Capítulo 34: La sombra

Comincia dall'inizio
                                    

Mi primer impulso fue explicarle que no lo había mandado a callar a él, sin tener que revelar la existencia de mi sombra parlanchina, pero luego añadió su comentario desagradable y preferí dejarlo así. No iba a estar acariciando su orgullo.

—Sargas, hoy tengo cosas qué hacer. Muchas. Por favor, vete por donde viniste.

—Pero si vine a ayudarte.

—Lo dudo. Largo.

Tengo curiosidad, estúpida. Deja que te diga a qué vino.

¿Puedo arrancarme la sombra? Porque te lo estás ganando —le contesté.

Estamos irritables hoy, ¿eh? Parece que no fue muy buen polvo el de anoche.

—¡Basta!

Sargas frunció el ceño visiblemente preocupado por el estado de mi salud mental. Lo cual era irónico, teniendo en cuenta que saludable no sería, ni por asomo, el adjetivo que escogería para definir el estado de su cerebro.

—Solo vine a invitarte a cenar.

—No tengo hambre.

Qué sorpresaaa —expresó con ironía mi sombra. Intenté pisarla, pero no parecía afectarle en nada—. ¿Quién podría deducir algo así, si has pasado todo el día tragando? Me extraña que no hayas tenido que rodar a la sala.

—Pero la tendrás —añadió Sargas. Nunca lo había visto de un ánimo parecido. Estaba casi... entusiasmado—. Con los gastos innecesarios llevas remodelando la torre y pagándole a tus Vendidas, pasarás hambre pronto. Por eso vine a ayudarte, a invitarte a comer.

—¿Estás monitoreando mis gastos?

Sargas rió con cinismo.

—Mi padre está al tanto de cada paso que das, de cada Corona que gastas, de cada Anillo que sale de tu pensión. No creí que fueses tan estúpida para creer lo contrario.

—Y yo no creí que fueses tan enfermo como para investigar mis finanzas solo para acercarte a mí.

—¿Por qué siempre estás tan alterada? ¿El ciclo sangriento te dura todo el mes o algo así?

Apreté mi mandíbula tragando a duras penas todo lo que quería responderle.

—No vine aquí a molestarte, Aquía. —Empezó a avanzar con lentitud hacia mí—. Comprendí que no te gusta que te fuercen a nada, las mujeres como tú valoran el sabor de la libertad, el gesto de un caballero que invita y no fuerza. Estuve hablando con algunos consejeros, espero que así entiendas lo que... lo que tú significas para mí.

Un reto. Eso me había quedado claro. Y él iba a gastar hasta la última de las estrategias existentes para ganarme. ¿Cuántas veces habría ensayado esas palabras?

—Así que te invito a comer esta noche, sin segundas intenciones. Tú y yo.

—¿Quieres que seamos amigos?

—No, quiero darte la oportunidad de conocerme, porque sé que una vez que lo hagas... —dejó el resto de la frase en el aire y sonrío con suficiencia.

Definitivamente tienes razón —dije dentro de mi cabeza al poder oculto en mi sombra—. No he conocido nada tan grande como su ego.

—Sargas, quedemos en tregua. Dejemos esto así. Pero, por favor, deja de intentar hacerme de tu propiedad. Si me vas a forzar, hazlo, pero no me insistas, porque voluntariamente nunca voy a ser tuya.

—No quiero forzarte, Aquía.

—Pero lo que quieres yo no te lo puedo dar. ¿Por qué no te concentras en ganarte el cariño de tu prometida?

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora