Capítulo 19: El día que todo comenzó parte 1

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Kiefer no supo nada de sí mismo hasta que su cuerpo toco el agua. Lo último que recordaba es que daba pasos torpes junto a la posa llena de agua que los humanos llamaban alberca, sonreía alegremente mientras bebía de la botella a medio llenar que encontró en la cocina, seguido de eso solo sintió su cuerpo caer y estamparse dolorosamente contra el agua, que para su mala suerte estaba jodidamente fría como un tempano de hielo.

Justo en el instante en que su piel toco el agua un poco de cordura llego a su cuerpo, aunque en ningún momento se alertó después de todo sabía nadar, se vio obligado a aprender gracias a un incidente que tuvo en su infancia pero Kiefer no contaba con que la borrachera seria mayor que sus conocimientos.

Su cuerpo se hundió de golpe y el frio perforaba cruelmente su piel hasta el punto de ser doloroso. El agua era mucho más densa en el fondo y aunque trato con todas sus fuerzas de llegar a la superficie le fue imposible, el agua entraba violetamente en su boca y nariz cortando dolorosamente el oxígeno hasta que su vista se oscureció.
Lo último que sus ojos vieron antes de cerrarse fue una silueta venir rápidamente hacia él. Los rayos de la luna se reflejaban en el agua permitiéndole ver una cabellera platinada moverse al compás del agua.
 

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Las noches en el reino de Abaddon siempre fueron frías pero nada se comparaba con esa noche. El aire haciendo bailar las hojas de los árboles que rodeaban su casa era sin duda algo tenebroso a esas horas de la noche, y ni hablar de la temperatura, era tan baja que podía congelar la sangre de cualquier persona, aunque generalmente nadie a parte de los guardias merodeaban los alrededores de la imponente mansión.

Bueno… nadie a excepción de ese pequeño chico cuyo cuerpo era violentamente azotado contra el suelo.

-¡Mal! Tu técnica de espada sigue estando mal-
Grito el imponente hombre de cabellos castaños y ojos grises parado frente a él, quien le mostraba una mirada dura, tan dura que le provocaba escalofríos.

-Lo siento padre…- El joven chico se mordió el labio inferior tratando de soportar las ganas de llorar que aquella mirada llena de decepción le provocaba.

Ni siquiera 20 horas de entrenamiento, golpes por todo su cuerpo y las cortadas en sus brazos se comparaban con la mirada de su padre. El gran Zagan a quien todos tenían sobre un pedestal por considerarlo el mejor líder que Abaddon tuvo el gusto de conocer.

-No te disculpes, sabes que odio que lo hagan- Regaño el hombre poniéndose de cunclillas frente a él.

El joven Kiefer bajo la mirada humillado y sin siquiera ser consciente de sus palabras dijo algo que hizo enfurecer a su padre.

-Lo… siento mucho- Kiefer paro de hablar de golpe al darse cuenta de su error, rápidamente llevo sus manos a su boca y con terror miro al imponente hombre.

Antes de que el chico logra encarar miradas sintió una mano fría posarse en su cuello y en un movimiento brusco que le corto la respiración por un instante sintió como sus pies ya no tocaban el suelo. Al fin pudo ver los ojos de aquel hombre cuya mirada no solo demostraba decepción sino tambien molestia y frustración.

-Llevo años perdiendo el tiempo contigo. He dedicado mucho esfuerzo entrenandote para que seas mejor que yo pero ni siquiera llegas a las suelas de las botas de tu hermano ¿Qué castigo estoy sufriendo contigo?-

El cuerpo del chico fue tirado bruscamente al suelo sin una pizca de piedad. El hombro de Kiefer respaldo la caída provocando que la herida en su hombro, la cual fue causada por los exhaustos entrenamientos de su padre se abriera y manchara de más sangre la camisa blanca de seda que llevaba.
Kiefer no pudo más y dolorosas lágrimas cayeron por sus pálidas mejillas.

El Libro De YolotWhere stories live. Discover now