Capítulo 24: ¿Intervención divina?

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Kiefer llevo una papa frita a su boca justo en el momento en que observaba algo absorto la preocupación plasmada en la dueña de la casa que habitaba desde ya algunas semanas atrás. La mujer lucia preocupada y Alai, como el tipo compresivo y buena gente que era siempre estaba junto a ella tratando de hacerla sentir mejor.

Algo irritante a sus ojos.

-Estoy preocupada por ella- Dijo la mujer tomando la taza de té que su “sobrino” le ofrecía. –Lleva días encerrada, no sale de la habitación, no quiere ir al colegio y ni siquiera quiere probar alimento. Si sigue así ella puede…-

Unos molestos sollozos salieron de los labios de sus justo en el instante en que unas cuantas lágrimas brotaban de sus ojos. Como era de esperarse Alai se acercó a ella y rodeándola en un reconfortante abrazo trato de parar sus lágrimas.
Algo difícil considerando que cuando la humana comenzaba a llorar difícilmente paraba
.
Aunque pensándolo bien la entendía un poco, a diferencia de su padre ella si se preocupaba por su hija. Le dolía verla encerrada matándose de hambre y todo gracias a su discusión con Austin.

Cuatro días desde eso y desde entonces lo único que Yoloth hace es llorar. No sale de su habitación y tampoco asiste al colegio, no come a menos que la obliguen y para dormir su madre debe ponerle algo en la comida.
Y la verdad es que a Kiefer toda aquella mierda le está dando dolor de cabeza.
Ya no puede solo ver y no hacer nada.

Con algo de fastidio regreso las papas al gran comedor, se levantó del asiento y dando pasos de plomo subió las escaleras hasta detenerse frente a la habitación de la mocosa. Trato de entrar pero estaba cerrado con llave.

Suspiro frustrado.

-¡Oye tú… abre la maldita puerta!- Habló fuertemente mientras daba golpes para nada gentiles contra la puerta.

Espero algunos segundos una respuesta pero esta jamás llego por lo que siguió golpeando y gritando hasta que…

-¡Largo… no quiero ver a nadie!-

-¿Y crees que yo quiero ver tu cara?- Chasqueo la lengua con algo de irritabilidad. –Tengo unas cuantas cosas que decirte y para eso debo ver tú feo rostro, no la maldita puerta así que abre-

-¡Quiero que te largues!- Grito nuevamente la menor y Kiefer no pudo más.

De un solo movimiento logro tirar la puerta permitiéndole ver la silueta de la chica sobre la cama. A penas y pudo verla en realidad, la habitación estaba oscura, habían muchos objetos rotos en el suelo y la mocosa usaba la misma pijama que llevaba usando desde hace ya cuatro putos días.
Su cabello era un desastre, su rostro pálido y demacrado, horribles ojeras bajo sus ojos sin mencionar que estos estaban rojos de tanto llorar.
Además de encontrarse con los platos de comida que su madre había dejado, se notaba que estaban sin tocar y llevaban varios días ahí dentro pues el aroma que despedía la habitación era verdaderamente asqueroso.

Cuando Yoloth le miro se cubrió de pies a cabeza con las sabanas y colocándose boca a boca siguió llorando aunque ahogaba los quejidos en la almohada.

Kiefer llevo ambas manos a cada lado de su cintura y negó con cansancio, preguntándose cómo demonios tenia lágrimas para seguir llorando.

¿A caso no tenían límites o qué?

-Sal de ahí- Ordeno en voz baja sin dejar de ser intimidante y prepotente.

-No- Mascullo la menor entre llantos.

-¡¡Sal de una maldita vez o te saco yo!!-
Grito a punto de perder la poca paciencia que le quedaba.

Y nuevamente no consiguió absolutamente nada más que llamar con sus gritos la atención de los demás, provocando que rápidamente Alai seguido de la madre de la mocosa estuvieran frente a él.

El Libro De YolotWhere stories live. Discover now