La torre de los amantes (parte 5)

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Ya por la noche, de nuevo en la casa, y justo antes de la cena, Laura se disponía a ir hacia el gran salón comedor. Pasó casi sin darse cuenta al lado mismo de la puerta que daba a la torre. La madera era más bien pobre y bastante gastada. Estaba descuidada y desentonaba ostensiblemente con los demás enseres de la casa, que eran en su mayoría piezas de gran valor. El marco era de una madera diferente, se notaba, posiblemente de mayor antigüedad. Fue recorriendo con sus dedos parte de su superficie y pudo apreciar que habían disimulado algunos bajorrelieves con masilla, tiñéndolo de otro color al original. Este detalle la dejó unos instantes pensativa… ¿Qué tipo de grabados habrían tenido? Por más que lo intentó, no pudo saberlo con esa simple inspección. Pero por los contornos de la masilla supuso que podría haber estado escrito en caracteres árabes o algo parecido.

–¡Hey! ¿Otra vez embelesada con la torre…? ¿No te habré asustado, verdad? Jajaja –Su amigo Rudi la sobresaltó, apareciendo de repente junto a ella cuando fue a tomar el picaporte y abrir con precaución la puerta. Pero él mismo se adelantó y le mostró la oscuridad que se esparcía hacia lo alto de la torre. Era una oscuridad cósmica, hasta el punto de asustar. Si ella hubiese concebido la existencia de un agujero negro, habría asegurado que se encontraba en el interior de aquella torre. Laura frunció el ceño y ni siquiera contestó a su amigo–. Ahora mismo –siguió contando Rudi– no se ve nada, pero esta noche habrá una gran luna llena y más tarde su luz penetrará por las saeteras. ¿Las saeteras? –se extrañó Laura– ¿No hay más luz en la torre? –Su amigo se echó a reír de modo franco en su propia cara– Jajaja, por supuesto que no, es una torre ciega, sin ventanas. Y no la hemos iluminado artificialmente, pues así tiene mayor encanto… ¿no crees? Además, que no tiene nada más que ver, tan sólo unas decenas de escalones y algunas aberturas en la pared. La única manera de verla iluminada en la noche es llevando alguna luz contigo. ¿Es que no te fijaste cuando la viste esta tarde? –Evidentemente, Laura no se había percatado y tampoco entendía muy bien para qué podía servir una torre ciega.– Ven, vamos –le dijo tomándola de la mano–, vayamos a cenar, que Mona nos espera ya en la mesa. Esta noche tendrás oportunidad de comprobarlo por ti misma…

Puedes retirarte, Gumersindo –le dijo Mona al sirviente, una vez que todos estuvieron sentados ante la mesa. Durante la cena, los tres juntos siguieron conversando sobre la torre, que tanto la había subyugado–. Y ahora que estamos más cómodos, Laura… ¿Sabes tú cuál es el misterio de esa torre? –dijo de pronto Rudi. Mona lo miró inquisitiva, como recriminándole por lo que fuera a decir. Él obvió su mirada y, muy resuelto, se volvió hacia su amiga–. Lo que no entiendo muy bien es porqué es una torre ciega –dijo Laura, que se había quedado con la duda–. Según tengo entendido, las torres de los castillos servían para ver llegar al enemigo y luego defender el castillo desde una posición más alta. Pero… si la torre se hacía ciega, no cumpliría su función principal ¿no? Sí, claro, tienes toda la razón –continuó Rudi–, pero esta torre trae tras de sí una leyenda verdaderamente siniestra, que debes conocer, y así lo entenderás... Cuentan que aquí se desarrollaron los amoríos entre una mujer noble, hija del señor del castillo, y alguna suerte de mago, que para más inri era enemigo de su padre. Como el señor no estaba de acuerdo con esa relación, los amantes se veían a escondidas. ¿Y dónde crees que lo hacían? –Laura no supo qué responder, se encogió de hombros y esperó a que su amigo la iluminase–. ¡Pues en la misma torre…, mujer! ¿En la torre? –se sorprendió Laura.

Y su amigo continuó con el relato.

La leyenda dice que las artes mágicas del nigromante le hacían volar por los aires y al principio hicieron su nido de amor en lo alto de la torre. Pero el padre de la chica halló un día juntos a los amantes e hizo cerrar la torre para que no se pudieran encontrar. Por eso, por eso mismo se trata de una torre ciega ¿entiendes ahora? Como su amor era tan intenso, el mago siguió buscando a su amada a través de las saeteras, sus brazos eran los únicos elementos de sus cuerpos con los que podían sentirse. Se buscaban con la mirada, ella junto a los escalones y él volando fuera de la torre, como un murciélago en la noche. Se tocaban cuanto podían, pero ellos lo que querían era estar juntos y pasar así el resto de sus días. Al final, el padre enclaustró a la chica en su habitación, de la que jamás salió, según cuentan. Y al mago lo encadenó con sortilegios a lo alto de la torre ciega y allí lo dejó encerrado hasta que igualmente murió. Para ello, contó con la ayuda del mejor mago de las malas artes de estas tierras, por entonces: un musulmán de mirada enjuta y torva, quien inscribió unos conjuros en la puerta de la torre para que el otro no pudiese salir jamás de ella. –Laura se acordó de las inscripciones del marco de la puerta–. ¡Eso es…! –exclamó– ¡Entonces era árabe efectivamente lo que había escrito en el marco de la puerta que conduce a la torre...! –Sus amigos la miraron algo incómodos, pero, forzando una sonrisa, Rudi intentó calmarla–. No, no, Laurita, mujer, eso no es más que una leyenda, la madera del marco ha sido tratada para evitar que la carcoma acabe con ella y porque, además, sujeta parte de la pared de la torre. Pues yo –volvió a decir Laura dubitativamente– he visto los restos de las inscripciones que había en el marco y me ha parecido… Quizás esté equivocada… Pero apostaría a que estaba escrito en árabe.

Puro Terror (La Web del Terror)Where stories live. Discover now