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Los amo, Axers

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Los amo, Axers. Disfruten su cochina lectura y feliz 14 de febrero.

La mano de Orión se deslizó hasta mi mejilla, volteando mi rostro para tener acceso a mis labios y depositar en ellos un beso corto y profundo que me robó el aliento.

—Sé que quieres respuestas —susurró contra mis labios—, pero yo todo lo que quiero justo ahora, y luego de casi perderte, es besarte.

—Orión, por favor... —Sonreí y le besé una mejilla, luego la otra.

Tenía días sin una probada de felicidad, tenerlo ahí fue como regresar a un punto de mi vida en el que no existieran Sargas, las leyes y las injusticias. Luego recordé que ese punto nunca había existido. Ese punto era Orión. Con él nunca había sido propiedad de nadie. Con él nunca fui Vendida. Nunca fui viuda. Nunca fui una mujer en Aragog, con todo lo que eso implicaba. Con él era Aquía, es la razón de que él fuera mi lugar favorito.

—Levántate un momento —le pedí.

Él obedeció sin comprender lo que ocurría, las miles de cosas que me pasaban por la mente.

—En este capítulo de mi vida estoy viva y estamos juntos. Sé que parece que esto es lo último en que deberíamos pensar ahora por cómo están las cosas, pero... —Me puse de rodillas ante él, mis manos cruzadas a mi espalda, mis labios besando su ingle—. Pienso que, por como están las cosas, esto es justamente lo que nos merecemos.

Orión llevó su mano a la parte posterior de mi cabeza, introduciendo sus dedos por los mechones de mi cabello, alzando mi rostro con su firme agarre para que hiciéramos contacto visual. Vi el deseo en sus ojos, y sé que él notaba lo mismo en los míos, ansias que no fui capaz de fingir por Sargas brotaban de mí con solo tener cerca a Orión.

—¿Segura, mi lady?

—Llámame Madame, por lo demás tú puedes hacer lo que quieras conmigo.

Orión sonrió con malicia y sin previo aviso me alzó hasta llevarme cargada sobre sus hombros. Me hizo bajar las escaleras con mi cuerpo colgando de su espalda y sus manos en mi trasero.

—¡Hey! ¿A dónde me llevas? Esto cuenta como secuestro.

—Calma, preciosa, solo te llevo a comer.

—¿A comer o a comerme?

Me bajó cuando llegamos a la sala de estar y me hizo sentarme en la mesa a su lado.

—Úrsula —le habló a mi Vendida—. ¿Será que nos puedes preparar una taza de chocolate caliente?

Ella asintió y se marchó a la cocina.

—¿Qué haces, Orión?

—Tú espera —me dijo.

—Solo te digo que mientras el chocolate se calienta yo me enfrío.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora