Capítulo 9 🖤

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Esa noche el Conde y la Condesa habían tomado las represalias un poco desmedidas para Deva, y ya nuevamente en la intimidad de su alcoba, Priscilla se cepillaba el pelo con gran esmero, reflejando así una sonrisa complacida en el espejo.

—Parece que hasta aquí llego la paz —habla con ligereza mientras su esposo se desabrocha los botones de la camisa. 

Él contesta sin mucha emocionalidad.

—Te habías preocupado por nada...

—Admitiré que en cierto grado me afligió, nunca habían durado tanto sus intentos —hace una mueca —pero como siempre, no necesito ni mover un pelo, ella misma se arruina.

—Has estado muy interesada en lo que esa niña hace, deberías simplemente encerrarla en su habitación y no dejar que se cruce con los niños si tanto te iba a molestar —con solo un pantalón de ceda celeste, Sergei se acuesta en la cama. Ella lo sigue y se sienta mirando hacia el otro lado.

—Así no me sirve. Si no le diera un poco de rienda suelta a sus malas acciones no podría lograr que los niños la odien. De esta manera se desecha cualquier sentimiento de pena y amabilidad hacía ella —lo mira de lado —el rechazo de toda la familia la terminará sometiendo.

Sergei se refriega los ojos y cambia de tema como si nada de lo dicho fuera de su interés.

—En estos días el cansancio me llega más rápido... Tal vez sea la edad...

Priscilla apoya su cabeza en el pecho de Sergei y su mirada se enfría como si sus palabras cayeran sobre ella como un vaso de hielo.

—Ya pasará querido, deben ser las lluvias de primavera.

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Cuatro días sin comer... en serio, cuatro. Emilio fue a mi habitación luego de que la noticia del desastre en la sala de Alexander le fuera dada a mis padres. No recibí ninguna mirada ni palabra de ellos, el mayordomo había servido de mensajero, pero al final el castigo fue lo bastante duro. Me permiten tomar agua, pero no puedo comer nada hasta que finalicen mis cuatro días de castigo, tampoco puedo salir de la habitación.

Creo que se pasaron, pero estaba segura de que aquel daño en mi imagen serviría para apaciguar las investigaciones de Priscilla y piense nuevamente en mi como una idiota que no puede sostener ningún comportamiento decente, y por consiguiente, no me crea capaz de avanzar en mis planes.

Por lo pronto lo que debía hacer es aguantar estos días de confinamiento, y resignarme al no poder visitar a Jissel o seguir relacionándome con Alexander.

—Lamento mucho no poder ayudarla señorita —Rebecca se mantuvo dos minutos con la cabeza hacia abajo.

—No hay nada que se pueda hacer, no te castigues, te tienen amenazada para que no me traigas comida. Ya bastante te arriesgas por mí —me inclino en la silla de mi escritorio y abro un cajón con dos mandarinas dentro —por lo menos tengo para sobrevivir este primer día —me río con torpeza.

—Pero esto es demasiado, se morirá de hambre.

—No exageres Rebecca, pasare hambre sí, pero un ser humano puede aguantar muchos días sin comer. Además, solo tienes que traer bastante agua todas las mañanas para engañar al estómago.

Los ojos de Rebecca se tuercen en su tristeza, ya que los métodos para aplicar la disciplina le parecieron inmorales. Estaba por repetir que no se mortifique pero en ese momento al escuchar dos golpes secos en la puerta me desprendo de su mirada. 

LA SOMBRA DEL DESTINOWhere stories live. Discover now