Capítulo 5: Mi destino

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No se puede decir de mí que yo supiera mucho de los príncipes y sus costumbres para con sus Vendidas, he de confesar que mucho menos conocía a Sargas y sus tendencias, pero si algo no esperé fue que él fuese de los que hacían obsequios

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No se puede decir de mí que yo supiera mucho de los príncipes y sus costumbres para con sus Vendidas, he de confesar que mucho menos conocía a Sargas y sus tendencias, pero si algo no esperé fue que él fuese de los que hacían obsequios.

—Bienvenida a tu nuevo hábitat, preciosa —dijo Orión luego de introducirme a mi alcoba, si es que a tal paraíso de extensión infinita se le podía poner un nombre tan mundano.

Todo ante mis ojos era más de lo que había tenido para mí, era más de lo que había visto, e iba en contienda con lo poco que me había permitido soñar.

Cuando vives con decenas de otras chicas en preparación para ser Vendida, aunque sea en una mansión, una cama individual es un privilegio. Yo dormía en la parte de abajo en una litera e incluso en mi colchón debía compartirlo con otras chicas cuando nos encontrábamos sobrepobladas. Es el motivo que me hizo contener un grito de alegría en cuanto mis ojos se toparon con una cama donde sin esfuerzo cabrían tres personas, con cuatro varillas de madera en cada esquina que se elevaban para crear un techo del que se desprendían cortinas de seda color salmón a juego con las sábanas y fundas color durazno.

La cama era apenas un bocado de fruta en medio de un monstruoso helado de múltiples sabores, glaseado y chispas.

En el recibidor de la alcoba había un par de sillones junto a una chimenea de plata, misma que encima tenía un mapa de Aragog enmarcado en medio de un reloj de arena de Baham, el desierto del reino, y una bola de cristal llena de nieve de Deneb, las tierras nevadas del norte. A ambos lados se extendían pequeños recuerdos de distintos territorios, y pegado a la pared justo encima de todas aquellas reliquias se exhibía un cuadro enorme de una constelación.

—Te quedaste sin habla —comentó Orión divertido al ver mi expresión.

—Es… —No podía creerlo—. Es Aquila. La constelación que me da nombre.

—Y vale una fortuna —añadió—. Fue hecho a mano con cristales Shwarosky, todas las estrellas están perfectamente alineadas, es un trabajo de arte y de astrología muy minucioso.

Volteé a verlo con el ceño fruncido.

—¿Hecho a mano por quién?

Él se limitó a encogerse de hombros y contener una evidente sonrisa entre sus labios.

—¿No me digas que esto lo hicieron por mi llegada?

—Toda la alcoba está personalizada, preciosa, técnicamente eso significa que todo fue hecho para ti.

—No, es imposible. He oído de hombres que ni se preocupan en preguntar el nombre de sus Vendidas, ¿y me vas a decir que el escorpión maldito me mandó a hacer un cuadro alusivo a mi nombre en una noche?

—Eso, y… ¿me acompañas por el pasillo?

Todavía sin poder creer lo que veía y con la habilidad del habla entorpecida, lo seguí más allá del recibidor por un pasillo que más parecía un gabinete por la cantidad de compuertas en la parte de arriba de las paredes.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora