Capítulo 35: Madame

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Maquillada a hasta el último recoveco de mi rostro, ataviada con el vestido que escogí para portar en la noche del baile, dejé a mi Vendida, Úrsula, trenzar mi cabello con su destreza que combinaba intrincados cruces de cabello con tejidos florale...

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Maquillada a hasta el último recoveco de mi rostro, ataviada con el vestido que escogí para portar en la noche del baile, dejé a mi Vendida, Úrsula, trenzar mi cabello con su destreza que combinaba intrincados cruces de cabello con tejidos florales, todo mientras veía el proceso y mi expresión en el espejo.

Inma apareció dentro de la habitación con mi infusión de hierbas para los nervios en una bandeja.

Te estás volviendo adicta a esa cosa.

Eres la sombra más fastidiosa de Aragog, ¿lo sabías? —pensé, aunque las palabras que salieron de mi boca fueron otras.

—Muy bueno el té, Inma. Muchas gracias.

Para mi sorpresa, ella no me respondió nada. Al contrario, me torció los ojos como nunca ninguna mujer se había atrevido a hacerlo en mi cara.

Mi primer impulso fue de lo más grotesco que había cruzado por mi cabeza. Me sorprendió lo fácil que podía herirse mi ego. Quise agarrarla por el brazo, voltearla y decirle a la cara que quien le daba de comer era yo, que gracias a mí había pasado de ser una esclava sexual a una mujer con sueldo, y que le fuese a torcer los ojos al desgraciado del rey si era tan valiente.

Me contuve de todos aquellos deseos impulsivos. Ella era mi empleada, no mi propiedad, y cuidando que mi tono no fuese demasiado agresivo, le dije:

—¿Tienes algún problema conmigo, Inma?

—No, señora. ¿Me puedo ir?

—No me llames señora —espeté. Fue lo primero que les había expresado, mi deseo de ser llamada Madame como mi mentora y no señora como si Lord Zeta desde la tumba todavía ejerciera poder sobre mí—. Y habla, jamás les he prohibido expresarse. ¿Cuál es tu problema conmigo?

Inma dejó la bandeja en el mesón y me encaró sin disimular su desprecio.

—Usted es una inconforme, egoísta, estúpida y malagradecida.

Para ser honesta me esperaba menos sinceridad de su parte. —Si mi sombra pudiera reír, se estaría carcajeando—. Bien hecho, eso te ganas por lo permisiva que eres con la gente a la que le pagas.

Cállate.

Me callo, pero ahí tienes el fruto de tu sororidad.

Sororidad no significa que todas las mujeres tengamos que llevarnos bien, que todas tengamos que ser amigas. Implica que entendemos que estamos en esta lucha juntas, que no tenemos que ser enemigas, que este sistema nos afecta a todas y que juntas somos más fuertes.

Bla, bla, bla. A ver cómo se lo explicas a ella.

Inhalé a profundidad a punto de soltar todo lo que tenía por dentro sin filtro. Se me estaba complicando la tarea de mantener la compostura ante la brutalidad de las palabras de mi Vendida, mujer a la que, según como yo lo veía, me debía gratitud como mínimo por todos los privilegios que le daba.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora