especial: love me softly

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A veces, cuando Samuel llegaba del trabajo y Alyssa dormía plácidamente en su pequeña cuna, Rubén se escabullía de sus responsabilidades, dejaba el mundo fuera, ahogándose en su propia miseria de la que él dejaba de formar parte, solo un instante, solo un glorioso instante en el que...

- Estoy cansado. - admite el pelinegro, envolviendo los brazos a su alrededor, y aunque así fuera, aunque estuviese fatigado por hacer lo que hacía, sus brazos siempre parecían ser lo suficientemente fuertes para abrazarlo como si no lo hubiese hecho en mucho tiempo.

Y Samuel lo miraba, los ojitos violetas brillando, y Rubén deslizaba los dedos en su cabello negro, que hacían un contraste perfecto con sus pálidos dedos, entonces volvía a mirarlo a él, a la profundidad de su mirada y a como parecía siempre a punto de sonreír.

Y mientras el mundo se ahogaba en su miseria, Rubén Doblas besaba suavemente a Samuel De Luque, casi tan quedito que no era un beso como tal, pero allí estaban, con sus cuerpos encajando perfectamente, y las sonrisitas bobas que habían compartido desde que tenían dieciocho años.

Se amaban, indiscutiblemente, inconmensurablemente, inefablemente, inmarcesiblemente.

Y se amaban tanto que quizás, y solo quizás, el amor del mundo entero era suyo solamente, les pertenecía a ellos, en la forma en la que se miraban, y en la manera en la que se sostenían entre sí, con risitas bobas envolviéndose juntas.

Hechos para pertenecer el uno al otro, de una manera tonta, ridículamente cursi, e incluso -de cierta pequeña manera- algo dolorosa, porque, en ciertas ocasiones, así es como funciona el amor, así funcionaba el suyo, al menos.

- Alyssa empezó a balbucear hoy. - alcanza a susurrar el peliblanco, mientras continúa deslizando las manos por el cabello negro del mayor, quien sonríe, poniéndole la boca contra la barbilla, en un suave besito. - Creo que trató de decir algo en noruego pero no le salió tan bien.

Samuel ríe en voz baja, mirándolo con ternura cuando le sonríe nuevamente, con los bonitos hoyuelos en las pálidas mejillas.

- Estás cariñoso hoy... - susurra, sujetándole el rostro entre las manos, besándolo con dulzura una vez más. - ¿descansaste más que ayer? - inquiere, Rubén asiente, acomodándose sobre el regazo de su novio. - Bien, mañana es mi turno. - murmura, sonriéndole cuando los ojos mieles de Rubén vuelven a mirarlo con dulzura. - ¿qué pasa? - inquiere el mayor, cuando los labios del menor vuelve a dejar un suave beso sobre los suyos.

- Nada. - responde Rubén cuando se separa de él, y en realidad era así, no pasaba nada, era solo que a veces -por algún extraño motivo que el peliblanco no entendía- quería estar así, abrazándolo, sujetándolo con tanta dulzura como le fuese posible, tratando de mostrarle todo ese amor tan puro que siente por él, pero le avergüenza sentirse así, por los malditos estereotipos, así que trata de mostrárselo, besándolo suavemente y tratando de que lo note por su cuenta.

Y quizás Samuel lo hace, quizás lo nota cuando las manos del menor le toman el rostro con delicadeza, quizás lo nota cuando susurra su nombre, bajito, como un secreto que es solo suyo, porque así es, ese nombre que sale de sus labios enrojecidos por los besos, es solo de ellos dos.

Y quizás lo nota también cuando se vuelven uno, cuando se admiran el uno al otro, quizás lo nota... y Rubén no está seguro de si lo hace o no, así que, por un instante, manda los estereotipos a tomar por culo y lo besa con suavidad, antes de susurrarle un: "ámame suavemente" que casi es ininteligible, Samuel se permite sonreír entonces, tan vagamente que apenas se notan los hoyuelos en sus mejillas, y asiente.

Amarlo suavemente era lo que trataba de hacer siempre, aunque no era de admitirlo, pero lo intentaba, cuando lo tomaba de las manos mirándolo con adoración y pensando en cuanto lo amaban porque lo había amado toda su vida, incluso aunque no lo supiera, incluso antes del instituto, lo había amado.

Así que respondía en voz baja también, mientras sujetaba una de sus manos y con la otra acunaba su mejilla.

"Lo haré," susurraba con devoción, esa devoción que le consumía el pecho y salía en forma de un jadeo de sus labios, esa devoción que lo hacía querer llorar al admirarlo. "lo haré para siempre," continuaba y tiraba de la pálida mano del menor, para besar el anillo allí. "nuestros."

Se amaban, suavemente.

Entonces se sonreían, mientras volvían a sujetarse las manos, y se miraban con devoción, con adoración y veneración.

Era increíble lo maravillosamente perfecto que trabajaba el destino, para que ellos estuvieran ahí, amándose suavemente, mientras el resto del mundo se ahogaba en su miseria.

Solo ellos dos.

Suyos, para siempre.







Dedicado para las personitas que se saltan clases para estar en los directos:

TsuzuraoZoro

Dacuga

NaoBear_awwlwjdoejdi

SilverCloud25

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz