Capítulo 45: Darangelus sha'ha me

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Te pido que antes de empezar a leer me hagas un favor

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Te pido que antes de empezar a leer me hagas un favor. Recuerda que detrás de cada capítulo de esta historia hay un trabajo de planificación, construcción, escritura y corrección. Este tiene el largo de tres capítulos cortos o dos largos, lo que implica que tiene mucho más trabajo. Solo te pido que no te vayas sin regalarme tantos comentarios como puedas. Escribí cada escena con ilusión, odiaría no saber qué opinan de cada detalle, cómo me quedaron.

Ahora sí, vayan por sus pañuelos y a leer.

***

La única instrucción que me dan es «sobrevive».

Nadie me explica de qué trata el juego ni cuáles son sus reglas, solo acuden un par de guardias para empujarme fuera de mi cueva y lanzarme a la arena donde el público aguarda por mí.

Se trata de un laberinto de rocas. Estoy rodeada por grandes peñascos de tamaños variados, desde pequeñas rocas del tamaño de una letrina, hasta enormes como un carruaje. Todas se juntan para formar una especie de laberinto que me impide ver lo que hay más allá de estas murallas y la puerta de mi cueva ya cerrada detrás de mí.

Puedo intuir que estamos en una arena circular y que cada competidor sale de su propia cueva a dar la cara a este sendero laberíntico.

Llevo mis dedos a mi anillo, el único que me importa, como si necesitara confirmar que sigue ahí y sentir que quien me lo obsequió está a mi lado.

Pero no siento cobijo, les miento si les digo que es así. Siento más ansiedad, más terror. Ese anillo solo sirve para recordarme lo que estoy a punto de perder.

Para deshacerme de esta idea, niego con mi cabeza y dibujo los puntos de la constelación de él en mi pecho.

—Puedo ganar —le dije la última noche que pasamos juntos, sin saber que el día después me secuestrarían para encerrarme en la cueva a esperar.

Sé que puedes ganar, pero necesito que quieras hacerlo, cariño. Siento que no estás dispuesta.

Y tenía razón, pero no podía decírselo, así que me volteé hacia él y lo besé intentando callar el resto de sus adivinanzas.

Te amo, Aquía —susurró con su mano en mi rostro—.  No vayas a dejarme nunca. Sé que no quieres hablar de esto, pero cuando estés allá... tienes que recordar... —Acarició la piedra del anillo en mi mano—. Debes recordar las razones que tienes para volver.

Niego con la cabeza. Necesito deshacerme de esos recuerdos que invocan mis lágrimas. Necesito mis ojos secos y alertas, mis sentidos lúcidos, mis emociones de piedra.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora