Volver a Intentar (Completa y...

By IvonneVivier

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Esta es una historia de amor y pasión, de Laura y Javier, desde primer día que se vieron con distintos ojos q... More

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 25
Parte 26
Parte 27 Final
Aviso
Agradecimiento
Agracimiento, otra vez

Parte 24

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By IvonneVivier

Perdón por no poner el capítulo ayer. La semana que viene será el final de esta historia, gracias por leerla, saludos

A una semana del casamiento todo estaba volviendo a la normalidad o lo que se suponía que era la normalidad.

Marijo se sentía más fuerte y estaba hermosa, el embarazo le sentaba muy bien. Federico, la mimaba todo el tiempo. La obligaba a alimentarse bien, la llevaba a almorzar y a cenar a los restaurantes que más le gustaban. Y estaba muy emocionado con la primer ecografía de su bebe que habían hecho por precaución unas semanas después del desmayo.

Carla, totalmente alterada por los nervios, deseaba que llegue el día del casamiento, había convencido a Martín que era de mal augurio convivir con la novia la última semana y le había pedido que se mude al departamento de Javier. Estar separados por unos días le daba más emoción a la noche de bodas y evitaría discusiones de último momento, ya que ella estaba demasiado irritable.

Martín, enamorado como estaba de Carla, hacía lo que ella quería, después de todo, en unos días sería su esposo y la tendría solo para él y para siempre. Le había preparado una sorpresa para el día de su boda y nadie sabía de su secreto, lo había guardado celosamente, quería demostrarle a su novia que todavía podía sorprenderla a pesar de que ella piense lo contrario, como en broma se lo decía solo para enojarlo y así lograr mantenerlo activo en el tema de las sorpresas que a ella le gustaban tanto.

Laura estaba muy atareada en su trabajo, Hernán estaba a punto de retirarse, quería dedicarse a viajar con su esposa. Estaba cansado de los horarios de trabajo y las agendas y delegaba todo en ella, tenía buenos compañeros, además de una responsable secretaria que la ayudaba, pero a veces las horas del día no le alcanzaban.

Sus miedos y angustias  estaban contenidos, volvía a sentirse feliz por lo que le tocaba vivir y estaba aceptando el pasado como tal. Seguía con su terapia, le hacía bien y gracias a ella pudo volver asentirse capaz de formar una pareja, sería una vez más con Javier, ningún otro hombre volvería a ocupar ese lugar en su vida. Pero por el momento seguían siendo algo más que amigos a juzgar por los besos robados y alguna caricia indebida.

Él seguía incondicional a su lado, las visitas se hacían cada vez más seguidas, compartían salidas y cenas a solas, hablando de sus proyectos y solucionando el pasado. Pero Laura no daba el brazo a torcer, aunque Javier sabía cuál era su punto débil y era el mismo que el suyo, lograría doblegarla y ese día no estaba lejos. Se estaba haciendo rogar, él lo sabía y le gustaba.

La fiesta de casamiento estaba organizada en un hotel de Pilar, lejos de las casas de Laura, Federico y Javier por lo que habían decidido reservar varias habitaciones para quedarse a pasar la noche y desayunar juntos antes que Carla y Martin se vayan al aeropuerto a tomar el avión rumbo a su luna de miel. Ellos se hospedarían en una suite nupcial preparada especialmente para la noche de bodas, regalo de Javier.

El día finalmente llegó, Carla estaba muy elegante en su blanco vestido de novia, sencillo come era ella, poco maquillaje y un hermoso peinado recogido.

Cuando Martín la vio, antes de entrar al salón, no tuvo palabras para decirle lo hermosa que estaba. Sólo atinó a besarla dulcemente y sonreírle como tonto. No había boda religiosa y el juez estaba presente en el salón para casarlos y así después festejar hasta el otro día.

El fiesta comenzó después del casamiento propiamente dicho, los invitados llegaron en grupos y en parejas. La música había sido elegida especialmente por Martín, con ayuda de Javier y Federico que le pidieron algunos temas amenazando que de otra forma boicotearían la fiesta.

Laura estaba conversando con sus amigas del colegio cuando lo vio a  Javier entre un grupo de conocidos a pocos metros de ella. Estaba muy elegante en ese traje negro con finas rayas blancas, siempre bien peinado y aunque no llegaba a sentir  su perfume, lo adivinaba, lo tenía grabado en su memoria y sabía que olía de maravillas. Mientras él conversaba animadamente ella no le quitaba los ojos de encima y las chicas lo notaron. Sabían que estaban separados y aunque no sabían por menores,  intuían un acercamiento entre los dos.

-Está muy buen mozo Javier –dijo una de las chicas.

-Sí que lo está –le respondió Laura sonriente y haciendo acopio de todas sus fuerzas para no salir corriendo y comerlo a besos.

-¿Que esperás para ir a saludarlo? ¿Qué otra se te adelante?

-No creo que nadie tenga ni la menor posibilidad, yo soy la única para él, para siempre –aseguró Laura ironizando divertida y fue a buscarlo.

Javier estaba de espaldas cuando sintió que lo tocaban suavemente y al darse vuelta se encontró con Laura.

La saludó sorprendido, mirándola de arriba abajo con una sonrisa, esa sonrisa que le decía que estaba demasiado hermosa para resistir cualquier tentación.

– ¡Estás hermosa! – le dijo poniendo su mano detrás de ella para acercársela al cuerpo y darle un beso,  cuando sintió la suave piel de su espalda desnuda. Sin poder frenarse deslizó su mano desde la cintura hasta el hombro provocándole a ella un escalofrío y él una terrible necesidad de tenerla solo para él en una cama, desnudos.

Ella le respondió la caricia con un suave y seductor beso muy cerca de la boca.

-Vos también estás muy elegante –dijo Laura halagándolo.

La música cambió en ese momento y se abrieron las puertas, se llenó de humo la pista de baile y aparecieron los novios bailando el vals.

A Laura se le llenaron los ojos de lágrimas, estaba contenta de ver a Carla viviendo ese momento. Javier la abrazó por la cintura sonriéndole, sabía cuánto se querían las amigas, por eso la entendía en su emoción.

Cuando comenzaron a acercarse los familiares, Laura sacó a bailar a Martín, le dio un fuerte abrazo, lo felicitó y le pidió que haga feliz a su amiga.

-Sabes que es lo que más quiero en el mundo, va a ser feliz conmigo y yo con ella –le aseguró Martín.

-Eso espero rubio, porque de lo contrario te las vas a ver conmigo.

El vals terminó después de haber bailado con todos los invitados que se les acercaban. Se ubicaron en las mesas. Carla había armado una con sus mejores amigos cerca de ella en la que estaban Laura, por supuesto, Marijo y Federico, Javier no podía faltar,  un matrimonio con el que trabajaba y dos amigas del colegio. Laura se había sentado entre las amigas del colegio, tenían muchas anécdotas para recordar.

 Javier se aseguró de sentarse frente a ella para poder mirarla las veces que quisiera y así fue. Sus miradas se cruzaron provocativamente durante toda la cena.

Al término del primer plato sonó una voz en off presentando al novio en el escenario armado en el centro de la pista, frente a la mesa principal. Carla sorprendida se sentó y supo en ese instante que esa era su sorpresa, aunque nunca se imaginó de qué se trataba. Pensó que había contratado algún show, aunque no adivinaba que podía ser.

Martín apareció en escena con un micrófono en la mano.

-Carla, mi amor, preparé esta canción para cantártela hoy y dedicártela con todo mi corazón -dijo Martín y comenzó la música.

Martín cantó una de las canciones que más le gustaban a Carla. Cantaba muy bien, desde chico había cantado en las obras del colegio y formaba parte de un coro. Por el estudio y el trabajo tuvo que dejar de hacerlo. Carla no sabía que cantara tan bien, alguna vez lo había escuchado y conocía su historia en el coro pero nunca había reparado en lo bien que lo hacía. Estaba muy seductor en el escenario con ese elegante traje oscuro que le hacía resaltar su cabello rubio. Carla sintió una ola de amor profundo que la atravesaba, ese era su hombre y lo volvía a elegir, el que viviría con ella por el resto de su vida y no se arrepentiría nunca de haberlo aceptado como esposo, porque ella sabía que lo había buscado entre muchos y por mucho tiempo y lo había encontrado en el momento justo.

Todos quedaron boquiabiertos, su voz era muy suave y sugerente, no tenía nada que envidiarle a un cantante profesional, realmente cantaba muy bien y los invitados advirtieron que  Carla se había emocionado y lo miraba  orgullosa, con los ojos llenos de lágrimas, cosa algo inusual en ella, que se mostraba impermeable a los sentimientos.

Se levantó y caminó hacia su marido, lo abrazó, en voz baja le agradeció su sorpresa, le dijo cuanto lo amaba, lo beso y le prometió darle su sorpresa en la intimidad. Laura y Marijo le habían regalado un ajuar  muy sexy para su noche de bodas que sabía que definitivamente lo sorprendería.

Comenzó el baile y la mayoría de los invitados salieron a bailar.

A Laura le gustaba mucho hacerlo y lo hacía muy bien, con sus ex compañeras de colegio armaban coreografías de sus canciones preferidas y todos disfrutaban de verlas, incluido Javier que le encantaba verla bailar y con ese vestido que la hacía ver tan sensual, más aún.

En cada oportunidad que encontraba él se le acercaba y, cuando no lo hacía él, lo hacía ella, lo buscaba con la mirada y lo separaba de cualquier mujer menor de cuarenta años que se le acercara. A Javier le divertía verla celosa, sabía que era capaz  de cualquier cosa en esos momentos, incluso de hacer el ridículo y él la provocaba bailando con alguna de las mujeres de la fiesta. Había logrado robarle un par de besos en el pasillo que daba a los baños, pero quería más que eso.

 Bailaron algunos  temas juntos y un par de lentos que él mismo le había sugerido que pongan sobre el final de fiesta.

El evento fue todo un éxito, hubo buena comida, bebida y mucha diversión. Laura estaba en la barra, acalorada después de haber bailado tanto, pidiendo un trago refrescante, cuando se le acercó Javier y le dejó una servilleta doblada sin darle ninguna explicación, cuando se dio vuelta para preguntarle qué era eso lo vio alejarse.

Abrió la servilleta, intrigadísima y leyó la inscripción de adentro "en 15 minutos en la habitación 525", Laura se dio vuelta buscándolo otra vez, pero Javier ya no estaba.

Pidió la copa que fue a buscar y haciendo tiempo, la bebió, sonriendo, pensando en la indecente proposición y en lo decidida que estaba de jugar a su juego de seducción, aunque se sentía en desventaja porque iba sabiendo que había perdido, ya no lucharía  contra sus deseos. Javier la había acorralado como a una presa y ahora era suya, no tenía escapatoria.

 Laura se encaminó hacia el ascensor, encontrándose allí sorpresivamente  con él y un par de personas más que estaban esperando para subir.

-Todavía no pasaron los 15 minutos –dijo Javier irónicamente –¿Estás ansiosa?

-No, es que no tengo reloj –respondió ella del mismo modo.

El ascensor abrió sus puertas y todos entraron, ellos subían hasta el quinto piso y los demás hasta el segundo.

Se cruzaban las miradas  seduciéndose, provocándose, en lo que el ascensor volvió a abrir  sus puertas.

-¿Por qué viniste?- le preguntó  Javier  para incomodarla.

-Porque me lo pediste. –Contestó ella pasándole la responsabilidad.

Los demás ocupantes bajaron y los dejaron solos, Laura continuó con su respuesta.

-Además estuviste provocándome y seduciéndome toda la noche.

-¿Y? –indagó él.

-Y lo lograste –dijo ella y le tomó la corbata, que tenía floja y lo acercó hasta su cuerpo para besarlo, Javier se dejó llevar y le atrapó la boca entre sus labios apasionadamente.

Cuando el ascensor llegó al quinto piso, seguían besándose desenfrenadamente, se abrieron las puertas y buscaron  la habitación 525 tambaleándose por el pasillo sin poder despegarse. Javier abrió invitándola a entrar.

