especial: lo que hubiera sido

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El baile se había terminado, Rubén aún llevaba la corona sobre la cabeza y se tambaleaba mientras caminaba tomado de la mano de Samuel, quien entorna los ojos cuando todo el mundo los observa, tal parecía que el hecho de que ellos fueran pareja continuaba siendo algo sorprendente.

Mira un par de chicos del equipo de fútbol caminar a su lado, que comparten risas y murmullos entre ellos con la mirada posada sobre la pareja.

- Oye, De Luque, - llama uno de ellos con una sonrisa burlona tirando de sus labios. - ¿vais a foll~?

- Sino cierras la puta boca te rompo los dientes. - advierte con tono duro, el grupo de chicos lo miran, parpadeando sorprendidos. - Buenas noches.

Terminan por llegar hasta la calle, la limusina de Rubén está estacionada a un par de metros de la entrada, con Everon apresurándose a abrir la puerta cuando los ve llegar.

- ¿La pasaron bien? - inquiere el chófer, el peliblanco ríe, algo ebrio.

- Sí, - responde Samuel. - todo estuvo bastante bien. - deja al peliblanco sentado en el asiento trasero, y Rubén se deja caer sobre la superficie blanca.

El padre de Rubén había comprado ese auto recientemente y todo dentro parecía sacado de una película, con los asientos de cuero blanco, y altavoces alrededor del espacio allí.

- ¿Usted no sube, señor? - inquiere en dirección a Samuel, quien niega con la cabeza.

- No, está bien, llévelo a casa. - responde con sencillez, pero Rubén detiene la puerta del auto, mirándolo con un puchero en el rostro.

- No. - susurra, alargando las letras, Everon se retira de allí, dejando a la pareja a solas. - Ven conmigo, Samu. - pide con voz dulce, el susodicho niega, pero sonríe.

- Tengo que volver a casa ya. - se excusa. - Pero voy a verte mañana, ¿ci? - propone, pero Rubén gimotea. - Con el uniforme del trabajo.

- Me sirve. - responde con tono cómico. - Pero ven conmigo. - pide nuevamente. - Solo vamos a casa y luego te vas, por favor.

Y Samuel nunca podía negarse a sus ojitos brillantes, ni a su puchero, así que suspiró y se subió a la limusina, sentándose junto al peliblanco, había una pequeña ventana que dejaba ver al chófer y el espejo retrovisor, Everon les dedicó una sonrisa antes de encender el auto.

Iban tomados de la mano, Rubén había bebido el ponche del baile que, supuestamente, no debía tener alcohol, pero ahí lo tenía, riéndose por alguna tontería; olía como a gelatina cuando se acercó a besarlo.

Samuel le devolvió el casto beso, sonriéndole con ternura cuando notó el tono casi rojo que habían tomado sus labios.

- Dame otro. - susurra Rubén, estirándose más en su dirección. - Anda.

El pelinegro dedica un vistazo rápido a la pequeña ventana, descubriendo a Everon concentrado en conducir, así que aprovecha y se estira para plantarle otro suave y rápido beso.

- Así no. - se queja el peliblanco, y el mayor ríe.

- ¿Cómo que "así no"? ¿Qué quieres entonces? - pregunta con tono divertido, y entonces lo nota, en realidad está algo ebrio. - Rubén, no. - regaña, mirando en dirección a la ventana nuevamente, descubriendo los ojos del chófer sobre ellos, solo un instante. - Everon nos puede ver.

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Where stories live. Discover now