Capítulo 16. Ya te amo, pelirroja.

185 8 0
                                    


Nunca en mi vida había estado tan nerviosa como lo estoy ahora. ¿Por qué estoy nerviosa siquiera? Solo se trata de unas cuantas horas de viaje con Darian. No es nada del otro mundo. Además, ya hemos hecho esto antes. Pero, ¿por qué esta vez se siente diferente?

Hace unos minutos Darian me llamó para informarme que ya iba a pasar por mí. El camino a Los Ángeles es de cinco horas y por eso debemos salir temprano. Falta media hora para que sean las 7 am. Ya tengo mi pequeña maleta y una mochila lista. Hace ya una hora y media que estoy despierta, sin embargo, todavía tengo sueño. Realmente espero poder dormir un poco en el camino. Aunque imaginando tener a Darian al lado, conduciendo, me da un poco de miedo. No quiero que me deje tirada a mitad de la carretera; con ese chico se puede esperar cualquier cosa.

A lo lejos escucho que un auto se estaciona cerca de casa, me acerco a la ventana para ver ese particular auto gris que ya había visto antes.

La adrenalina y los nervios comienzan a circular por todo mi cuerpo, haciéndome sentir ansiosa. Muerdo mi labio inferior cuando lo veo bajar. Lleva una camiseta blanca y un buzo gris. Camina de manera despreocupada hasta la puerta principal de casa, cuando escucho que el timbre suena, se me corta la respiración. Demonios. ¿Qué rayos está sucediendo conmigo?

Deja de ser ridícula y baja las escaleras, me riño. Tomo la pequeña mochila y la maleta. Voy hasta la puerta de mi habitación, y justo cuando abro, papá está al otro lado con la mano alzada.

—Darian ya está aquí —anuncia.

—Sí, lo sé —sonrío.

—Déjame ayudarte con eso —pide.

—Puedo hacerlo sola.

—Lo sé, pero déjame hacerlo.

No discuto más con él. Suelto la pequeña maleta y dejo que la lleve hasta el recibidor, donde Darian espera.

Cuando lo veo, las comisuras de mis labios tiran hacia arriba inconscientemente, pero al darme cuenta de ello, escondo la sonrisa bajando la cabeza. Papá pasa a su lado para llevar la maleta hasta el auto, yo me detengo delante de él. Me mira con esa expresión seria tan suya. No puedo evitar sonreírle, no por ser agradable, sino porque quiero que piense que me burlo de él.

—Vas por una semana, no un mes —comenta, apuntando hacia atrás, haciendo referencia a la maleta.

Tengo ganas de rodar los ojos, mas me contengo. «Es una maleta pequeña, imbécil», quiero gritar.

—Lo sé. Es por eso que las otras cinco esperan allá arriba —bromeo, intentando sonar tan seria como me sea posible.

Sus ojos se abren un poco más de lo normal, a la vez que le echa un vistazo a las escaleras. Las comisuras de mis labios tiran hacia arriba en una sonrisa más grande después de eso.

—¿Hablas en serio? —cuestiona, sonando angustiado.

—Por supuesto que no. ¿Por quién me tomas? ¿Sharpey?

Después de decir eso, salgo de casa, dejándolo atrás totalmente confundido. Llego hasta donde está mi padre. Él extiende sus brazos hacia mí, sonrío y me refugio en ellos. Me estrecha contra sí con fuerza.

—Cuídate mucho, mi niña. No dejes que esos chicos se acerquen a ti a menos de diez metros de distancia. Y si te sientes incómoda, llámame. Enseguida iré por ti —dice, casi a modo de broma. Sé que en realidad es lo que quiere decir, aun cuando usa su tono de chiste.

—No te preocupes, papá. Te llamaré si sucede cualquier cosa —prometo.

Convencerlo no había sido tarea fácil, según lo que me contó Bridget. Al inicio se negó rotundamente a dejarme ir a una casa con un montón de «jóvenes hormonales». Palabras suyas, no mías. Tuvieron una conversación larga y tendida sobre el tema. Luego él habló conmigo. Creí que algo saldría mal de esa conversación, no obstante, fue todo lo contrario. Se notaba que estaba genuinamente preocupado. Eso derritió mi corazón. Después de una charla completamente cursi, él accedió a dejarme ir.

No me gustasWhere stories live. Discover now