° ❀ • CAPÍTULO 22 • ❀ °

2.6K 183 195
                                    

El calor de los rayos de sol de mediados de primavera se deslizó por su mejilla, viajó a lo largo de la curva de su nariz y finalmente se concentró en su ojo. Gruñendo, Adrien enterró más profundamente su rostro en la curva del cuello de su esposa, y suspiró de satisfacción.

—¿Estás cansado? —preguntó Marinette, alzando la mano para acariciar suavemente su mejilla—. ¿Deberíamos regresar?

—Todavía no. —Adrien se inclinó hacia su toque, lloriqueando tan pronto como Marinette retiró la mano de su rostro.

—De acuerdo, pero enseguida deberíamos volver. Ya es casi la hora de la cena.

—Hmph... —protestó Adrien alargando el sonido, pegándose más al cuerpo de Marinette –si eso era posible, puesto que ya estaba firmemente abrazado a ella por la espalda– negándose a soltarla, sentados en alguno de los bancos del jardín.

Habían transcurrido siete meses desde que iniciaron una vida juntos, como marido y mujer. Y todavía no podía creer lo afortunado que era de tener a Marinette como su esposa. Ella lo había convertido en el hombre más feliz del mundo en todos los sentidos de esa palabra, y Adrien no perdió tiempo en demostrarle todo su afecto. Se había vuelto, en cierto sentido, en una parte esencial de su vida y, a juzgar por la sonrisa de Marinette, disfrutaba sus atenciones.

Un momento después, la joven volvió la vista al libro en sus manos y continuó leyendo:

Mientras el ser respire y tengan luz los ojos, vivirán mis poemas y a ti te darán vida. (*)

Adrien susurró con ella los dos últimos versos, depositando un prolongado beso en su cuello al final.

—Te amo. ¿Ya te lo he dicho hoy?

—Sólo un millón de veces —Marinette sonrió traviesa, situando el libro a un costado para palmear su regazo—. Ven aquí.

Adrien apenas logró mantener el equilibrio mientras se desenredaba de la espalda de Marinette y se acostaba en el banco, anidando la cabeza sobre el regazo de su mujer. Entrelazó sus brazos alrededor de su cintura, permitiendo que un suspiro satisfecho escurriera entre sus sonrientes labios.

—¿Seguro que no tienes antepasados felinos? —Marinette soltó una risita, enterrando los dedos en su cabello, dejándolos correr a través de sus rubias hebras, masajeando ligeramente su cuero cabelludo y rascándole detrás de las orejas, tal como a él le gustaba.

—Nop. Soy solo un simple hombre con simples necesidades, y tu atención es una de ellas. No sé si podré sobrevivir sin esto a partir de ahora. Me tienes adicto.

—Tonto —se rio entre dientes, continuando con sus atenciones.

Adrien cerró los ojos, ronroneando de satisfacción. Si había un paraíso en algún lugar de este universo, para él, era éste: una tranquila tarde de ocio en el jardín, con el sol calentando su cuerpo y una brisa fresca soplando... los mimos de su esposa, sus dedos haciendo su magia, cada caricia enviando cosquilleos placenteros por su piel... y su rostro pegado a su creciente pancita.

—¿Cómo van las cosas con esa propuesta de cambiar la ley de la que hemos hablado? ¿La que permitiría a Alya convertirse en la Mensajera Real?

—Ya está lista —murmuró Adrien—. Se la presentaré a mi padre una vez que regrese y haya podido descansar.

—Realmente espero que la apruebe —susurró Marinette, pasando sus manos por su espalda, masajeando con delicadeza en los lugares donde sabía que a Adrien le encantaba—. Has trabajado tan duro en ello, y si se logra, esto cambiaría la vida de Alya.

• A Bride for The Prince (Español) • Miraculous AUWhere stories live. Discover now