Capítulo 38: Salvaje

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—¿Y lo hizo?

—Peor. La dejó conservar ambas cosas a cambio de irse a Baham a realizar trabajo forzado, como castigo. Hay posibilidad de que regrese, pero luego de cumplida la condena de tres años y solo si entonces demuestra verdadero arrepentimiento y una mejora en su actitud. —Lyra jugueteaba con sus manos, nerviosa y desamparada. Jamás la había visto así—. No va a volver, ¿sabes? Shaula debe estar sintiendo muchas cosas en este momento menos arrepentimiento. Se la llevaron ayer y ni siquiera se molestó en fingir que sentía lo que había hecho. Al contrario, sacó una bandera por la ventana de su carruaje que decía «Darangelus sha'ha me», es una expresión bahamita que se traduce como «Mira lo que me hiciste hacer

—Lo que suele decir un hombre después de pegarle a su mujer.

Lyra asintió.

—Tal cual. Shaula no solo está jugando con fuego, se metió la antorcha en la boca. No quiero ser pesimista, pero debo aceptar la realidad. Ella no volverá, no viva.

Por desgracia, no tenía palabras de consuelo para ella. No había nada que pudiera decir para tranquilizarla, ya que yo también estaba convencida de que así serían las cosas. Shaula no desató un infierno para pedir disculpas por sus llamas, lo encendió para arder en él.

Es lamentable, pero a veces es esa la única manera de ser escuchados.

Sin poder procesar mis propios sentimientos, sin tiempo para decir cómo me sentía al respecto del destierro de Shaula, permití a mi hermana de Mujercitas acostarse a mi lado, acunándola entre mis brazos, y la dejé llorar hasta que ambas nos quedamos dormidas.

☆☆•☆☆

Mientras me trasladaban del centro de recuperación al castillo, Aragog vivió la primera repercusión por los actos de Shaula.

El carruaje fue interceptado por un atasco. En Ara jamás sucedían esas cosas, el tránsito era bastante bajo debido a los costos elevados de los viajes en carruajes y de lo exclusivo que eran como vehículos particulares. Quedar inmovilizados detrás de otra docena fue una total novedad, ninguno podía pasar debido a una muralla humana que interrumpía el camino al castillo.

Cuando me asomé para ver qué sucedía, quedé anonadada por la naturaleza de las personas que bloqueaban el paso. No eran humanos en general, eran mujeres.

Todas iban con el dorso desnudo, sin camisa ni sujetador, exponiendo sus senos al ojo público, sin cubrir ni siquiera los pezones. Gritaban Athara vitáh salveh Kha, las palabras de Shaula durante el baile “Mi diosa salve a la reina”, una y otra vez, una y otra vez, como un ejército alistado para la batalla.

Todas llevaban pedazos de tela como banderas improvisadas, cada una con una inscripción bordada o hecha con pintura. “Darangelus sha´ha me”, se leía en todas.

Mira lo que me hiciste hacer.

—¿Qué hacemos? ¿Las detenemos? —preguntó el cochero a uno de los Lords congregados en el atasco mientras bajábamos del carruaje.

—Yo… no tengo idea, nunca había visto algo así.

Las personas que andaban cerca corrían gritando con sus hijos en brazos para refugiarlos del horror que representaban aquellos irreverentes demonios.

—Creen que pueden conseguir algo así, lo que hacen es que nos avergoncemos de nuestro género –
—expresó una dama a mi lado que con indignación se abanicaba. Bajaba del carruaje contiguo camino al castillo, así que debía pertenecer a la nobleza o ser una Vendedora muy importante—. No quiero que me vinculen con mujeres así.

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