Sin hablar se  apartó de ella y la recorrió con la mirada mientras intentaba controlar la respiración que se agitaba solo por estar anticipándose a  lo que vendría.

 Muy lentamente se acercó y le acarició los hombros, sin quitarle la mirada que se anclaba en sus ojos y bajaba cada tanto a sus labios, tomó los  finos breteles  que sostenían  el vestido de Laura con los dedos, los bajó y el vestido cayó dejándola desnuda, solo una diminuta bombacha le impedía disfrutar de toda su belleza, la observó con  deseo mientras ella se mordía el labio de abajo excitándolo aún más y se quitaba esa prenda que estorbaba. La tomo en sus brazos y suavemente la recostó en la cama, le quitó los zapatos y la besó dulcemente en los labios, primero uno después el otro, siguió por las mejillas, los ojos y dejaba su tibio aliento sobre la cara de Laura que sentía que en cualquier momento le gritaría que no aguantaba más y que por favor la haga suya. Era agonizante lo que estaba haciendo, una deliciosa tortura que le erizaba cada centímetro de piel. Después de besarla suavemente por todo el rostro y el cuello sin tocarla jamás, se incorporó y comenzó a mirarla con la misma deliberada lentitud,  su maquillaje perfecto, su piel blanca y suave que tanto extrañaba, sus largas piernas, sus curvas delicadas y  perfectas al menos para  él, todo de ella le gustaba,  mientras  la recorría  con su mirada comenzó a desvestirse, se quitó la corbata al momento que  se sacaba los zapatos, se desprendió los gemelos que adornaban sus puños, se quitó el cinturón y comenzó a desprenderse los botones de la camisa, habiendo grabando en su retina el cuerpo de su mujer, volvió a sus buscar ojos y la descubrió haciendo lo mismo que él, lo estaba examinando con la mirada y se sonrió.

 Laura lo observaba con deseo, esperando con desesperación que esos botones terminen de desprenderse y la dejen ver lo que él tenía para mostrar, su pecho, su abdomen y sus brazos que estaban más marcados de lo que recordaba la incitaban a tocarlo, su corazón latía con fuerza, y sus ganas ya rozaban la obscenidad, a medida que él se desvestía ella disfrutaba exhalando el aire que retenía olvidándose de respirar.

Los dos estaban desnudos, se deseaban, se extrañaban, se gustaban y se amaban con locura.

Javier se recostó sobre Laura, la miró fijamente a los ojos, le tomó las manos a la altura de la almohada y entró en ella lentamente, sin caricias, sin besos, solo comunicándose con sus sexos y sus ojos. Laura soltó un gemido cuando lo sintió dentro suyo y todo su cuerpo se estremeció recibiéndolo.

Javier la atormentaba con ese movimiento suave y constante que la llenaba y le prometía llevarla al éxtasis en pocos minutos obligándola a gemir  sin control.

-¡Sos tan hermosa! –le dijo él en un hilo de voz. – Que no puedo alejarme de tu cuerpo.

-Entonces no te alejes... –pidió Laura besándolo ahora apasionadamente y rodeándolo con sus brazos y piernas después de haberse soltado de su agarre y agregó sobre sus labios. -...nunca más.

Ese momento soltó todos los frenos y como si de una invitación a que todos los sentidos intervengan se tratase, se besaron, se tocaron, se olieron, se miraron y disfrutaron de cada gemido que se provocaron.

Hasta no soportar más y estallar en esa sensación de placer intenso que solo sus cuerpos juntos podían lograr y que los agotaba haciéndolos sudar y suspirar. Primero Laura se derritió ardiendo entre los brazos de Javier, guiada por los dominantes movimientos de su hombre que la invadían ferozmente y entre gritos ahogados se dejó llevar, su cuerpo se tensó para relajarse después en un estallido final que a dejó exhausta. Javier la secundó al segundo, provocado por sus deliciosos gemidos y absorbiéndolos uno a uno entre sus labios, se dejó ir en ella sin poder ni querer evitarlo regalándole ese masculino gruñido que a ella tanto le gustaba.

Les llevó unos minutos recobrarse y un terrible esfuerzo para Javier abandonar el cuerpo de Laura y para ella dejar que lo haga.

Abrazados desnudos en la cama, sin hablar, se perdían en sus miradas y se acariciaban, no había nada que decir.  Sus cuerpos habían hablado por ellos y las palabras salían sobrando.

Cuando reaccionó y notó el tiempo había pasado Laura le dijo a Javier en un suave susurro.

-Deberíamos volver a la fiesta.

-Ésta es nuestra fiesta. Yo de acá no me muevo y vos tampoco – la rodeó con los brazos y a subió sobre su pecho.

-Te amo -dijo ella sin negarse.

-No te escuché. –Javier deseaba oír esas palabras desde hacía tanto tiempo que ya no podía recordar.

-Te amo, te amo, te amo –gritó y lo besó una vez más mientras él sonreía y aceptaba sus besos acariciándola suavemente.

Abajo, en el salón, la gente seguía bailando, disfrutando del champagne  y  la torta.

Carla notó la ausencia de su amiga, se preocupó y la buscó por todos lados hasta que se dio cuenta que Javier tampoco estaba.

-Laura y Javier no están –les contó a su, ahora, marido y a Federico que estaban charlando algo alterados por el champagne.

-¿Estarán juntos? –preguntó Marijo que escuchó la charla.

-Que no te quepa duda –le respondió Federico abrazándola y sentándola en sus piernas – y, ojalá que así sea.

Todo terminó ya casi al amanecer, Carla estaba muy cansada pero feliz, la fiesta había sido un éxito y cada detalle había salido según lo planeado. Lo único que la había sorprendido en la noche había sido Martín, cantando maravillosamente para ella frente a todos sus invitados. Eso le recordó la promesa que tenía que cumplir en su noche de bodas.

-Nunca me voy a olvidar de esta noche –le aseguró Martín abrazándola por detrás y hablándole al oído. –Ni de lo hermosa que estabas cuando entraste, me dejaste mudo

-Ni yo de lo bien que cantás.  Me encantó tu sorpresa.

-Hablando de sorpresas, quiero la mía –le dijo cariñosamente mientras le besaba el cuello.

Carla giró para quedar enfrentada a él y lo besó. Caminaron hacia el ascensor, para refugiarse en su suite y entregarle todo su amor, además de su sorpresa.

Federico y Marijo también subieron a su habitación, pero en otro ascensor, dejando solos a los recién casados. Ella estaba cada vez más linda, no había tomado alcohol, pero sí había bailado mucho y estaba cansada, su marido le había prometido unos relajantes masajes en los  pies en un tibio baño de inmersión con final imprevisible.

Laura estaba dormida, desnuda, boca abajo, cuando sintió los húmedos besos de Javier y sus delicados dedos dibujando garabatos en su espalda.

-¿No tendrías que estar durmiendo? –preguntó con un susurro, medio dormida aún.

-No puedo dormir teniéndote así al lado mío.

-¿Te dije alguna vez lo dulce que sos? – dijo Laura dándose vuelta para besarlo.

Javier la miró fijamente,  tomó una cajita de la mesita de luz y sacó un importante anillo de oro con una brillante piedra engarzada en forma de corazón, se arrodillo al costado de la cama ante el asombro de Laura que lo miraba atónita y, ahora sí, despierta totalmente.

-Este es un anillo de compromiso – le dijo, y le dio un fugaz beso en los labios. -Me comprometo, con él, a amarte, cuidarte, mimarte y besarte cada día del resto de mi vida. Y, nunca más, hacerte  sufrir como lo hice.

Laura lo miró con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, lo abrazó fuertemente y lo besó. Le dijo cuanto lo amaba mientras se dejaba poner el anillo y se trepaba a la cama para abrazarla metiéndose dentro de las sábanas que le negaban su desnudez.

-¿Cuánto hace que estás despierto? –le preguntó ella mientras se acomodaba sobre el cuerpo de él haciendo que éste reaccione solo por sentir su piel contra la suya.

-Un rato.

-¿Y qué hacías?

-Te miraba –No podía concentrarse demasiado con Laura besándolo de la misma forma lenta y relajada con la que él la había besado hacia una horas y enredando sus dedos en su pelo masajeando su cabeza suavemente.

