Capítulo 41: Lujuria

Comenzar desde el principio
                                    

A pesar de que muchos supondrían que los hombres serían más rudos, fríos e insensibles y que esto implicaría que el segundo desafío no sería un reto para ellos; apenas seis, además de Ares y de mí, avanzaron a la final. La otra mitad no se atrevió a manchar su alma con la maldad a la que yo di cabida dentro de ese cubo.

Yo, quien debí haber sido la heroína, me convertí en verdugo.

Y no tenía a nadie para confortarme. Shaula desterrada, Orión tras su rastro, Ares enajenado en el luto, y Lyra desaparecida. Estaba malditamente sola.

☆☆○☆☆

Sargas era la última persona que quería ver en mi vida, pero esa noche en mi torre comprendí que también era la primera a la que tendría que enfrentar.

Así que lo hice llamar, y esperé el tiempo necesario hasta que apareció con sus guardias a mi vivienda. Con él no aplicaba eso de "no visitas". Con él parecía que no aplicaba nada.

Se sentó, pidió a sus guardias que nos dieran privacidad, y dejó pasar largos minutos en silencio y tensión, hasta que por fin dijo:

—Me sorprendió mucho que me invitaras a cenar esta noche —dijo mientras se tomaba su copa de vino con despreocupación, como si su consciencia no lo atormentara, como si no comprendiera que sus comentarios de odio le quitaron la vida a un hombre inocente y sus celos amenazaban a media docena más—. Casi me había cansado de esperar por ti. Todo tiene un límite.

—¿Necesita algo más, alteza? —preguntó Nix mientras depositaba los platos cocinados por Úrsula en nuestra mesa.

Sargas levantó la mano para hacerla callar.

—No hables sin que se te ordene, Vendida, si quisiera algo más te lo habría pedido.

—Se llama Nix, y solo recibe órdenes de mí así que puede hablar tanto como le dé la maldita gana.

Sargas se echó hacia atrás, riendo a carcajadas como si nunca hubiese escuchado un chiste similar.

Los últimos días luego de la segunda prueba me había puesto a leer el periódico para estar enterada de todo lo que pasaba más allá de las paredes del castillo, más allá del alcance de mi torre. Quería estar enterada de lo que vivía Aragog mientras yo jugaba al tiro al blanco con sus monarcas. Había una sección todos los días dedicada a la belleza del príncipe heredero, a que a pesar de su aspecto impecable su apariencia era de despreocupación, como si todo le diera igual, como si amaneciera así de perfecto todas las mañanas y lo supiera muy bien. Según aquella columna, eso lo volvía muy sexy. Idolatraban la oscuridad que manaba, dedicaban largos artículos a hablar de cómo se quedaba dormido en reuniones importantes y cómo eso solo lo hacía más rebelde e interesante.

Y teniéndolo ahí, riéndose de mí y de las mujeres a mi cargo, sintiendo todo el poder de su ego y conociendo las consecuencias de su falta de empatía, solo podía sentir lástima por esas personas que creían que ser físicamente atractivo era un atributo admirable cuando existe en el fondo un alma tan llena de cloaca.

—Me trajiste aquí por una tregua y no esperas ni tres segundos de diálogo para ponerte a la defensiva.

¿Cómo sabe que está aquí por una tregua? Parece que ha estado haciendo ejercicios cerebrales el principito, eh. —Sah siempre acertaba en las cosas que decía.

—No puedo tratarte de otra manera si no pones de tu parte, Sargas.

—He hecho de todo por ti, y ya me cansé. No tengo por qué poner de mi parte. soy el maldito heredero de Aragog y tú pronto serás mi asesina, o estarás muerta. Estoy cansado de buscarte. Sabía que terminarías viniendo a mí, aunque no sea a rogar lo que sabes que quiero darte.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora