Fleur: Memorias del tiempo [D...

By defloresescribo

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Seguramente conoces el cuento de la zapatilla de cristal, el príncipe y el final feliz ¿Pero qué pensarías si... More

Había una vez
UNO
DOS
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
BASTIAN
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
DEAN I
DEAN II
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO
TREINTA Y DOS
TREINTA Y TRES
TREINTA Y CUATRO
TREINTA Y CINCO
SILVAIN I
SILVAIN II
TREINTA Y SEIS
TREINTA Y SIETE
TREINTA Y OCHO
TREINTA Y NUEVE
CUARENTA
CUARENTA Y UNO
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES
CUARENTA Y CUATRO
EL DUQUE I
EL DUQUE II
CUARENTA Y CINCO
CUARENTA Y SEIS
CUARENTA Y SIETE
CUARENTA Y OCHO
CUARENTA Y NUEVE
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO
CINCUENTA Y DOS
CINCUENTA Y TRES
CINCUENTA Y CUATRO
CLARICE I
CLARICE II
CLARICE III
CLARICE IV
CLARICE V
CLARICE VI
CLARICE VII
CLARICE VIII
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS
CINCUENTA Y SIETE
CINCUENTA Y OCHO
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TRES

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By defloresescribo

—Está bien, se esforzó demasiado y su cuerpo no pudo aguantarlo. Con unos días más de descanso se recuperará por completo. —Escuché las palabras llenas de alivio en cuanto mis sentidos volvieron a mí y abrí los ojos. El mismo techo blanco que había visto anteriormente, me recibió.

Me incorporé de repente y miré con los ojos abiertos, casi en pánico, como la pequeña figura de mi madre y la esbelta de mi nodriza se arremolinaban en torno a un hombre anciano. Sentía la garganta seca y los párpados pesados, pero eso no me impidió sentarme.

El médico fue el primero en percatarse de que había vuelto en mí y se acercó dando grandes pasos en mi dirección. El rostro de ambas mujeres parecía aliviado.

—¿Cómo está ella, doctor? —preguntó Margot y dio un paso adelante.

—Unos días más de descanso y estará todo perfecto. —Sonrió y pasó su mano sobre mi cabeza—. Ten más cuidado la próxima vez, pequeña señorita.

Quizá fuera por la sonrisa en su rostro o porque yo estaba demasiado emocionada, asentí casi con violencia antes de sonrojarme.

—¡Eso es bueno! —Mamá se rio en un suspiro y dejó que Margot se encargara de despedir al hombre que ya había juntado todas sus pertenencias en un pesado maletín—. Enviaré una carta para avisarle a tu padre.

Todo el buen humor que había reunido en esos cortos minutos se esfumó tan pronto como lo dijo y la sangre que apenas me había vuelto al rostro, desapareció.

—No... no quiero... no quiero... no quiero... —Me atraganté con mis propias palabras y tiré del vestido de mi madre con urgencia. Su rostro desconcertado se había llenado de preocupación y extrañeza.

—Florecita... tú...

—¡No! —Volví a repetir y sentí que los labios me temblaban y que las manos me dolían por la fuerza que estaba ejerciendo. Sabía que no era razonable comportase así y que la confusión en sus ojos era normal; porque yo, que amaba a mi padre y lo seguía como un pequeño perrito, ahora lloraba esperando que nunca regresara.

Su sola mención provocaba amargos y dolorosos recuerdos. Ese hombre había sido una de las causas principales de la miseria de mi madre y también, me recordaba que mientras yo me quemaba en la hoguera, sus ojos no habían temblado ni una sola vez.

Aún seguía negando cuando el sonido de pies apresurados pasó por la puerta como envuelto en un tornado. Desde mi posición, pude ver la infantil cara de Bastian, mi hermano mayor. Su repentina aparición cortó con todo lo que hasta el momento había estado haciendo y pensando y una bocanada de aire caliente me llenó el pecho ahogándome.

Mis manos viajaron hacia mi boca e intenté cortar el doloroso acceso de tos antes de sentir como una mano me palmeaba la espalda.

Incluso antes de poder treparse a la cama, su pequeña mano se había estirado en mi dirección y sus ojos platinados se llenaron de preocupación. Yo lo miré en silencio, todavía sorprendida.

Una vez más en lo que había despertado, sentí que las lágrimas se aglomeraban en mis ojos y me nublaban la visión. Bastian se había hecho camino hacia mi lado y frotaba mi espalda con cuidado sin que yo pudiera reaccionar.

—Hermano —susurré y su mirada pareció iluminarse. Una sonrisa chiquita le adornó los labios y asintió satisfecho antes de abrazarme.

Mi madre pareció sentirse aliviada de que el episodio anterior hubiera terminado y se rio encantada seguida de una Margot sonrojada que entraba por la puerta palmeándose el pecho. Seguro había estado persiguiendo al niño a mi lado.

—El señorito... de verdad ama a su hermana —dijo y jadeó antes de tomar asiento. Aunque había reproche en su voz, todavía había algo de alegría indulgente.

Quise contestarle que, de todas las personas en el mundo, quizá sólo las que se encontraban en esta habitación me amaban.

El dolor que me había provocado la tos fue menguando poco a poco y, aunque no quería, me sentía adormecer de nuevo. Me dolía un poco la cabeza y el cuerpo me respondía con lentitud, era cierto que había estado gravemente enferma y ahora podía sentir con claridad que, aunque lo peor había pasado, todavía estaba mal.

Apoyé todo mi peso contra el cuerpo de mi hermano y me aferré a la tela de su camisa. No lo dejaría ir.

—Tengo sueño —dije y no era una mentira—. Quiero que mi hermano se quede conmigo.

Ahora, con la mente un poco más clara, sabía que lo que había hecho no era lo correcto y me sentí avergonzada de haber tirado de la ropa de mi madre con una demanda tan irrazonable; después de todo... no había pasado nada aún.

Ambas se mostraron reticentes, pero Bastian me apretó más contra él y aseguró que él me cuidaría. La seguridad en su tono, mucho menos grave del que le recordaba me sacó una sonrisa y las miré a ambas detrás de mis pestañas.

Mamá se mordió los labios y negó resignada antes de hacerle un gesto a Margot. No sabía si se habían ido realmente, pero la puerta había quedado arrimada. Supuse que no se alejarían demasiado.

El silencio se extendió en la habitación y el sueño había comenzado a pesar en mis párpados. Todavía me aferraba a la camisa de mi hermano negándome a dejarlo ir.

Pero, en medio de mi somnolencia, escuché algo que mandó a volar cualquier cansancio.

—No te preocupes, en esta vida, el hermano no te dejará sufrir.

Levanté la cabeza y lo miré con los ojos abiertos de sorpresa, la tristeza, la alegría y la confusión se mezclaron en mi mirada, concentrándose en la realización de una idea. Sentí mi corazón acelerarse y mi estómago contraerse antes de acercarme mucho a él con la mirada puesta en la puerta.

Dejé mis labios junto a su oreja y susurré lo más bajo que pude:

—Mientras estemos juntos, todo va a estar bien.

Repetí la única promesa que me había hecho en toda mi vida y esperé, con el latido en la boca, para comprobar lo que ya había asumido.

Su reacción atropellada al levantarse casi me tiró de la cama, pero confirmó mi idea. Bastian me miraba sorprendido y su pequeña boca se había abierto para formar una perfecta 'O'.

Mi hermano, que ahora era por lo menos cinco veces más pequeño que en mis recuerdos, se arrodilló en la cama y sus manos apenas más grandes que las mías, me tomaron por los hombros. Al mirar su rostro, descubrí como sus ojos se ponían cada vez más y más rojos.

Cuando nuestra madre había muerto, fue la primera y única vez que él me dijo esa frase y en ese entonces éramos apenas dos tiernos niños que habían despertado a la realidad y comenzaban a sentir la crueldad del entorno.

Tomé su mano y lloré. Grandes lagrimones se precipitaron derecho hacia las sábanas, no sabía si era de felicidad o tristeza. En este punto, las imágenes de su muerte me habían atropellado. Mi corazón se había roto en pedazos cuando lo acusaron de traición y lo decapitaron públicamente.

La sangre me había manchado el vestido cuando me acerqué bajo la mirada de las personas a recoger su cabeza. Contra el sentido común, había permanecido sentada al lado de la guillotina durante todo el día, con la cabeza de mi hermano en mi regazo y la vista perdida. Fue entonces cuando el rumor de mi demencia se había esparcido por la capital.

La noble señorita Fleur, de la casa del duque Blanchett, había enloquecido luego de presenciar la decapitación de su hermano el caballero Bastian.

Quizá sí había enloquecido y esa fue la razón que me llevó a usar la bendita magia de los Blanchett para un propósito que a mi parecer estaba más que justificado. Buscar una retribución de sus asesinos me había llevado a mi muerte; sin embargo, ya fuera que estuviera errada o no, hubiera vuelto a tomar esa decisión.

En esta vida, esperaba no tener que hacerlo, en vez de eso, esperaba poder proteger la vida de las personas que amaba.


Gracias por leer y recuerden que pueden encontrar la versión editada del libro, con más contenido, nuevos personajes y corrección editorial en Amazon como "Fleur, memorias del tiempo".

Si les gustó, no se olviden que pueden apoyar mi trabajo adquiriendo el libro en cualquiera de sus formatos y/o compartiéndolo, ya sea en capturas, citas, redes sociales o con amigos para que llegue a más personas y la historia tenga oportunidad de crecer y ser más reconocida.

Los amo!

Flor

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