Capítulo 34: La sombra

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*Pinche Wattpad no me deja subir la imagen que va a aquí, será insertada entre mañana y el día del huevo en la tarde cuando a Wattpad le de la gana. Gracias por su atención, disfrute su lectura*

Mi sombra me hablaba.

Esa madrugada que pasé acurrucada al pecho de Orión —al comprobar que dormía cómodo, a profundidad y con una sonrisa de satisfacción grabada en sus labios—, le di un beso en la frente para levantarme a anteder mis propios asuntos.

Salí a mi pequeño balcón en la torre para confesarle mis sentimientos e inquietudes a Aquila. El hombre que más había deseado descansaba en mi cama luego de que nuestros cuerpos se devorasen. Ese mismo hombre, me adoraba, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por mí.

Pensar en el roce de sus labios sobre mi piel me erizaba. Recordar el tacto de sus manos poseyéndome me hacía querer repetir de inmediato todo lo que hicimos. Mis paredes, de vez en cuando, me repetían el eco de mis gemidos, lo que me dibujaba una sonrisa tímida en los labios.

Orión me hacía feliz. Orión me daba algo que el reino, sus leyes y todos sus gobernantes me prohibían: placer, libertad, opciones. Él era el pecado escogido por mí. Mi crimen.

Pero todo crimen tiene un precio, y como no estaba dispuesta a pagar el mío con mi libertad ni mi vida, no me permitiría soñar con un futuro con Orión hasta que tuviera algo resuelto: un levantamiento. Yo le quitaría a Aragog su poder sobre mí, y a cambio le daría convicción a otras mujeres de que ellas podían hacer lo mismo.

Solo tenía que ponerme a idear un plan, descifrar las profecías de las escrituras de Ara, y apropiarme de la figura del águila aunque al final no tratara de mí.

Porque solo una cosa tenía importancia real, y no era quién era esa águila, sino quién quería serlo.

"El águila que daría paso al león." Para apropiarme de algo como eso primero debía descubrir quién era ese león, o qué. Tal vez el león no era alguien, sino algo.

¿Qué representas, León? ¿Y cómo puedo invocarte?

El rey de las bestias, que paraliza sus enemigos con un rugido y con sus zarpas defiende su manada. Un animal que desde que nace es consciente de que, llegada su hora, tendrá que enfrentarse a muerte por ser coronado.

Tal vez el León eran las mujeres, y tal vez yo tendría que despertar el hambre de cada una de ellas para que al fin salieran a cazar.

Como fuese, empecé por hacerle caso a Orión y tomar el poder de Aquila.

El problema era, ¿dónde guardar algo tan delicado? No había ninguna prenda que yo llevara el tiempo suficiente como para tener ese poder siempre a mi disposición, por lo que en última instancia acabé por escoger lo único que no podría arrancarme ni el rey a golpes: la sombra.

☆☆●☆☆

No podía estar en mi habitación durante el día ya que arriba alguien reparaba el área dañada del techo, así que pasé la mañana comiendo en la sala con los pies encima del sofá. Ares llegó al mediodía sudado. Iba directo a su habitación, pero a medio camino cambió de parecer y se detuvo a mirarme.

—Una cosa te pedí. ¡Una! «No destroces la casa». Y amanece el techo en pedazos.

Me mordí los labios para no dar rienda suelta a mi sonrisa.

Mira el lado bueno —dijo el silbido de mi sombra, vibrando sobre la superficie de mi piel. Di un respingo al sentir las pulsaciones de su voz, todavía no me acostumbraba a ella—. Pudiste sacar a Orión de aquí sin que su compulsión por el orden lo hiciera ofrecerse a reparar el techo con sus propias manos.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora