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El lugar estaba lleno de iluminación, muchas mesas, y bastante gente. Las personas allí vestían bastante elegante, sin parecer claramente una cena o algo así, porque lógicamente no era lo suficiente, pero sus prendas y joyas demostraban que sus bolsillos estaban repletos de dinero.

Hacía mucho frío, aunque bueno, el abrigo beige que traía puesto no dejaba que lo sintiera, ya que llegaba casi hasta mis pies.

Era incómodo caminar con esos tacones, pero gracias al cielo, mi mamá me había hecho usar unos antes.

Mateo, quién estaba a mi lado, estaba siendo visible ante la gente; era la segunda vez que lo hacía a mi lado. La primera, fue en la fiesta a la que accedió acompañarme, donde las cosas terminaron un poco mal. 

¿Esta vez terminaría mal? Según los registros, sí. Según su sonrisa, sí. Según mi sexto sentido, sí.

Aunque bueno, hasta con un sentido te darías cuenta de que esto va a terminar mal.

Mateo frenó los pasos mientras sostenía mi cintura, la cual sujetó desde que salimos de mi casa.

—Hola. —Dijo Mateo mirando a un hombre, jugando billar a nuestra espalda.

Él se dio la vuelta y nos miró, era un poco mayor, no exageradamente, pero tendría unos treinta años.

—Hola. —Sonrió él. Me miró apenas de reojo y volvió a mirar a Mateo.

—¿Todo en orden? —Preguntó antes de tenderle la mano.

—Gracias a Dios. —Dijo y rió igual que Mateo.

Miré confundida la escena.

—Ella es mi novia. —Dijo Mateo sacando su mano de mi cintura.

Aquel hombre volvió a mirarme y esta vez con más detalle.

—Eduard. Un gusto. —Dijo antes de acercarse para besar mi mejilla.

Miré a Mateo de reojo.

—Amelia. —Dije tratando de ser cortés. Al menos de parecerlo. —Un gusto.

Su sonrisa se amplió y volvió a mirar a Mateo.

—¿Y tu mujer? —Preguntó Mateo.

—Ahí viene. —Dijo mirando detrás nuestro.

Mateo y yo desviamos nuestra mirada hacia la mujer rubia de porte que venía hacia nosotros, caminando excelentemente en sus tacones gigantes.

—Hola, Esmeralda. —Dijo Mateo al verla.

La conocía.

—Hola, Mateo. —Sonrió de lado mientras le ofrecía una de las copas que llevaba en sus manos a su marido.

—Cada vez más linda tu mujer. —Dijo Mateo y traté de no mostrar mi disgusto antes aquellas palabras.

Al menos no frente a ellos.

—Vos sabés. —Dijo Eduard antes de besar a su mujer cortamente.

—¿Me invitás a jugar? —Preguntó Mateo refiriéndose al pool.

—Mmm, no creo que me convenga. —Dijo riéndose.

Mateo rió también antes de volver a sujetar mi cintura. 

—Entonces, buscaré con quien jugar mientras tanto, nos vemos en un rato. —Dijo Mateo y el otro asintió antes de volver a darse la vuelta.

Mateo comenzó a caminar a otra mesa de billar.

—¿Qué mierda fue eso? —Pregunté molesta.

—Tranquila bebé, que recién comienza la noche.








Ay, ay, ay.

Saqué una fic llamada cliché, ojalá se pasen a leerla<3 me haría muy feliz.

Hell [✓]Where stories live. Discover now