18: Mantente en control [+18]

109K 11.2K 10.1K
                                    

Él no dudó de mí, conocía mis habilidades, supo que podría escalar las paredes del castillo para moverme de un balcón a otro sin resbalar y sin que el vértigo me paralizara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Él no dudó de mí, conocía mis habilidades, supo que podría escalar las paredes del castillo para moverme de un balcón a otro sin resbalar y sin que el vértigo me paralizara. Desde la habitación contigua a la de Shaula accedimos al interior del castillo y nos escabullimos hasta un pasadizo que nos condujo al exterior sin llamar la atención. Orión se aseguró de que me bebiera unos cristales que me ayudarían a soportar el frío de la noche de Ara, luego me suministró una bolsa de los mismos por si la necesitaba más adelante. Por último me tendió una túnica marrón con  capucha para que no llamara la atención con mi vestido corto con girasoles.

Nos internamos en los barrios más humildes de Ara donde los mercados móviles ya habían sido recogidos y las tiendas guardaban sus letreros, apagaban las luces y cerraban sus puertas. A la hora en que andábamos solo nos topamos con mendigos en las aceras y callejones, pandillas en las esquinas, hombres misteriosos en medio de intercambios, niños que huían a la carrera de grandulones que los habían descubierto robando, y borrachos que iban o regresaban de bares.

—¿Por qué me traes a esta parte de Ara? —pregunté cubriéndome más con la túnica.

Orión, caminando junto a mí, se veía tal cual como el día que decidió comprarme. Incógnito tras su capa sostenida por el broche de la guardia, intrigante y cautivador solo con su sonrisa iluminada por la luna mientras el resto de su rostro permanecía tras el velo de sombras que creaba la capucha. La visión de su cinto le daba un aura de imponencia amenazante, pues iba bien ataviado con su espada además de las dagas en sus brazos y la segunda espada que ocultaba en su espalda. El cazador nunca salía a pasear desnudo.

—¿A qué parte de Ara esperabas que te trajera?

—No sé, pero esto da miedo. Ni siquiera hay nada que robar.

—Tú solo espera.

—¿Qué clase de caballero eres si sales a robar para distraerte y te llevas a la Vendida de tu señor?

—No sé de qué clase soy, preciosa, pero apuesto que acabaré por convertirme en tu favorita.

Torcí los ojos para que mi sonrisa no fuera tan obvia. No me había dado cuenta de cuánto extrañaba no soportar su presencia.

—Cuando eres el Orión misterioso…

—¿Qué?

«Me fascinas», confesó mi traicionero inconsciente.

—Me repeles —pronunció mi boca con dignidad.

Sonrió, un gesto seductor y desquiciante en la misma medida. Lo peor es que yo sabía que detrás de aquella sonrisa había una cicatriz que yo misma había causado, y todavía más increíble era que eso no menguaba el efecto de aquel hombre en mí.

—Y a mí me repele que hayas combinado girasoles con las rosas de tus zarcillos pero aquí estoy, haciendo un esfuerzo por ti.

—¡Pero si los dos son flores!

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora