Capítulo 35: Madame

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—Creo que hasta tú podrías explicarte mejor, ¿no, Inma? ¿Por qué dices esas cosas de mí?

—No se haga la estúpida. El hombre vino a usted arrepentido, pero usted puso su maldito ego por encima de los sentimientos de un príncipe que ha vivido en la oscuridad, pero que está dispuesto a acercarse a la luz por usted.

Esta conversación se está tornando más interesante de lo que creí posible.

Cállate, ladilla.

Aww, hasta me pusiste nombre.

Era bastante complicado para mí seguir el hilo de dos conversaciones simultáneas, una que ocurría frente a mí, y otra que no podía escucharse con el oído externo, sino que se sentía en la piel y se contestaba con mi mente. Por ello, mientras procesaba ambas voces, me mantuve en silencio e Inma lo tomó como la oportunidad perfecta para proseguir.

—El heredero de los Scorps nunca había salido a la luz, al ojo público, hasta que la compró a usted. Usted fue el caos que hizo despertar su vida. ¡Él cambió, enfrentó sus miedos por usted! ¿Y cómo le pagó? Se metió con su caballero. ¡Mi amo nos lo contó! Usted le hizo daño, se rehusó a acostarse con él y mantuvo esa humillación incluso en medio del juicio... ¡declarándose culpable! ¡¿Cómo Sirios se atreve?!

»Entonces él aparece, cambiado por usted, radiante como nunca se le ha visto, ofreciéndole una cena... ¡Una cena a una Vendida, asesina y viuda negra! Le habló con toda la decencia del mundo, y usted se puso a la defensiva escupiéndole en la cara que prefiere follarse a otros.

—Úrsula —llamé con los labios apretados de rabia a la mujer que trenzaba mi cabello.

—¿Madame?

—Déjanos solas. Y prepárame otro té de estos, por favor. Lo voy a necesitar.

—Como ordene.

Me levanté de la silla donde Úrsula me estuvo peinando y di un par de pasos hasta quedar cara a cara con Inma. Levanté el mentón y con autoridad le dije:

—Escucha, Inma, no soy tu dueña, pero soy quien paga tu sueldo. La próxima vez que te dirijas a mí será con respeto. Esta será la primera y última vez que te permita que me insultes o que uses la palabra maldito para describir cualquier cosa que me involucre o cualquier aspecto de mi personalidad. ¿Queda claro?

—Sí, señora.

—Vuelve a llamarme así y te quedas sin trabajo.

—¿Ve a lo que me refiero? Usted es volátil, siempre alerta para quemar todo lo que le desagrada.

—Soy volátil porque vivo bajo un sistema que pretende hundirme, y si no es con fuego o sangre que responda, lo van a conseguir.

—Excusas. Yo vivo en el mismo reino que usted y sé respetar la autoridad.

Una risa irónica salió de mis labios y mi sombra completó mis pensamientos comentando un sarcástico «se nota».

—No sabes respetar la autoridad —acoté—, estás entrenada para quedarte callada ante los hombres, pero a la primera mujer que conoces en un puesto de poder sobre ti no te importa insultarla. Pero sí, te concedo que tú vives en el mismo reino que yo y has podido vivir en sumisión ante tus opresores sin alzar la voz. ¿Me dices de qué te ha servido? Porque lo único bueno que te ha pasado en tu vida es gracias a una mujer, no a tu rey.

—En fin, usted solo cambia de tema para no asumir que fue cruel con el príncipe sin razón.

—¿Cruel? ¿Yo? ¿Sí viste cómo me ahorcaba?

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora