El ángulo muerto (parte 4 y final)

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Despertando.

¡Jack…, Jack…! ¡Venga, despierta, hombre! Ven, ven conmigo. ¿Qué…, qué quieres? Pero…, ¿dónde…, qué hora es…? A la una, a las dos… a la medianoche. ¿Qué…, pero qué dices? ¡Déjame dormir! ¡Ven conmigo, ven a ver esto! ¿El qué…? ¡Tengo sueño…! ¡Mira, el faro... está parado, no se mueve! Está alumbrando hacia aquí…

¡El faro…! Sí…, lo recuerda. Antes de irse a la cama estuvieron alrededor del fuego. Jack lo encendió fuera, mientras observaba cómo daba vueltas la luz del faro, obnubilado por su cadencia hipnótica; y estuvo alimentando la llama durante un buen rato hasta que fueron acercándose las chicas, que estaban a lo suyo, comentándose cosas al oído y riendo estruendosamente. Ya empezaba a hacer cierto frío, era una noche oscura y algunos hilos de niebla se iban acercando desde las marismas.

Poco después, Nadir volvió a hacerlo. Vino envuelto en brumas y se sentó junto a Jack en el tronco, como una sombra de sospecha que cae sobre un criminal. Una espesa niebla embargaba ya todo el ambiente. Y fue su aliado en su aparición. Luego, también se puso a contemplar el faro sin quitarle ojo. Esta vez Jack lo aceptó sin rechistar. Ya no le pareció tan raro tener un fantasma a su lado. Sin querer, se había acostumbrado a su presencia. Pero las chicas, justo enfrente de ellos, aún no lo sabían; permanecieron totalmente ajenas a su repentina aparición de la nada. Ellas reían y fumaban mientras tanto. El alcohol hacía el resto del trabajo.

¿Sabes a qué hemos venido aquí, verdad, Jack? Las chicas, entonces, se sonrieron como gatitas, pensando que una parte de esa pregunta aludía a ellas. No, no lo sé. ¡Sí, sí lo sabes! ¿Ves el faro?

¡El faro…, otra vez el faro! Pensó Jack con fastidio. Pero su mirada no podía apartarse de la luz del faro.

¿Y sabes quién está ahora mismo en el faro…, verdad, Jack…? Es la hora…, es la hora de encontrarnos con papá…, Jack. Nos está esperando. Él nos está esperando. Quiere que vayamos a hacerlo. Siempre ha estado esperando que lo hagamos. Y hoy vamos a hacerlo. A la una, a las dos…, a la medianoche... ¿Te acuerdas cuando papá nos cantaba esa canción antes de entrar en la habitación… cada noche? ¿Te acuerdas…? ¡Te acuerdas de lo que nos hacía después…, Jack? ¡Recuerda…, recuérdalo, maldita sea!

Jack se incorporó de la cama, bruscamente. La respiración entrecortada. Le faltaba el aire. Nadir no estaba a su lado como cabía esperar. Un sudor frío le recorría todo el cuerpo. Sintió la garganta seca y se echó la mano al cuello. Un tacto cálido y húmedo, seroso, hizo que se mirarse la mano. Luego tuvo que mirarse la otra, mientras acababa de incorporarse y sentarse en la cama.

Tenía las manos completamente manchadas de sangre. A su lado, el bello cuerpo de Annie estaba abierto en canal y todas sus vísceras desparramadas por la habitación. Todavía conservaba el color sonrosado en sus mejillas… Junto a la cama, en el suelo, Clara Elizabeth lo miraba con unos ojos desorbitados. Unos ojos que ya no veían.

                                                                                            * * *

La doctora Jekyll llevaba cinco años ingresada en una institución para enfermos mentales profundos. Después de haber asesinado a su propia hija, supuestamente, por culpa del abandono de su marido; se dio a la bebida y posteriormente asesinó a su padre, el vigilante del faro de Costa da Morte. El mismo día, cerca del faro, aparecieron los cuerpos brutalmente mutilados de dos chicas. Se desconoce quién lo hizo ni las razones que le llevó a tan cruel asesinato.

Puro Terror (La Web del Terror)Where stories live. Discover now