catorce: bien

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La noche había aparecido para cuando Samuel y Rubius finalmente salieron del cine, hacía frío y ambos se miraron entre sí tras mirar el cielo.

- ¿Recuerdas... - comienza el mayor con voz trémula. - la vez que quisimos salir a ver las estrellas? - Rubén sonríe instantáneamente ante el recuerdo, y asiente con la cabeza. - Nana no nos dejó ni tomar el auto.

Comparten una risita, entonces, ambos recordaban perfectamente lo alterada que la mujer estaba con el simple pensamiento de que ambos chicos estuviesen a solas, después de todo, habían planeado el viaje poco después del cumpleaños de Rubén, pocas veces los dejaba solos después de aquel incidente.

- ¿Y recuerdas que tratamos de verlas desde el jardín? - continúa el peliblanco, con los ojos brillantes. - Cubiertos por la frazada, con nana entre nosotros.

Y volvieron a reír, aquellos recuerdos estaban tan frescos en su memoria que parecía que no había pasado mucho desde entonces, pero había pasado mucho, sí.

Cuando volvieron a mirarse estuvieron a un instante de estrecharse entre sí, porque aún existía ese magnetismo entre ellos, y ya no dependía de quienes eran, o de quienes habían sido en algún momento, aquel magnetismo no dependía de su historia o de sí se habían amado o no, ese magnetismo era solamente de aquella conexión entre ellos, más bien... entre sus almas.

- Así que... nos vemos, supongo. - murmura Rubén, y el mayor asiente, suspirando un momento.

"No," quiere responder, pero la voz se le ahoga en los labios. "no me dejes ir... por favor, déjame arreglarlo todo, déjame explicarte... déjame disculparme por no volver, déjame aceptar que me equivoqué..."

- Sí... - termina por susurrar. - nos vemos.

Pero ninguno se mueve.

"Di algo..." piensa el peliblanco. "solo di algo... cualquier cosa, una de tus cosas nerd, pero no quiero que te vayas, no de nuevo... no me dejes ir a hacer lo que estoy pensando... por favor, porque no quiero hacerlo... no si tú me lo pides..." y espera que su mirada transmita eso, que quizás lo pueda entender, que quizás Samuel le diga que se quede porque él tampoco quiere irse, pero el pelinegro suspira.

- Ru~

- ¡¿Dónde coño has estado todo el día?! - exclama alguien desde la calle, y el peliblanco por poco da un brinco en su lugar, Samuel por instinto se acerca más a él, siempre había funcionado así, recíprocamente para ambos. - ¡Desapareciste del restaurante y te he estado buscando todo el puto día! - continúa Daniel caminando hacia ellos, la gente alrededor ha empezado a mirar la escena, cuchicheando. - ¡Y, ahora llego y te encuentr~!

- Eh, - murmura Samuel, deteniéndolo antes de que llegue hasta Rubén. - calma, ¿sí? - pide, el contrario le llevaba un par de centímetros, y parecía que iba al gimnasio, justo igual que él, pero no lo intimidaba. - No sé que está pasando, pero no hace falta que grit~

- Apártate. - dice el más alto. - Te estoy diciendo que te apartes...

- No le grites. - murmura el pelinegro, se oía calmado cuando en realidad no sabía como actuar. - No vas a querer que mañana todos los titulares sean de él y de ti, no le va a hacer bien a la empresa.

Y entonces siente otra mano empujándolo por el hombro, y reconoce enseguida los ojos de Rubén, como si se estuviese disculpando.

- Vámonos. - dice, tomando la mano de su novio, y tirando de él hasta el otro lado de la vacía calle, la multitud alrededor de la entrada del cine se ha dispersado y Samuel se queda allí, mirando como el peliblanco le susurra palabras al mayor, antes de mirar directamente a los ojos violeta del otro lado de la calle.

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora