El horror oculto (parte 3)

97 3 0
                                    

Dentro se podía percibir que no había demasiada diferencia entre lo que había visto afuera. El suelo de la casa estaba igualmente empantanado, miré al techo y no distinguí abertura alguna que hubiese permitido a la lluvia inundarlo todo. La lámpara de araña se mecía en medio del hall, cansinamente. Recordé, no obstante, que la fachada estaba toda agujereada y que posiblemente fuese por allí por donde el agua se había ido filtrando a lo largo del tiempo... pero ¿y el barro?¿cómo había logrado penetrar en la casa tanto barro, si la casa se elevaba del suelo como dos, quizás tres pies?

Como ya me habían relatado, el piso permanecía sembrado de objetos y enseres por doquier, sin orden alguno, todos bien cubiertos de cieno y encharcados en agua. El olor era nauseabundo. Parecía que el pantano de los alrededores se hubiese volatilizado de su sitio y hubiese caído literalmente sobre la casa. Era insoportable. De vez en cuando, mirando en derredor, se podía reconocer una muñeca desgreñada sin ojos, unas tijeras de las de manejar el carbón de la chimenea, un bolso abierto y vuelto del revés,... Aquí y allá, un libro se destacaba entre el maremágnum de objetos y desperdicios. Yo lo cogía e intentaba descifrar quién era su autor o de qué obra se trataba.

La mayoría estaban ilegibles, pero pude distinguir de entre ellos viejos tratados de alquimia, almanaques astrológicos, alguno que otro de los libros que aparecen en el Index Librorum Prohibitorum3, si no me fallaba la memoria. Y uno entre todos ellos que me llamó la atención: El Necronomicón, una obra escrita con el título de Kitah Al-Azif (en árabe: "el rumor de los insectos por la noche", rumor que en el folclore arábigo se atribuye a demonios como los djins y gules) alrededor del año 738 d.C. por el poeta árabeAbdul Al-Hazred. Por supuesto, una edición mucho más reciente, de 1897, de una editorial de Salem. Se dice que Alhazred murió a plena luz del día devorado por una bestia invisible delante de numerosos testigos, o que fue arrastrado por un remolino hacia el cielo. Sí, lo conocía muy bien. Estas historias habían sido compañeras de las tertulias nocturnas al calor de la lumbre. No me podía imaginar que una gente tan distinguida como la que debió habitar en la casa tuviese tal suerte de predilecciones literarias.

En el mismo momento que hojeaba el libro maldito, separando con trabajo sus páginas empapadas, un ruido peculiar distrajo mi atención. Agucé el oído, mientras dejaba en el suelo el tratado, intentando determinar de dónde o qué cosa era la que lo producía y me pareció que el origen provenía de una estancia situada bajo el suelo, quizás un sótano o una pequeña bodega. El sonido era como el que hacen los animales al comer... ¡pero sonaba a desgarro de carnes, huesos, cartílagos,...! Un sonido que cada vez se hacía más audible, más evidente y reconocible a medida que me acercaba al hueco de la puerta que bajaba. Contuve un rictus de asco al imaginarme lo que pudiera ser, el olor penetrante a muerte y descomposición agudizaba mi estado. Con la decisión que me caracteriza, preferí abandonar suposiciones y cerciorarme lo antes posible de que no corría peligro.

Intenté que mis pasos no me delataran, pues quise saber qué criatura estaba allí abajo antes de que ella me sintiese a mí, claro está, ya que por aquella zona los coyotes y algunos osos eran frecuentes. Salían de las montañas y acudían al abrigo de las casas abandonadas. Y allí acababan de devorar a sus presas, acechadas y malheridas en lo oscuro del bosque. Si se daba el caso, pensé, lo podría asustar pero ¿con qué...? No soy dado a llevar armas, ni en mi casa las he tenido nunca. La armería que dejaron los antiguos dueños de mi propiedad, muy aficionados a la caza, por los trofeos y cráneos disecados que dejaron colgados en todas las estancias, mandé desalojarla para disponer un pequeño estudio donde abandonarme al vicio de las artes literarias. Era consciente, me veía en inferioridad de condiciones. Pero no me amilané. Con sigilo, fui bajando los escalones.

_______________________

3 El Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, en español "Índice de libros prohibidos", también llamado Index Expurgatorius, es una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia Católica catalogó como libros perniciosos para la fe.

Puro Terror (La Web del Terror)Where stories live. Discover now