diecisiete: tiempo

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dos meses después

- Estoy de puta madre, ¿sí? - insiste el peliblanco nuevamente, tras beber de su botella. - Fue solo unas cuantas veces, además, ya estoy volviendo a comer de nuevo.

- ¿Y la terapia? - inquiere Alex, Rubén suspira.

- No la necesito. - responde con sencillez. - No he ido desde la vez que... - pero deja la frase colgando en el aire un rato antes de continuar hablando, bajo la atenta mirada de sus amigos. - que esto pasó por última vez.

- Ya, pero Rubiuh, ¿no crees que te haría bien ir a verle? - pregunta Mangel. - ¿Solo para que te desahogues?

- Pero para eso los tengo a vosotros, cabrones. - se queja, sonriendo, pero ambos continúan con el ceño fruncido. - Anda ya, no van a regañarme por no contaros todo, tú estás muy ocupado con lo de Mara, - señala mirando a Alex. - y tú muy ocupado tratando de mantener a flote tu relación tóxica.

- Claro que sí, macho. - bufa Mangel. - Mira quien habla de relaciones tóxicas.

- Eh, eh, más respeto. - se queja el peliblanco. - Yo voy a casarme.

- ¿Por qué? - inquiere Alex con tono severo. - ¿Por qué de repente quieres casarte?

- No es repentino, lo he pensado desde hace tiempo. - se excusa, quitándose las gafas del rostro.

- ¿Y nosotros no sabíamos nada?

- Pero si a ninguno le agrada Daniel, ¿cómo coño queríais que os lo contara? - insiste, ambos suspiran, Alex y Mangel compartiendo una mirada.

Un teléfono suena sobre la mesa, y todos miran la pantalla antes de que el más pequeño de todos conteste.

- ¿Fargan? - responde, poniéndose de pie, y alejándose un par de pasos por el jardín.

- No es aquí... - susurra en voz baja, la emoción de Alex se desinfla en su pecho. - pregunté por ella, dicen que nunca la han visto.

- Es-está bien, - murmura de vuelta. - no te preocupes, bobo.

- Alesby... - llama con voz triste. - perdona...

- Está bien, vuelve a casa, ¿sí? - pide, pretendiendo que no quiere largarse a llorar. - Hace días que no te veo.

- No quiero que me veas. - responde Fargan con el mismo tono de voz del otro lado de la línea.

- Me importa tres cojones sino quieres que te vea, - regaña, forzando una sonrisita en sus labios. - ven, ¿de acuerdo? Tienes que descansar un poco.

- No quiero descansar. - se queja el mayor. - Quiero encontrarla.

- Lo sé, amor, lo sé. - consuela Alex en el teléfono. - Pero yo quiero que descanses... aquí.

Y siente el suspiro de Fargan a través del auricular. - Está bien, salgo ahora para allá, si acelero mucho llego en unas dos horas y media.

- De acuerdo, me aseguraré de que mi amante no esté en el departamento. - bromea, Fargan ríe quedamente, como si estuviera muy cansado para reír con esa fuerza que lo caracteriza, Alex siente que el corazón se le parte un poquito.

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Where stories live. Discover now