Custodio

Por Karla5SOS1D

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Si no sigues las reglas, hay un castigo, si no comes tus verduras, hay un castigo, si no haces tu tarea, hay... Más

Custodio
Prefacio
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
CapÍtulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capitulo XXV
Capitulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI
Capítulo XLII
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Aviso
Capítulo XLVIII
Capítulo XLIX

Capítulo L

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Por Karla5SOS1D

La cabeza me dolía de sobremanera y el cuerpo me pesaba más de lo normal, ningún músculo o parte de mi cuerpo me respondía, quería moverme, hablar, gritar o abrir los ojos, y no podía. Intenté respirar profundo una y otra vez para reunir la fuerza necesaria para llevar a cabo cualquiera de las acciones que mi cerebro exigía a gritos, los labios no me respondían, ni los brazos, ni las piernas.

Me sentía tan impotente hasta que poco a poco mis párpados comenzaron a temblar en un intento por abrirse. Me pesaban muchísimo, mis ojos se sentían húmedos y supe después de un rato que eran lágrimas acumuladas en ellos cuando sentí una rodar por mi mejilla.

Luego de tanto esfuerzo pude despegar los párpados uno de otro, pero no podía ver o distinguir nada, todo se veía borroso y las lágrimas me dificultaban la visión todavía más. Me pesaba el cuerpo y el pecho me dolía como si tuviera un elefante parado en la caja torácica y me estuviera rompiendo los huesos, podía escuchar los latidos frenéticos de mi corazón en mis oídos y seguía siendo incapaz de moverme. Pronto comencé a hiperventilar por la ansiedad que me provocaba no poder hacer nada mientras que la imagen del cuerpo de Jayden dentro del féretro me nublaba la visión, quería quitarla de mi mente, me partía el corazón y me dejaba sin aliento pero no podía hacer nada por ahuyentarla, sentí mi corazón acelerarse y comenzar a llenarme de fuerza, me removí tan pronto como fui capaz de hacerlo intentando borrar el recuerdo desgarrador de mi mente.

Casi de inmediato sentí unas manos tomarme por los brazos con fuerza, no la suficiente para lastimarme pero sí para intentar detener mis movimientos violentos.

—Hey, hey, tranquila.

Aunque no podía ver más que su silueta sabía que era Mason quien me estaba sosteniendo.

Decidí tranquilizarme porque estaba ansiosa por poder mirar a mi alrededor y borrar la imagen que tenía en el cerebro. Entonces mi visión se clarificó, miré a Mason quien me miraba tenso, aún tenía lágrimas rondándome por las mejillas.

—Tranquilízate, Kelsey, está bien, estás bien.

—Mason —susurré mirándolo perpleja, atolondrada, asustada—, ¿dónde...

Estaba desorientada, miré a mi alrededor percatándome de que estaba de nuevo en la camilla del hospital. Me desconcerté, no entendía lo que estaba pasando ni cómo había llegado ahí, no sabía si después del funeral de Jayden me había desmayado y me habían traído de vuelta a este lugar, no sabía nada.

—Kelsey, mírame, por favor —habló apresurado cuando miró la confusión en mi rostro—. Kelsey.

—No entiendo nada, yo no-

El pitido ensordecedor del monitor cardiaco me estaba taladrando los oídos, un chillido apresurado que me provocaba mayor taquicardia cada segundo que lo escuchaba.

—Kelsey, por favor, necesito que me mires —me tomó del rostro y giró mi mirada perdida hacia la suya, sentía que el corazón se me podía salir del pecho de tan fuerte que estaba latiendo—. Tranquila, estás bien, necesitas calmarte.

Intenté respirar profundo una y otra vez, estaba más que confundida pero no estaba obteniendo respuestas de esta forma, hasta que por fin sentí que mi corazón latía con menos fuerza y el pitido se había tranquilizado, limpié las lágrimas que caían por mis mejillas una vez que Mason me soltó.

—¿Qué pasó?

Suspiró un poco más tranquilo y se sentó en una silla.

—Te sedaron, ¿no te acuerdas?

Mi mirada volvió a perderse y mi cerebro comenzó a divagar, por supuesto que me acordaba que me habían sedado, pero eso había sido hace días, antes de... Jayden, ¿alguien me había sedado en el funeral luego de que perdí el control?

—No entiendo, ¿qué... qué pasó después del funeral?

—¿De qué funeral estás hablando? —me miró confundido.

Negué—: ¿Qué día es?

—Lunes —respondió aún desconcertado—. Tranquila, Kelsey, sólo estuviste dormida un par de horas.

Entonces comprendí lo que estaba pasando, había sido una ilusión, una pesadilla, me habían sedado y todo había sucedido dentro de mi cabeza. Sentí que el alma me regresó al cuerpo y quise gritar y reír del alivio y alegría que sentía mi corazón, había sido todo un sueño, todo había pasado dentro de mi cabeza, Jayden seguía aquí, él estaba bien.

¿Lo estaba? ¿Dónde estaba Jayden? No sabía dónde estaba, ni cómo. De pronto comencé a alterarme de nuevo, intenté vanamente calmar el caos interno que estaba transcurriendo dentro de mi cabeza, todo había sido un sueño... ¿O había sido una premonición? ¿Jayden seguía en cirugía? ¿Estaba a punto de morir en el quirófano?

—¡Jayden! Mason, ¿dónde está Jayden? ¿Cómo está? La cirugía... Necesito... Dime... Yo-

Intenté quitarme la aguja que tenía en la mano, necesitaba salir corriendo a buscarlo, necesitaba saber que estaba bien.

El doctor entró de nuevo junto con el enfermero y una jeringa que escondía detrás de él, lo miré fulminante.

—Aleja esa cosa de mí —le amenacé. No estaba dispuesta a volver a caer en un sueño tan profundo y tener esas horribles imágenes retumbando en mi imaginación.

—Está bien —les dijo Mason y luego se giró a mirar el monitor que gritaba con frenesí al ritmo de mi corazón—. Kelsey, necesitas tranquilizarte —me habló con serenidad.

Lo miré a los ojos con la ansiedad transpirando por todo mi cuerpo.

—¿Dónde está Jayden?

Lo miraba impaciente y sentí que fue una eternidad agonizante hasta que volvió a hablar, me quemaba cada instante que no sabía lo que estaba ocurriendo, no estaba lista para volver a escucharlo. Suspiró.

—Está bien —y entonces sentí que el alma me regresó al cuerpo, que las lágrimas que estaba soltando ahora eran de tranquilidad, que el infierno que había sentido tan real había sido solo eso—, salió de una cirugía hace unas horas, ha estado preguntando por ti desde que despertó.

Suspiré y sentí las lágrimas recorrer mis mejillas, descargando toda la frustración que ahora de transformaba en una alegría que me explotaba en el corazón, sentía mi cuerpo cosquillear de la felicidad y me tiré de espalda en la cama mientras mis ojos desahogaban las emociones dentro de mí.

—Gracias al cielo —me llevé ambas manos a los ojos permitiéndome sentir el alivio en cada rincón de mi ser.

—¿Qué pasó? —preguntó Mason mirándome con inquietud.

Negué—: Tuve una pesadilla.

Me incorporé y miré a Mason un poco más tranquilo, dirigí mi mirada hacia los doctores que me miraban expectantes.

—¿Puedo ver a Jayden? Por favor.

El doctor a cargo miró el monitor a lado de mi camilla, asintió y pidió a los enfermeros que me retiraran todas las cosas que me impedían levantarme de la cama y salir corriendo a buscar a Jayden. Mientras lo hacían sentía la ansiedad crecer en mi interior, estaba tan ansiosa de poder verlo, no podía pensar en nada más que asegurarme de que estuviera bien.

Vi como una enfermera entraba a la habitación con una silla de ruedas, la miré extrañada.

—Oh, no, no necesito eso —me reí mientras me levantaba de la cama, de pronto sentí cómo el suelo temblaba bajo mis pies y las imágenes frente a mí se tambaleaban, apenas perdí el equilibrio me sostuve del barandal de la camilla.

Escuché a Mason reír.

—Yo creo que sí.

Me acercaron la silla y me ayudaron a sentarme en ella mientras maldecía los medicamentos que habían introducido a mi cuerpo.

Mason empujaba la silla de ruedas por los pasillos con tanta lentitud que me parecía eterna la espera, movía las manos con desesperación ansiosa por llegar al fin a la habitación de Jayden, observaba cada puerta con la esperanza de que fuera la indicada, pero parecía nunca llegar. No sabía dónde estaba el resto de los chicos o Skyler, mi mente solo podía centrarse en ver a Jayden.

Finalmente Mason se detuvo frente a una puerta con el número 645, giró la perilla y la abrió.

Ahí estaba él, recostado en la camilla mirando fijamente hacia mí con sus ojos color cielo, podía ver el alivio y la emoción a través de ellos, su rostro espolvoreado con hematomas por todas partes, el labio cicatrizando y los brazos cubiertos de heridas, pero veía la sangre correr por su cuerpo, sus pulmones insuflando y su corazón latiendo.

Me olvidé que aún estaba un poco sedada y salté de la silla corriendo hacia él, casi caí de rodillas cuando llegué a su lado, todo se movía alrededor pero él estaba estático, fijé mi mirada en él, me sostuvo de los brazos apenas comencé a tambalearme mientras las lágrimas me llenaban los ojos.

—Kelsey —murmuró reafirmando su agarre.

—Estoy bien, estoy bien —me reí mientras negaba—. Tú... Jayden...

Tomé su rostro entre mis manos, sentí el calor irradiar de él, la suavidad de su piel al contacto con la mía, interrumpida por las pequeñas cortadas en su cara, la observé queriendo grabarme cada milímetro de ella, pronto posó su mano sobre la mía y besó con ternura la palma de mi mano que estaba cerca de sus labios.

Me sonrió.

—Estoy bien... ven —se movió lentamente hacia un lado, miré la mueca de dolor asomarse casi desapercibida en su rostro y un ligero gruñido, le detuve, negó—. Está bien.

Me senté con suavidad a su lado pero casi de inmediato e ignorando el dolor que le provocó me atrajo hacia él y me abrazó con la fuerza que le fue posible.

—Jayden...

—Kel, en verdad, está bien.

Dejé de lado el temor y me aferré a su abdomen queriendo fundirme en ese abrazo con él, queriendo detener el tiempo y quedarme para siempre en ese rincón que me hacía sentirme tan segura, tan feliz, tan tranquila. Mi oreja pegada a su pecho podía escuchar el latido indomable de su corazón, sus pesados suspiros, sus músculos tensos a mi alrededor, me abrazaba como si quisiera asegurarse de que no iba a desaparecer y yo lo abrazaba asegurándome de que realmente estaba ahí, vivo.

—Jayden, yo... cuando me sedaron...

Se despegó ligeramente de mí, levantó mi mentón con su mano, su rostro con una mueca de confusión.

—¿Cómo que te sedaron?

Negué, con las lágrimas acumuladas en los ojos—: No importa... pero yo... tuve un sueño... una pesadilla... y tú... cielo santo, es que...

Jayden atrapó mis lágrimas en su pecho, me abrazó con fuerza y acarició con ternura mi cabello mientras presionaba sus labios en mi cabeza.

—Tranquila, ángel, estoy bien, no me pasó nada... estoy aquí.

Pasaron los minutos, me quedé aferrada a su cuerpo mientras me contaba lo que había pasado cuando estuve sedada, su bazo estaba bien pero se había lacerado el hígado, gracias al cielo la herida no había sido tan grave y pudieron contenerla a tiempo, tenía un par de costillas rotas y el rostro molido a golpes, pero fuera de eso, él iba a estar bien.
Me abracé un poco más a él, suspiró.

—Lo siento tanto, Kelsey.

Sabía de qué estaba hablando y lo confirmé cuando sentí cómo me apegó más a su cuerpo, se refería a Ethan.

—Solo me preocupa que estés bien.

Negó—: No quiero que te preocupes por mí en este momento, Kel, quiero que pienses en ti.

Sentía la preocupación en sus palabras y la tensión en su cuerpo. De pronto comencé a sollozar. En verdad habían sucedido tantas cosas tan rápido que no me estaba dando tiempo para sentir cada evento, sin embargo, ahora que sabía que Jayden estaba bien quería bloquear el hueco en mi corazón que había dejado la partida de Ethan, pero era imposible. Había estado tan asustada todo este tiempo, pero estando junto a él, sintiendo sus brazos envolverme y su corazón latir, me era imposible mantener las barreras que me habían protegido de derrumbarme.

—Aún no puedo creerlo.

Lloré, finalmente permití que las lágrimas corrieran por mi rostro, le permití a mi corazón desahogar la enorme pena que sentía, el dolor y el vacío que lo invadían. Me permití sufrir la pérdida de mi mejor amigo.

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Perdón por tanto tiempo, subí el último capítulo antes de entrar al semestre y no tuve ni un día libre para continuarla

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