Capítulo 7 🖤

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Los días transcurrían tan pacíficamente que el joven Alexander no recordaba sentirse irritado por vivir en la misma casa que la niña adoptada, es más, a veces se olvidaba de ese hecho. No se había cruzado con ella ni el pasillo, ni en la biblioteca, ni en el comedor, tampoco en la entrada o jardín. ¿Acaso ya se había muerto?, pensaba Alexander con una risa burlona. Pero lo cierto era que algo de curiosidad le picaba muy en lo profundo. Tampoco es que tuviera la suficiente curiosidad para buscar sus huellas, y prefería enormemente que sus días siguieran así. Además, estaba muy ocupado con sus estudios que eran sumamente tediosos, ya que su maestro de asignaturas era conocido por dar clases avanzadas y que debía seguirle el ritmo como fuera, así es como su padre con total seriedad y sin muestras de cariño, le hablaba.

El Conde le recordaba sin cansancio que debía ser el mejor, lo suficiente para asumir su descendencia y cargar con el título de la familia, su honor y riqueza. Por lo que sus errores siempre significaban enfrentarse a su padre diciéndole fracasado, o que lo amenazase con duras consecuencias. Luego tenía la obligación de aprender esgrima con el resto del tiempo que le quedaba, así que no se relacionaba con su familia casi nunca, y tampoco era lo que tenía ganas de hacer, ya que su padre solo hablaría de sus avances y su madre lo adularia, pero jamás lo visitaba en el día, ni le contradecía a su padre por sus tratos, así que algo de malestar sentía ante sus padres, aunque los respetaba. Lo único que le servía de alivio era su hermanita, y aunque tampoco era de poder verla mucho, si es que tenía algún espacio en su agenda lo hacia. Jissel no era una niña molesta que le obligaba a jugar a algo o se enojara con facilidad, era extrañamente considerada para su edad, así que para él era agradable estar con ella aunque sea por poco tiempo.

Desde el regreso de su viaje con sus padres y su hermana, no pudo juntarse ni un segundo con ella y ya hace como un mes de ello. Todo se le había acumulado en el tiempo que estuvo afuera, sus maestros no le tuvieron nada de piedad, y al llegar la noche se desmayaba del sueño. Pero hoy, a punto de acostarse, se da cuenta que mañana era el cumpleaños de Jissel. Abre los ojos y se golpea la frente.

—No tengo un regalo. Que estúpido —frunce el ceño —No puedo compararle algo por la mañana.

El joven era tan independiente que con un par de guardias iba y venia de la capital cuando le fuera necesario y tenga la agenda libre. Lo que ni Deva, ni Jissel tenían permitido. Jissel por ser muy pequeña, y Deva... por que sí.

Alexander se tira de espaldas a la cama y suspira.

—Bueno, puedo ser el primero que la salude mañana y prometerle tener el regalo más tarde.

Siempre se levantaba antes de las siete de la mañana, y su hermana entre las ocho y nueve. Así que él aprovecharía a despertarla y saludarla por su cumpleaños. Rezaba para que los días sin la oscuridad de Deva siguiera persistiendo y que mañana no apareciera. Sus cejas se cerraron ocultando a un par de iris ámbar, y apretó una almohada entre sus brazos como todas las noches, cayendo en un sueño profundo.

A la mañana siguiente se despertó automáticamente en cuanto el anaranjado cielo iluminó sus cabellos y cruzó miradas con los rayos del sol naciente. Algo adormilado sonrió con picardía y se levantó. Se puso un abrigo y salió despeinado de la habitación. Camino por el largo pasillo y observó el reloj en la pared. Eran apenas las siete de la mañana, perfecto para sorprenderla y ser el primero en darle los buenos días. Llegó a la puerta de Jissel y una sonrisa más amplia surcaba en sus mejillas. Con cautela apoyó su mano en el picaporte y la giró lentamente para no despertarla, ya que quería estar al ras de su cama para sorprenderla. Pero algo lo detiene.

—¿Son voces?... —murmura extrañado.

Una pequeña risa que no reconocía como la de Jissel llega a sus oídos y un sobresalto se apodera de él. Abre la puerta con ímpetu, y lo que observa descoloca su sonrisa. Su pequeña hermana estaba rodeando a Deva con sus brazos mientras sonreía, pero las dos hermanas detienen su acaramelado momento y se sorprenden cuando en un salto ven a Alexander parado en la entrada. Jissel reacciona sin pensar, se levanta y corre hacia su hermano.

LA SOMBRA DEL DESTINOWhere stories live. Discover now