Capítulo 38: Salvaje

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A la semana de mi recuperación recibí mi primera visita

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A la semana de mi recuperación recibí mi primera visita.

Me habían suturado ambas piernas con cientos de puntadas consecutivas que subían en espirales desde mis tobillos a mis muslos. Ambas heridas se mantenían cubiertas por vendajes para que no contrajeran infecciones. Me quedarían unas cicatrices largas y horrendas, pero lo importante era que no iba a perder las piernas. Lástima que no pudiera ser tan optimista con mi pie izquierdo. Requirió casi una reconstrucción quirúrgica y lo mantenían inmovilizado con yeso y cabestrillo hasta que llegara la hora de la verdad: probar si mis huesos y nervios seguirían intactos y funcionales.

En el mejor de los casos, tendría un pie deforme con el tamaño de los dedos distorsionados.

Ningún médico o cirujano me explicó la situación. ¿Qué hacía ahí? ¿Cómo era que habían empezado las pruebas? ¿Dónde estaba el rey? ¿Cuál era mi destino?

Solo tenía lo que vi al momento. Una tropa de hombres había llegado desde distintos carruajes reales a mi posición en medio de la nada para llevarme de nuevo al castillo por orden del rey.

Recuerdo lo que sentí entonces, esa euforia de haber vencido lo imposible, de haber bailado con la muerte y ser yo quien la apuñalara, de haber ido al averno y sentarme en el trono de su rey, ese éxtasis de sentir que atravesé el cielo y puse al mismísimo Canis de rodillas. Cuando aquellos hombres se me acercaron en nombre del rey, me reí. Quise matarlos a todos. Pude matarlos a todos. Pero, ¿de qué me habría servido? Lyra, Shaula, Ares y Orión ya eran parte de mi vida. Había dejado de ser solo una Vendida, era un ser humano con amigos, amores y metas. Iba a ganar ese maldito juego de Sargas y después lo mataría a él.

Así que me dejé trasladar por mis rescatistas, y dejé que sus curanderos me auxiliaran mientras llegábamos a ese espacio de emergencia donde me asistieron e internaron sin responder ninguna de las quinientas preguntas que les hice.

Cuando Lyra me visitó esa mañana, pensé que sería para felicitarme por haber sobrevivido, o como mínimo que demostraría preocupación por mi estado físico y mental luego de las atrocidades a las que me arrojaron sin aviso ni preparación. Pero no fue así, solo se sentó en el borde de mi camilla de espaldas a mí durante al menos veinte minutos, y solo cuando se giró y vi sus ojos enrojecidos y las mejillas sonrojadas comprendí que había estado llorando.

—¿Qué sucedió?

—No me dejaron asistir al juicio de Shaula. No dejaron asistir a nadie.

—¿Qué? ¿Ya fue juzgada? ¿Y qué pasó?

Lyra tomó una profunda inhalación, sorbió por la nariz y prosiguió.

—Imagino que el rey no quería a nadie cerca que evidenciara el curso del juicio para él poder escoger el veredicto de su preferencia. Por lo que se escucha en el castillo, alegó ante la sagrada iglesia de Ara que su hija había sido drogada. Es coherente ya que últimamente hay una epidemia de alucinógenos, los jóvenes los ponen en las tazas de sus cortejos para no tener que esperar a la boda. Pero al Alto sacerdote no se le engaña tan fácil. No hizo más grande el drama ni alargó el evento, pero pidió al rey que despojara a Shaula de su apellido y de su título.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora