El horror oculto (parte 4)

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No se podía ver nada, en un principio. Sólo el macabro sonido seguía escuchándose cada vez más cerca, siniestro, penetrante, corroyéndome el alma. El olor repulsivo seguía perforándome las meninges y todo mi ser. Mientras bajaba las escaleras con contenida zozobra, me iba sujetando ferozmente a la barandilla, pero todavía mi vista no se había acostumbrando a la falta de luz. Puse en alerta todos mis otros sentidos. El oído, sobretodo, que era ahora mi principal guía, ya que el tufo saturaba mi nariz y casi ni me dejaba pensar con claridad. Los escalones resbalaban, una masa pegajosa y más gelatinosa que el barro que encontré arriba se me adhería a mis botas de campo. Hasta por dos veces estuve a punto de irme al fondo de lo más oscuro, con la consiguiente amenaza a mi integridad física que eso significa. Fueron quizás los primeros instantes en que tuve una cierta desazón y un malestar in crescendo que me fue invadiendo, pero no quería dejarme sugestionar. El sonido que vine oyendo se acalló, de pronto. ¿habría percibido el ser que allí se encontraba mis sigilosos pasos?¿Me abría olido o visto quizás?

¡Ya! Ya podía adivinar ciertas figuras, trastos y muebles repartidos por todos lados. Algunos todavía ocultos tras sábanas viejas y raídas, algunos desvencijados y de seguro podridos por la humedad imperante en todos lados. Me estaba acostumbrando a la penumbra. A veces, en casa, he hecho el experimento de entrar a oscuras en alguna habitación y he buscado algún objeto o, cerrando los ojos, me he movido por alguna estancia tan sólo para comprobar qué se siente y cómo me las apaño en esas circunstancias. Pero nada más lejos de lo que estaba viviendo entonces. El sitio donde yo me encontraba me era totalmente desconocido, y el corazón galopándome como un caballo desbocado no me dejaba concentrarme en mi tarea exploratoria. Yo lo que quería era tener una adecuada composición del lugar. Que el sonido siniestro se hubiese acallado, no me traía buenas impresiones. Cada vez estaba más asustado, era hora de confesarlo. Por fin llegué al suelo de un pequeño sótano, que posiblemente sirviera de almacén, sin ventilación alguna. También estaba encharcado y el barro era considerable. Mis pies se hundieron en una masa pegajosa. Al querer dar un paso, resbalé y fui a sentarme sobre el desagradable lecho viscoso.

Acuciado por un impulso, ya decididamente algo más exaltado, arranqué la pata de una mesilla que se encontraba sobre la montaña de trastos, sin mucho esfuerzo, y logré rasgar un jirón de una sábana que estaba cerca. ¡Ja! Recordé: lo que sí me había traído conmigo era mi mechero de yesca, como buen degustador de puros. Afortunadamente, no había sido alcanzado por la humedad. ¡Oh, vaya! el habano que reservaba para la vuelta a casa se me deshizo en la mano. Tiré los restos de mi preciado puro, que en parte se me pegaron a los dedos y con gesto indeciso aunque determinado pude dar luz al angosto recinto.

El escenario era dantesco. Además de todos los muebles que había entrevisto en mi bajada, allí había muchos restos... ¿animales? No, Dios, ¡eran restos humanos! Muchos, muchos huesos, calaveras y miembros brutalmente tronzados esparcidos por toda la estancia. En uno de los rincones se levantaba una montaña de trozos de huesos y carne a medio descomponer, minado por una legión de moscas tan grandes como abejorros. Llegaba hasta el techo.

¡Ahgg! grité, sin poder contenerlo. El hueso de un antebrazo vino a chocar contra mi pie. Lo observé bien y vi que pertenecía a un cuerpo que tenía... algo extraño. Era un hombre casi con toda seguridad, por su corpulencia. Estaba boca abajo. Pero... y eso es lo que me chocó, cargaba una mochila o petate militar. Vestía de verde caqui y sus ropas eran claramente un uniforme... ¡un uniforme de un soldado de la Gran Guerra europea! Todavía estaba tocado por el casco metálico y los bolsillos de su pantalón lo delataban, así como el fusil de asalto que aún aferraba con su otra mano. ¡Ya tenía suficiente! Volvería arriba y me largaría de aquel lugar tan pronto como me fuera posible.

Puro Terror (La Web del Terror)Where stories live. Discover now