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Miré la estructura gigante frente a mi. Pese a que nunca había creído en la iglesia ni en nada, pasar por esta iglesia siempre me había provocado escalofríos.

No sé por qué. Probablemente porque hay muchas velas o por las imágenes que parecían mirarme.

Miré a Mateo a mi lado entrar sin removerse ni un poco incómodo.

Mi mamá se sumergió entre la gente para sentare en una de las bancas gigantes. La seguí para sentarme a su lado.

Miré a Mateo que me miraba desde el pasillo únicamente. Alcé una ceja y él simplemente sonrió poniendo blancos sus ojos.

¿Debería preocuparme?

Tragué en seco y fijé mi mirada al frente. El padre comenzó a hablar y constantemente oraban, yo trataba de concentrarme cuando oraba, mirando si de pronto sentía algo por parte de Dios.

Miré a mi mamá a mi lado concentrada orando y a mi otro lado un señor que también oraba concentrado.

Miré al frente cuando el padre empezó a hablar y casi se cae mi mandíbula al piso cuando vi a Mateo a su lado que me sonreía.

Negué sutilmente con la cabeza y él comenzó a caminar por el amplio altar. Apreté los dientes al ver que tiraba unas velas al piso, pero por suerte, se hallaban apagadas.

Miré alrededor viendo como esto llamaba la atención de la mayoría.

Mateo se burló de mi al verme tan preocupada. Lo miré atenta cuando empezó a levitar, flotando sobre las personas que habían en el lugar.

Él se detuvo donde un hombre que estaba dormido. Aguanté una carcajada cuando gopéo su frente provocando que despierte y su cabeza se vaya para atrás.

—¡Amelia! —Me retó mi mamá en voz baja.

Yo me tapé la boca y giré a mirar mal a Mateo, que justo se encontraba acariciando la cabeza de un hombre calvo.

Que idiota que es.

La misa se acabó y descansé de que Mateo no hubiera provocado una travesura más.

—Hola. —Dijo un hombre llegando a saludar a mi mamá.

Mi mamá le devolvió el saludo con una sonrisa tímida. Yo solo traté de ser cortés y me fui alejando lentamente.

Salí de la iglesia que estaba llena de personas.

—¿Muy divertido? —Dije mirando a Mateo.

—Un poco. —Alzó los hombros.

Mateo seguía mirando a todos lados y comenzaba a causarme curiosidad qué era lo que lo tenía tan inquieto desde la mañana.

Iba a hablar cuando vi a mi mamá salir riéndose con el hombre.

—Ami, voy a tomar algo con.. Eduardo, ¿podés adelantarte? —Preguntó.

¿Mamá en una cita? Eso si era sorprendente.

—Claro. —Asentí y rápidamente desaparecieron de mi vista.

—¿Ami? —Cuestionó Mateo divertido.

Giré a mirarlo restándole importancia a su reciente burla.

—¿Qué te pasa? —Pregunté y él arqueó una ceja. —¿Por qué estás tan inquieto?

Él miró a otro lado medio molesto, algo estresado quizá.

—No te incumbe.






El Mateo.

Hell [✓]Where stories live. Discover now