- ¿Y te gustaba lo que veías?

- Mucho. – Ella se sentó en su cuerpo exponiéndole los pechos frente a sus ojos y no pudo dejar de observarlos y morderse el labio por la tentación que le provocaba besarlos.

Laura se sonrió incitándolo, sintió el cuerpo de Javier excitado bajo el suyo y lo dejó entrar lentamente y sin permitirle que la toque,  le tomó las manos, se las llevó hacia arriba apoyándolas y reteniéndolas sobre la almohada. Comenzó a moverse lentamente hacia arriba y abajo dejándolo entrar y salir de su interior, sin desistir de mirarlo y acelerando de a poco el vaivén, cada vez con más profundidad, logrando que Javier desespere por soltarse y la tome de su cadera para hacer esas entradas más arrebatadas y placenteras. Lo besó entre jadeos enardecidos, ya sin poder controlar la sensación que la ahogaba y rogaba salir de su cuerpo, liberándola por fin en un gemido que abandonó en la boca de su esposo, que gruñía de placer con el deseo que le provocaba sentirla sobre su cuerpo. La dejó completar su entrega, para después con un hábil y rápido giro quedar sobre ella y volver a arremeter en su interior con la absoluta determinación de volver  a hacerla estallar para poder, otra vez, escucharla gemir y concederse, al hacerlo, el placer que le provocaba verla mientras lo hacía. Con cada embestida la enloquecía más, Javier sentía que esos hermosos sonidos le nublaban los  sentidos y que pronto perdería el control de su cuerpo, pero necesitaba volver a verla gozar de esa manera que le fascinaba, apoyó sus manos en el colchón, levantó el pecho y entró más en ella , llenándola por completo llegando así a su meta y la vio arquear su espalda en el instante que le dejaba oír esos desesperados gemidos que estaba esperando, se perdió en ellos y un orgasmo sin igual lo tomó por completo, en el momento que ella sentía el mismo placer.

Sus cuerpos laxos intentaban recuperarse mientras sus latidos se iban acomodando a la quietud y el sudor les refrescaba la piel. 

Para Javier, Laura era su perdición, ya no podía alejarse de ella, el simple olor de su piel ya lo excitaba. No podía disimular su alegría, ella era su destino, era quien regulaba los latidos de su corazón y la única que podía saciar sus deseos, sin vergüenza, sin pudor, simplemente entregándose en cuerpo y alma cada vez que se hacían el amor.

Laura se había resistido todo lo que había podido,  había tenido mucho miedo de volver a sufrir, incluso había llegado a pensar que la felicidad completa ya era pasado y que había terminado el mismo día que la vida de su bebe, empezando, en ese instante, a perder todo lo lindo que le había tenido, incluso a Javier. Le costó mucho entender que tenía una nueva oportunidad y una revancha con el destino, volver a vivir  su amor con la única persona que podía habitar en su corazón, a pesar del pasado. Tenía que aprender otra vez a relajarse y entregarse a la vida que le tocaba vivir, con lo bueno y lo malo que le trajese.

A la hora del desayuno que habían planeado para despedir a Carla y Martín bajaron al restaurante a encontrarse con sus amigos.

Lo primero que le llamó la atención a Marijo, después de verles las ojeras y las caras de no haber dormido más que dos horas,  fue el anillo de Laura.

-Me lo regaló mi novio –respondió ella divertida ante el comentario e Marijo y acarició dulcemente a Javier.

Federico se acercó a su amigo y se abrazaron dándose fuertes palmadas en la espalda.

Javier le había pedido a Federico que lo acompañe a comprar un anillo de compromiso, quería dárselo a Laura cuando encuentre el momento.

Federico había sido para él una gran contención, le ayudó a sobrellevar la separación y la soledad, charlaron mucho y le dio buenos consejos, y le había dado el empujón necesario para no abandonar la esperanza y tener paciencia, él le había dicho que Laura lo amaba tanto o más que antes, pero que necesitaba tiempo para darse cuenta y Javier se había aferrado a esas palabras para resistir.

Estaría agradecido a Federico y su esposa,  eternamente, por contenerlo y ayudarlo a recuperar a Laura.

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