El inframundo y una aparición inesperada

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Los ánimos de Percy empezaban a descender bastante rápido. Sobre todo al no encontrar al dios de la muerte, ni a Perséfone en el palacio de Hades.

Todo había ido bien. Nico los había llevado a través de los viajes sombra hasta el salón central del palacio de su padre, pero se sorprendieron al no encontrarlo allí sentado, acompañado de su esposa.

Eso los había dejado desconcertados.

Pero lo que más los decepcionó fue no encontrar absolutamente a nadie en el palacio. Sólo había unos cuantos sirvientes esqueletos que rondaban por allí sin ningún motivo ni ocupación. Nico preguntó a varios de ellos si habían visto al rey del Inframundo, pero la respuesta de todos los esqueletos fue negativa.

Nadie sabía dónde Hades estaba Hades.

Percy quería arrancarse el pelo de la desesperación. ¡Por los dioses! ¡¿Si Hades no estaba, quién diablos los ayudaría a salvar a su hermanita de las profundidades del Caos?!

Al menos Rick, que parecía tan desesperado y tenso como él, sugirió buscarlo por todo el Inframundo, para ver si estaba en alguna otra parte, tal vez haciendo quehaceres del rey de los muertos.

Nico y Percy accedieron. No se iban a rendir tan fácil.

Pero, recorrieron los Campos Elíseos, los Campos de Castigo e incluso los tribunales de muerte, donde todos los fallecidos esperaban que se juzgaran sus actos cometidos en vida. Decidieron no centrarse mucho en ellos.

Tal vez no quería comprobar si el alma de Ruby estaba por allí cerca.

El último lugar que les faltaba por verificar: Los Campos de Asfódelos.

Allí se dirigieron.

Percy llevaba muchos años sin ver aquel lugar, aunque tampoco tenía muchas ganas de hacerlo.

Se le había olvidado lo deprimentes que eran los Campos de Asfódelos.

Miles y miles de almas aglomeradas en aquel sitio, vagando, sin rumbo, sin motivo...Percy intentó no prestarles atención. Le parecía demasiado deprimente todo, y él ya estaba lo suficientemente melancólico con lo de Ruby como para ir allí e inundarse la retina de aquella perspectiva que tenían que afrontar todas aquellas almas, durante años, centenares, milenios...

Siguieron caminando, tanto que Percy no advirtió que se acercaron mucho más de lo que le gustaría a una sima que se sumergía en la oscuridad que había en el fondo. Y Percy quiso alejarse corriendo de allí al distinguir qué clase de sima era esa.

Era la entrada al Tártaro. El peor lugar que había conocido en su vida y que alguna vez conocería.

Al observar la cara de Nico, vio que el joven chico de catorce tenía el terror pintado en sus pálidas facciones.

-El...el Tártaro. –balbuceó Nico, con la voz aguda y nerviosa.

Rick tragó saliva, y se alejó un poco del borde. No parecía tener ganas de visitar el lugar en el que su novia había caído hacía años.

-Hay que irnos de aquí. –dijo Percy.

Estuvieron de acuerdo, una vez más.

Pero, cuando apenas llevaban unos diez pasos, sintieron movimiento a sus espaldas, proviniendo justo del abismo.

"Ay, dioses" pensó Percy. Consideró encomendarle su vida a su padre, o a Zeus, o a cualquiera, pero el ruido se lo impidió.

La curiosidad lo venció. Y, junto con Nico y Rick, volteó.

Aferrándose al borde de la sima había una mano, tan delgada y blanca que parecía un esqueleto.

Nico se puso delante de ellos, empuñando con fuerza su espada de hierro estigio.

-Es un cadáver...pero no tengo idea de...de cómo llegó aquí. –musitó el hijo de Hades.

Percy destapó a Contracorriente y Rick, al tocar su pulsera, hizo aparecer su lanza de doble filo. Se pusieron en guardia.

Preferían derrotar a aquella cosa antes que huir y que los persiguieran. Mejor salir del Inframundo sin tener ningún problemita con cadáveres andantes o cosas así.

Vieron aparecer otra mano cadavérica, y esta también se aferró al borde. Percy dio unos cuantos pasos, dispuesto a zanjar el asunto mucho más rápido.

Pero, al ver aparecer el torso de aquella cosa, sus planes se cancelaron.

La mano derecha se aferró a otra piedra y, al hacer más fuerza, apareció en el borde el torso de una chica, la cual hacía esfuerzos desesperados por subir. Tenía el cabello color chocolate, mechones turquesas y la piel morena muy pálida. Su cabello estaba cortado a la altura de sus hombros, y por toda su piel había heridas de garras y cortes profundos que no paraban de sangrar.

Y sus ojos verdes mar suplicaban por un suspiro o algo de ayuda.

Percy soltó a Contracorriente al instante. Estaba atónito.

Allí estaba su hermana.

Ruby estaba allí.

Pero, ¿cómo?

Aunque, al escuchar el grito de alegría que dio Rick, dejó esos asuntos para después.

Junto con Nico, se acercó corriendo a su hermana.

Él y Rick le dieron las manos y la ayudaron a subir, arrancándole leves alaridos a Ruby, la cual sangraba terriblemente.

La posaron en el suelo del Inframundo. La chica resollaba y tenía los ojos apretados, y se sostenía su herida del abdomen con fuerza.

Rick se arrodilló a su lado, y le levantó el rostro, sosteniéndola por el mentón.

-¡Linda...linda, háblame! –le rogaba a Ruby, la cual entreabrió los ojos y lo observó por un instante, pero volvió a cerrar los ojos, sin fuerzas para mantenerlos abiertos. -¡Linda...linda! –no paraba de llamarla Rick.

Nico se arrodilló también y le tomó el pulso. Se volteó hacia Percy, que seguía parado al lado de ellos.

-Apenas respira. –informó. Ahora, Percy se arrodilló al lado de ellos.

Observó a su hermana con más atención. Tenía los dedos en carne viva, y tenía más cortes y rasguños que piel. Era increíble la cantidad de heridas. Y el rostro...dioses, tenía el rostro destrozado. Tenía un corte tremendo de un lado, casi atravesándole el ojo.

Estaba terriblemente mal.

Le tocó la mano. Tenía una temperatura polar.

-Tienes que llevarnos al Campamento, Nico. –le dijo Percy, mirando al chico muerte, desesperado. –Ella...necesita ayuda.

Nico, después de un momento, asintió. Parecía tan nervioso como ellos.

-Pero...¡tal vez no resista el viaje por las sombras! –exclamó Rick, acomodando a Ruby entre sus brazos, la cual murmuraba cosas sin sentido y gemía de dolor.

-¡No tenemos otra opción! –repuso Percy, alterado. Pero, al sentir la mano de su hermana aferrar la suya propia, la miró, impactado.

-Percy...Campamento...no...no hay tiempo... -balbuceó Ruby, intentando abrir los ojos y mirar al chico. Percy la observó y, levemente, le acarició la mano.

-Tranquila, Ruby. Tú tranquila. Te vamos a sacar de aquí. –prometió Percy, nervioso. Le echó otra mirada a Nico. –Vámonos...ahora.

Nico asintió, tembloroso.

Cerró los ojos, los apretó con fuerza, se cogieron las manos, Rick acurrucó más a Ruby en sus brazos y la aferró con fuerza y, acto seguido, desaparecieron entre las sombras del Inframundo.

La Joya del Mar (Percy Jackson Fanfic) Book 1. The Children of PoseidonWhere stories live. Discover now