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—¿Qué tengo que hacer, hay qué firmar algo? —Pregunté.

Mateo negó con la cabeza y miró al ser infernal.

—Un ritual, ¿dónde está la bruja servidora? —Preguntó confundido el ser infernal.

—No viene. Soy príncipe, tengo autorización suficiente como para necesitar una. —Demandó serio.

—Lo siento, no lo cuestionaba. —Habló despavorido.

Podía ver como a Mateo le gustaba.

—Traje la poción. —Dijo Mateo sacudiendo un poco su mano y entonces apareció, detrás de un poco de polvo, un envase con un líquido negro adentro.

Mateo se lo pasó al hombre y yo miraba inquieta, algo ansiosa y nerviosa por saber lo que iba a pasar.

—Hazte en el centro. —Habló el ser infernal.

Hice caso mirando el circulo. Miré a Mateo y él me hizo una seña para que me corriera hacia atrás. Obedecí frunciendo el ceño y me sobresalté cuando el suelo se abrió allí en la mitad un poco, para dejar salir una estructura mediana. Era una pequeña columna y encima había una daga, un par de cálices y pequeños frascos.

Abrí mucho mis ojos y miré a Mateo atemorizada.

Sentí mis piernas flaquear cuando vi como personas encapuchadas entraban al lugar y se hacían en las paredes, guardando distancia, formando un círculo al igual que las velas.

Deduje que éstos si eran humanos, pues lograba ver la piel en sus manos, y un poco de sus rostros.

—Desnúdate. —Dijo aquel ser que empezó a levitar.

—¿Q-qué? —Pregunté temblorosa.

Me empezaba a marear la situación.

Miré a Mateo buscando que me dijera algo, más solo lo vi asentir con el semblante serio.

—¿Por.. p-por qué? —Pregunté sin entender.

—Es un ritual. —Habló Mateo de mala gana.

—Hoy, entras prácticamente a una nueva vida. Hija de Dios por creación, muéstrate igual como él te trajo a éste mundo. —Habló el ser infernal.

Aunque estaba muy poco convencida, no me quedó más opción que empezar a desabrochar mi ropa, para luego sacarla, con mis mejillas rojas de la vergüenza.

—¿Quiénes son ellos? —Pregunté mirándolos.

—Son servidores de Satán. —Dijo él y fruncí el ceño.

—Son lo que tu gente llama satánicos, y están aquí, como testigos humanos de que tu alma será mía. —Dijo Mateo.

Traté de taparme un poco, nerviosa ante la exhibición de mi cuerpo.

—Mateo, Ángel caído, llamado Trueno ante su revelación en el cielo y destierro. Ahora, nuevamente, príncipe del infierno. —Dijo el ser infernal.

Mateo solo caminó hasta quedar frente a mi.

—Arrodíllate. —Habló el otro.

Tomé aire antes de hacerlo, cerré mis ojos buscando resistencia interna, porque esto cada vez me asustaba más.

Miré a Mateo y me encontré con su mirada, se encontraba muy serio y eso me asustaba.

—Tu mano. —Pidió el infernal.

Le pasé la mano tratando de hacer algo para que no temblara, pero era imposible.

—Arrodíllense. —Habló éste en voz alta.

Miré como todos se arrodillaban a nuestro alrededor y mi respiración se comenzó a agitar.

El ser infernal tomó en su mano la daga y antes de que pudiera decir algo, solté un quejido al sentir como cortó la palma de mi mano con una línea recta profunda.

Sentí la mano de Mateo acariciar mi cara, mientras yo mordía mi labio tratando de no llorar.

Me estaba ardiendo mucho, pero no quería demostrarlo.

El de morado se acercó a la mini columna para tomar un envase y con la sangre que derramaba mi mano empezó a llenar uno pequeño. Me espantaba ver como mi sangre salía a montones, pero trataba de pensar que no iba a morir desangrada por eso, y quería confiar en la palabra de Mateo al decirme que nada malo me iba a pasar.

Traté de frenar mi sangre cuando él hubo llenado el frasco, más solo lograba ver mis manos llenarse de sangre.

¿Qué estás haciendo, Amelia?

—Te amo. —Escuché a Mateo decir.

Mis ojos se hundieron en lágrimas, porque me estaba muriendo del susto, pero volvía a recordar que no importaba nada, no me importaba nada que no fuera él.

Y escucharlo decir 'te amo' se oía tan bien.

Miré al ser infernal llenar hasta la mitad los cálices, con la poción que Mateo había traído.

Puso en la derecha mi sangre y pasé saliva al verlo.

Él se dirigió entonces a ambos y le entregó a Mateo la copa en la que estaba servida mi sangre, mientras que a mi, me dio la que solo poseía la poción.

Sentí esta vez, la mano de Mateo acariciando mi cabello, mientras yo no paraba de temblar.

No ayudaban los “satánicos” que no paraban de murmurar cosas, ni las velas que hacían lucir todo peor, ni un ser sin rostro que levitaba a mi lado, mi vergonzosa desnudez, o mi escandalosa sangre saliendo por la palma de mi mano.

—Mea est anima tua: et ego dabo vobis. Repítelo. —Habló él haciéndome temblar.

Mateo pasó una mano por mi boca y por mis oídos, y entonces pude entenderlo, y repetirlo.

“Mi alma es tuya, te la entrego”.

—Mea est anima tua: et ego dabo vobis. —Repetí.

—Tomen de la copa.

Con demasiado nerviosismo, miré la copa en mi mano. Podría haber dejado que el arrepentimiento me consumiera, pero ya había llegado hasta aquí, éste no era exactamente el mejor momento como para querer arrepentirse.

Mateo llevó la copa a su boca y yo por inercia lo hice, y mientras nos mirábamos fijamente, dejé que el líquido se introdujera en mi boca. Arrugué mi frente con disgusto al sentir un sabor agrio, más sin embargo cerré los ojos y pasé rápidamente el líquido.

Solté un quejido ante el ardor en mi garganta y empecé a soltar un quejido cuando el ardor dejó de ser normal, a comenzar a asustarme.

Las lágrimas salieron de mis ojos cuando comencé a sentirme herida internamente, al sentir que mi interior estaba ardiendo en fuego.

Solté un chillido cuando mi boca comenzó a sangrar, dejando caer el líquido rojo al frío suelo.

Miré horrorizada mi mano cuando empezó a moverse sola. Ésta se introdujo en mi boca, llenándose de más sangre y comenzó a escribir letras hebreas.

Luego, como ya me había pasado antes, pude verla con claridad.

Dueño eterno, mi alma es tuya.



Creen que fue un error?

A lo hecho pecho.

Hell [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora