prólogo

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Los zapatos de la mujer resonaron durante todo su trayecto a la oficina, hubiera llamado la atención de todos allí si eso no fuera lo normal, y es que casi cualquier persona que se dirigiera a esa oficina en específico tendía a ser un manojo de nervios; la mujer se detuvo frente a la puerta y se acomodó el cabello con dedos temblorosos antes de tocar suavemente la madera, en seguida escuchó al hombre dentro.

La oficina olía como a lavanda, apenas suavemente, casi era imperceptible, pero cualquier persona la relacionaba con el hombre al que pertenecía aquel lugar. La mujer lo miró, sentado en aquel banco, inclinado sobre la mesa en la que dibujaba, se detuvo para admirarlo un instante antes de que levantara la cabeza, sonriendo con calidez. 

- J'apporte les plans que vous avez commandés, monsieur... (Traigo los planos que ordenó, señor...) - murmuró, levantando los papeles que cargaba en los brazos. 

Je t'ai déjà dit de m'appeler Samuel, d'accord? (Ya le he dicho que me llame Samuel, ¿de acuerdo?) - insiste, acercándose a ella y tomando los papeles de sus manos, con una sonrisa. - Je suis mineur, tu n'as pas besoin de m'appeler "toi". (Soy menor, no es necesario que me llame "usted").

Je comprends, mais tu es le patron, de toute façon. (Lo entiendo, pero usted es el jefe, de todas formas.) - responde y el ojimorado suspira, sin dejar de sonreír.

- C'est bien, tu peux partir maintenant. (Está bien, puede retirarse.) - la mujer obedece casi inmediatamente, y se retira, el ojimorado deja los planos sobre la mesa, entonces su teléfono suena desde algún lugar, lo encuentra bajo un de los planos. - Bonjour? (¿Aló?)

- Hola, cariño, ¿qué tal estás? - responde la mujer del otro lado de la línea, Samuel sonríe instantáneamente al oír su voz.

- Hola, estoy bien, creo que tendré que quedarme un poco más tarde hoy, tengo que revisar un par de planos. - dice, caminando alrededor de la oficina, buscando un compás en los cajones.

- Jo, pensé que podríamos que cenar fuera hoy. - murmura con desánimo, el ojimorado suspira, hurgando en los cajones con la mano libre.

- Puedo salir un poco antes, - suelta. - pero entonces tendré que volver mañana muy temprano. 

- Me parece bien, ¿paso por ti al trabajo? - inquiere.

- Claro, ¿dentro de una hora te parece bien?

- Me parece fantástico. - responde la mujer, antes de susurrar un par de palabras más y colgar.

Samuel deja el teléfono sobre su escritorio mientras continúa buscando el pequeño artefacto, no era posible que lo hubiera perdido, abre nuevamente un cajón, el que tiene bajo llave, y levanta los papeles dentro, tantea el interior con una mano, entonces lo siente, justo en el fondo del cajón.

Lo toma por una oreja y mira al muñeco, ahora parecía mucho más pequeño desde la última vez que lo había visto, Samuel lo presionó suavemente en su palma y volvió a dejarlo dentro del cajón, lo había guardado allí por una razón.

Ya había superado a aquel chico del que se había enamorado hacía tantos años, pero no soportaba ver a aquel pequeño peluche, por eso estaba allí.

Suspiró.

Había crecido, madurado, ya no era el mismo chico de hacía diez años. Ahora era un arquitecto, uno grandioso, y tenía un bonito departamento con vista a la Torre Eiffel. Estaba orgulloso de lo que había conseguido, porque lo había conseguido por si mismo.

Volvió a tomar el pequeño muñeco, lo había superado, incluso creía que si lo volviera a ver ahora, posiblemente se llevarían fatal, pero... algo en lo profundo de él, muy profundo, lo añoraba.

Pero no era más que una ilusión, porque no había vuelto a España desde hacía diez años, y no necesitaba volver.

No iba a hacerlo.







Y aquí estamos, hola de vuelta, los extrañé mucho, aunque solo haya pasado una semana <3

~ all the love, me

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Where stories live. Discover now