Capítulo 5: Rompiendo las leyes de la física

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Lo único que pude hacer en un momento como este fue cerrar con fuerza mis ojos. Sentía mi corazón acelerado y golpeando como loco mi pecho, parecía que quería salirse de su lugar, mis manos sudaban y mis piernas temblaban tanto que parecían estar hechas de gelatina.

Supongo que es lo más normal cuando estas por morir o al menos eso es lo que dicen las series policiacas que en ocasiones acostumbro ver.

¿Sera este mi fin?

De verdad le pido a Dios que no lo sea...

Tengo una gran lista de cosas por hacer como: enamorarme, tener un chico lindo como novio, ganar el concurso y restregarle mi triunfo en la cara a Brian, graduarme de secundaria, ir a la universidad, salir de fiestas, casarme, tener hijos, conocer a mis nietos. Y sobre todas las cosas, seguir viendo bl.

La verdad es que... ¡no quiero morir!

-¿Quieres morir antes que ella?- Escuche la molesta voz del castaño decir sacándome de mi sufrimiento mental.

Ahora que regrese a la realidad me he dado cuenta de algo. Ha pasado un buen rato desde que cerré los ojos y al parecer sigo viva, a menos que el golpe haya sido tan rápido e indoloro que ni me percate cuando morí.

-No hagas algo de lo que te arrepientas...- Dijo otra voz la cual reconocí como la del platinado.

Sé que tengo menos de 10 minutos de conocerlos pero todo lo que he vivido con ellos o mejor dicho por ellos, es suficiente para recordarlos por el resto de mi vida.

Tentada por la curiosidad de saber que estaba sucediendo me decidí a abrir los ojos, encontrándome de frente con una espalda grande y gruesa cubierta por una capa roja. Ahora con los dos ojos bien abiertos di una mirada hacia arriba en donde pude ver unos lindos cabellos platinados que si no me equivoco pertenecen a mi salvador.

-He matado más personas de las que puedes contar...- Hablo nuevamente el castaño con voz orgullosa. Solo un maldito enfermo diría algo como eso con tanta facilidad. -Tú mejor que nadie los sabes, después de todo mi espada esta manchada con la sangre de tu asquerosa gente-

Me aleje de aquella espalda que me protegía y sacando mi cabeza como una tortuga fui capaz de ver lo que estaba ocurriendo entre esos dos. Una sonrisa adornaba el rostro del enano, parecía muy satisfecho con lo que dijo, aunque en este punto ya no me extraña su actitud, lo que me extraño fue ver la mano del más alto sujetando con fuerza la muñeca del otro.

-No dirás nada...- Continúo el enano, pero no recibió respuesta del otro más que una mirada gélida, tan fría como el polo norte o el monte Everest. -O es que estas pensando en pelear seriamente con...-

Una mueca de dolor se instaló en su rostro, algo que al principio no entendí, no fue hasta que vi como el más alto estrujaba fuertemente su muñeca. Por un instante me pareció escuchar el crujir de sus huesos.

Esto se está poniendo feo, muy feo.

Ahora que se están asesinando con la mirada sería una perfecta oportunidad para escapar pero fui lo suficientemente estúpida como para no hacerlo. No porque no quisiera sino porque no pude hacerlo, mis ojos estaban maravillados viendo aquella aura de tensión sexual rodeándolos.

-¿Qué crees que ves?- Una tosca voz interrumpió mis pensamientos. Y a la hora de regresar a la cruel realidad me percaté de que tenía la mirada de ambos sobre mí.

-¡No estoy viendo nada!- Entre risas nerviosas y moviendo mis manos de un lado a otro negué.

Él enano infeliz entrecerró los ojos y me siguió evaluando con la mirada. Por inercia desvié la mirada hacia otro lado, más específico en sus manos entrelazadas.
El de ojos grises pareció notar que había dejado de verlo e igualmente poso sus ojos en aquellas manos y sin más se soltó bruscamente, desapareciendo con ello la bola de fuego con la que intento matarme.

El Libro De YolotWhere stories live. Discover now