Niebla negra y un asalto inesperado

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Percy se quedó paralizado un momento. ¿Acaso las Moiras se habían puesto de acuerdo con su padre para darle esa "sorpresita" en semejante día? ¿Es que acaso los dioses seguían sin enterarse, como de costumbre, de los problemas que tenían sus hijos allí abajo en la tierra? ¿Acaso no les interesaba a Atenea, Ares o Deméter que sus hijos estaban desaparecidos? ¿Tenía que antojarse ahora su padre de ir a avisarle que tenía una hermana? ¿Es que acaso Poseidón era tan cobarde que tenía que enviar un mensaje Iris en vez de presentarse ante Percy y decirle que él no era el único hijo suyo? Debía de ser porque Poseidón sabía que, si iba con tal noticia ante su "hijo favorito" Percy se encargaría de darle un puñetazo en la cara.

-¿Percy? –lo llamó Annabeth, posando una mano en su hombro, con una voz que esperaba que Percy prorrumpiera en gritos, llanto o patadas de rabia.

El chico no se decidía entre ninguna de las opciones.

Miró a Quirón, que también estaba en espera de su reacción, luego volteó hacia su novia, que estaba detrás de él, con una tormenta de preocupación en sus ojos grises. Luego bajó la mirada al piso, para luego alzarla de nuevo, con la furia en sus ojos.

-Si me disculpan, y no espero que lo hagan, me voy a dar una pequeña caminata. Necesito pensar en todo esto. –y, sin que Annabeth o Quirón pudieran impedirlo, salió dando grandes zancadas de la Casa Grande y se fue a caminar por las calles de New York.


Lo primero que Percy hizo en las calles de su ciudad fue comprarse un muffin azul con arándanos y un cappuccino en Starbucks, para calmar el hambre atroz que sentía. Luego, empezó a caminar sin rumbo alguno, enfundado en su chaqueta, protegiéndose del frío que acechaba en aquella nublada mañana a la ciudad de New York.

¿Por qué todo le pasaba a él? ¿Por qué ahora tenía que venir a enterarse de que tenía una hermana?

Se reprendía a sí mismo, aunque sólo un poco. De acuerdo, tal vez podría resultar agradable, incluso genial, tener una hermanita; ya tenía experiencia con su hermanita pequeña, fruto de Sally, su madre, y Paul, su padrastro. Pero en parte estaba molesto; ¿tendría que cargar con aquella pequeña a todas partes? ¿Tendría que cuidarla? ¿Y si era insoportable? ¿Y si no quería dejar a Percy en paz en ningún momento? Sinceramente, él no tenía planes de "hermanito mayor" en su breve y tranquila vida con Annabeth.

¿Por qué tenía que venir su padre ahora con esa tontería de "Oh, mira Percy, aquí te dejo una pequeña molestia que te perseguirá a todas partes. PD: te quiero, mi hijo favorito"? De verdad, por qué a veces los dioses tenían que resultar tan...insoportables. ¡¿Y por qué Tártaros uno de esos dioses fastidiosos e impredecibles tenía que ser su padre?!

Simplemente no lo comprendía.

Mientras caminaba, botó el envoltorio de su muffin azul y le dio un sorbo a su café. Cuando el líquido bajó por su garganta, logró calentarle todo el tiempo, haciéndolo sentirse algo reconfortado, pero no lo suficiente como para volver al Campamento luego de su "rabieta".

Para intentar relajarse y despejarse un poco, decidió encaminarse a una tienda súper guay que estaba a unas cuantas calles, en la cual vendían un montón de ropa azul, justo lo que a él le gustaba.

Decidió tomar un atajo por un callejón cercano para llegar más rápido, ya que tampoco quería agotarse tanto. Nunca sabía cuándo se te cruzaría tu padre divino y tendrías la oportunidad de darle una patada en la entrepierna, justo lo que él deseaba hacer en ese momento.

Entonces, pues, se puso en marcha hacia el callejón, que estaba un poco más adelante.


Nota mental de Percy Jackson: nunca más en tu vida, Percy, entres a un callejón oscuro y solo, mucho menos en un día nublado y en el que tu vida resulte ser un verdadero desastre, como de costumbre.

Había encontrado el callejón, bien. Había entrado al callejón, todo seguía bien.

Pero, de repente, sobre sus ojos se había extendido un manto negro de oscuridad, pero no lograba entender qué diablos era eso que le cubría los ojos. No era una venda, ya que no sentía a nadie colocándosela ni nada sobre sus ojos; pero ese manto negro no se iba, y no lograba quitárselo.

Cuando, en menos de lo que canta un gallo, sintió como alguien situado detrás suyo le colocaba una daga sobre su cuello, cortándole la respiración.

Para completar su lista de problemas, escuchó una voz femenina en su oído, diciéndole con una voz fría como aquel día:

-La bolsa o la vida.

La Joya del Mar (Percy Jackson Fanfic) Book 1. The Children of PoseidonМесто, где живут истории. Откройте их для себя