Capítulo 26: Madre

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—¿Sabes con quien me voy a casar, no?

—¿Y yo? ¿Yo qué? Estoy aquí para ser tu golpe de realidad, con la esperanza de que escuchar a alguien que está en tu lugar te haga reaccionar y... darte cuenta de que rara vez se ha perdido todo, excepto cuando se está muerto. Solo entonces ya no hay nada que hacer. Tú tienes algo que hacer, Aquía.

—¿Alguien que está en mi lugar? ¿Sí te das cuenta de que vas a ser la reina? ¿En qué constelación dice algo parecido a que las nuestras son situaciones similares?

Lyra siempre ha sido imperturbable; ese día, no. Me miró con la mandíbula tensa, los ojos chispeando ira, y los labios fruncidos. Si bien su mentón no flaqueó, el resto de sus facciones abrieron paso a las emociones permitiendo que yo fuese capaz de identificarlas.

—Lo voy a tomar como algo que dices solo porque…

—Tómalo como honestidad —zanjé.

—No puedo creer que tú estés diciendo esto. Minimizando lo que yo atravieso al compararlo con tu dolor. Puede que tú veas esto como el fin de tu mundo, pero déjame decirte que no eres la única que ha estado en una situación similar. Y yo no tuve una amiga que fuera a darme ánimos cuando me enteré de quién era y quién debería ser. Solo me tuve a mí y una elección: echarme a morir y aceptar mi destino, o hacer de este una oportunidad. Sigo trabajando en lo segundo. Sola.

—No lo entiendo, ¿cuál es tu problema con ser Lyra Cygnus? Tienes un nombre, un título, un futuro y un apellido. Yo siempre he sido “Vendida” y ahora voy a dejar de serlo para ser… de ese monstruo.

—Mi problema con ser Lyra Cygnus es “él”. Debo casarme con él. Yo no quería ser Vendida pero menos quería ser esposa. ¿No entiendes que debo darle un hijo a una persona que aborrezco? En un supuesto caso de que deseara ser madre, ¿cómo podría amar a una abominación así? Sargas ni siquiera debería reproducirse y yo debo amar al monstruo que él forme en mi vientre, atravesar un embarazo que destruirá mi cuerpo y mi estabilidad emocional, dejar que me desgarren por dentro y me cosan por fuera durante un parto que no deseo, solo  para que su hijo pueda portar la corona de un reino en el que no deseo que viva ninguna mujer.

»Dices que seré reina, pero parece que olvidas que en la historia de Aragog no hay registros de ni una palabra, ni un cambio, ni una ley, ni una contribución hecha por las esposas de los reyes a las que algunos tienen la bondad de llamar reinas.  Adornos de la corona puestas para traer al heredero. Eso es ser reina en Aragog, crear príncipes y el futuro rey con la matriz, y solo eso, no gobernar. Ese es mi destino, ser la vasija donde el príncipe maldito deposite su descendencia.

»Desde hace tiempo que tengo hipersomnia. Trato de ser útil, de hacer algo para cambiar esto, pero es como si el parásito de la realidad me consumiera por dentro. Donde me siento me quedo dormida. Me acuesto temprano y me levanto después del mediodía todavía con sueño. Siempre ando apática, lenta, decaída, fingiendo resistencia cuando lo que deseo es tirarme en el suelo a descansar un cansancio eterno. El cansancio de estar viva. De ser mujer. De tener que ser madre.

—¿No quieres ser mamá?

—¿Eso es todo lo que escuchaste?

No me quedaba oxígeno en el pecho. Sus palabras me habían taladrado más profundo de lo que dejaba ver.

—No, pero sigo creyendo que esa parte la escuché mal.

—¿Por qué?

—Porque jamás había escuchado algo como eso. Yo soy una Vendida, o lo fui, jamás tuve esa opción, y creo que prefería no pensar en eso para que no me doliera, pero eso hacemos todas, ¿no? Soñamos en silencio con la oportunidad de las esposas, ese poder de elegir formar una familia, un hogar lleno de…

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt