la pelinegra con mis brazos cuando distingo su inconfundible y única bufanda roja, me corresponde con lentitud, sé que no está muy acostumbrada a estas acciones, aquella presión que no me había dado cuenta que sentía, desaparece de sobre mis hombros.
—Estuve tan preocupada— ella palma mi espalda, siempre lo hacía para calmarme... como un bebé, aunque la verdad me encanta que hagan eso.
—¡Volvamos a las murallas!- grita el comandante, nos separamos y asiento, todavía no estoy muy convencida si la misión fue un fracaso o no, pero no le doy mucha importancia, no voy a cuestionar las elecciones de nuestros superiores — Seguiremos con los grupos, pero más cerca —añade el rubio altísimo, agitando su brazo para que avancemos.
Cuando encontramos nuestros caballos «cosa que nos cuesta por la magnitud del bosque» nos dirigimos de vuelta a la muralla. No ha habido muchas bajas, pocas para el ataque que recibimos.
En el trayecto apareció uno que otro titán pero nada fuera de lo normal y que la legión no se pudiese encargar. No sé si nos sirvió en general esta expedición, pero es seguro que a mí sí, he aprendido, he estado en el campo de lo peligroso, he estado al borde de la muerte, donde el abismo está tan cerca que tus músculos envuelven con dureza los huesos y se endurecen, inmovilizándote, donde con una acción mal pensada o realizada te rompes el cuello y mueres; la práctica es siempre más importante, leyendo libros te prepara, pero estar en el terreno te enseña, te hace un soldado, o lo que es mi sueño, te hace una guerrera.
—¡Hey! ¿En qué piensas?- La voz de Miguel me saca abruptamente de mis pensamientos, que no hacían más hundirme cada vez más a un laberinto sin final, por lo que le agradezco de forma interna...
—¿Eh? en nada- sonrío y acomodo mi bufanda y por reflejo trato de agarrar mi collar...verdad, se lo pasé a Eren antes de irme para darle seguridad, pero ahora no tengo mi clase de amuleto, casi he nacido con esto, por lo que me acostumbré a lo molesta que puede ser la cadena a veces en los entrenamientos o volando, o peor, cuando se te enreda en el cabello.
—Ya, haré como si te creyese— entrecierra los ojos, solo lo miro con una mueca divertida y me apresuro para estar al lado del capitán, puedo hacerlo, pero el ruloso tiene que quedarse detrás de los novatos; en parte, a diferencia de Miguel, Levi no es hablador, por lo que para mi es completamente cómodo estar a su lado...de todos modos él es el hombre más fuerte de la humanidad, me provoca un sentimiento casi inconsciente de seguridad. Seguimos nuestro camino hasta llegar a nuestro objetivo, cuando se abren las puertas, la gente que se encuentra a los alrededores se mueven a los costados dejando pasar a los caballos, escucho como susurran toda clase de cosas...Las personas pueden llegar a ser muy idiotas si se lo proponen.
—¡MIKASA, (T/N)!- escucho como el ojiverde se hace paso a empujones y gritos , se acercaba a nosotras, hasta estar al lado de mi caballo, gracias a estar montada en mi compañera señora caballa estoy más arriba que él, así que no se me hace difícil desordenar más su cabellera sonriendo.
—¿Ves? Tengo mis 4 extremidades.... y mi cabeza, por supuesto- reí y él solo agachó la cabeza y se coloca las manos en los ojos, exhausto, conociéndolo, sé que no ha dormido nada desde que nos fuimos y se fue a entrenar, como libera sus tenciones
—Eren...estamos aquí, perfectamente bien— habla esta vez la pelinegra tapándose la boca con la bufanda, no me había dado cuenta que estaba detrás de mí y que al igual, ha dejado avanzar a nuestro lado a los demás soldados.
—Ven, sube— le ofrezco mi mano y lo ayudo a subir a mi caballo.
Al llegar toda la legión está afuera, solo miran atentos, quizás contando a las personas que regresan. Dejamos los animales en el establo...claro, menos a Jean porque se supone que es nuestro compañero.
—Me alegra que estén bien— dijo Armin llegando apresurado a abrazarnos a los tres apenas bajamos del caballo.
—A mi igual— murmura Mikasa.
—Toma, (T/N) — Eren me agarra la mano y me entrega mi apreciado collar en esta, le sonrío y le acaricio el hombro. Ojalá nunca tenga que quedarse ese collar para siempre.
—¡cambia la cara! ¡Estamos completitas!- le afirmo el rostro y con mis dedos esculpo una sonrisa agarrando sus mejillas y estirándolas hacia arriba hasta que lo hace por impulso.
-------------------------Al otro día-------------------------
A todo sol y a la temprana hora estás secando las gotas de sudor que recorre tu frente hasta caer por tus mejillas, con el dorso de la mano limpias cuando amenaza con llegar a los ojos.
Te encuentras cansada por lo duro que ha sido el esfuerzo y la poca hidratación que ha recibido tu cuerpo, tu mente no cabe en la duda del por qué, a pesar de la alta temperatura y poca agua, nadie se ha desmayado. Todos están, aunque con un rostro descompuesto, haciendo el calentamiento trotando por algunas horas en el campo. Mikasa va delante, cansada, pero todavía en pie como si nada, Eren va a tu ritmo, lento pero sin descansar, mientras que Armin se mantiene exhausto atrás, en los últimos.
Cuando nuestro entrenador a esta hora, el capitán Levi, nos ordena con su despampanante voz potente que se devuelvan hasta llegar a él, en los rostros de todos se expresa una mueca de alivio, pero que se va acorde analizan la situación. El mismo azabache lo ha dicho: «tienen que calentar».
—Recluta Tachibana vas a entrenar conmigo— una electricidad recorre todo tu cuerpo, haciéndote temblar con el solo mencionar de tu apellido, este hombre te intimida, eso seguro, pero no sabes si es por su cargo, o por lo atractivo y serio que te parece hasta, quizás, los dos. El punto es que nunca lo has visto combatir cuerpo a cuerpo, pero puedes intuir que es ágil por sus movimientos prolijos en el aire, dignos de un pájaro que ha pasado su vida en el aire y no en la tierra, pero esa es la única información que tienes acerca de sus habilidades.
—S-Si!- te preparas para combatir. Todos se encuentran mirándolos y haciendo como si peleasen entre ellos pero con los ojos puestos en ustedes y no en sus movimientos torpes.
Agradeces estar con una remera simple sin mangas de color rosa pálido, casi blanca y no la camisa blanca que tiene el capitán, sabes que eso te da ventaja, por lo menos un poco, por la comodidad que aquella implica. Él alza sus manos en un puño firme a la altura de su rostro, su torso se ladea al compás que mueve el pie derecho hacia atrás, sin más lo imitas. Un golpe hubiese caído en tu rostro si no fuese porque lo esquivaste dificultosamente, obviamente tienes miedo y es que sabes que si te llega a insertar un golpe directo, te puedes hasta desmayar, y digamos que no es muy bonito aquello.
Tratas de darle un golpe certero en el muslo de tu capitán con un pie, fallando por centímetros. Él te lo devuelve, ocasionando un dolor agudo que se extiende por tu pierna, se te hace dificil por la cantidad de corrientes nerviosas que se han disparado por el golpe. Y ahí, con el cerebro a más no poder de trabajo, te debates seriamente si al final del día, la enfermería será tu cama para pasar la noche, con algunas vendas cubriendo los moretones que te ocasionaría pelear contra Levi.
Ya han pasado algunos minutos del comienzo de vuestro combate, y la única persona que estaba siendo golpeada eras tú. Sangre recorre por tu labio, deslizándose por tu mentón. Tu pierna, eso si, es lo que más te preocupa, pues a cada paso, una electricidad te recorre, pasando por tu mente el pensamiento arriesgado de que en cualquier momento caerías.
Tus brazos ya no dan más, la energía que habías gastado para tratar de darle un golpe daba su fruto. Era jodidamente difícil hasta tocarle un pelo.
Un enganche rápido hace que pierdas el equilibrio, cayendo al duro suelo de arena en un sonido seco, ensuciando tu camiseta y dando por terminada la batalla con la obvia derrota de tu parte. Abres los ojos, topándote con nada más que unas tranquilas nubes nevadas en un cielo azul, brindándote una relajación que desaparece como un balazo cuando todo el resentimiento físico cae por su propio peso. Preparada para enfrentar el mundo, te limpias la boca, manchando la mano con un deje de sangre.
Alzas la mirada, ya sentada, ves como el capitán te ofrece su ayuda para incorporarte, te tardas unos segundos en entender que significa su mano extendida con la palma tomando sol, pero cuando lo haces la tomas con una emoción que te avergüenza.
Todos tus compañeros, como deducías anteriormente, los estaban observando, solo que ya no lo ocultaban, estaban parados sin hacer nada, pendientes y disfrutando el espectáculo, eso hizo que Levi rugiera hacia aquellos soldados, dando unas nuevas instrucciones. Cuando el entrenamiento terminó, cada uno se fue por su lado, a paso lento y tortuoso, pero no tanto como tu, quien el caminar se había vuelto una acción casi imposible para tus pobres músculos, obligando a Eren a posicionar su brazo como apoyo para dirigirnos todos, como unos animales hambrientos, a la cafetería.
—Estuvo muy buena su pelea— habla Eren, masticando su trozo de pan, uno que había sacado de su bolsa de género, seguramente del día anterior.
— Me pateó el trasero brutalmente, Eren— respondiste con gracia, dejando tu taza en la mesa, carcajeando. No te gusta perder, eso era una realidad que te daba dolores de cabeza, pero sabes que no había otro resultado más que la derrota si llegas a enfrentarte a un hombre que tiene la experiencia y fuerza suficiente como para que todos en la legión lo tengan como un ser divino.
—Eres una excelente luchadora— dijo Mikasa, acomodándose al lado de ti, dándote una fragancia dulce. Tratas de sacar un tono de ironía, pero no lo encuentras, pues su comentario provoca una vibración tenue en tu corazón: plenitud y felicidad.
—Gracias... — susurras, avergonzada.
—¿A la próxima le vas a ganar al capitán Levi? — habla, por fin, vuestro pequeño rubio que te observa esperando una respuesta convincente y llena de energía.
—¿Próxima? No, no creo—. Sueltas, incrédula, pero con una sonrisa amistosa.— Joder, es el capitán, obviamente me faltan años para igualarlo, hasta quizás tenga que nacer de nuevo— golpeteas, con tus dedos, la madera de la mesa.
Habríamos seguido con la interesante conversación si no fuese porque toda la sala se adentró a un silencio expectante cuando Erwin Smith, el comandante, se levantó de su silla, elevándose varios centímetros sobre nuestras cabezas, llamando la atención de inmediato. Con una elegancia potente, sus manos se entrelazaron en su espalda, dando una figura estilizada y segura de si misma.
Dejé el té con cuidado en la mesa, temerosa de llamar la atención si esté sonara de forma estruendosa, dirigiendo mis ojos a la silueta, quien inhala para hablar.