Capítulo 31. Ella se fue.

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Por primera vez en la vida haberme levantado un lunes temprano para venir a la escuela no había sido una tortura. Había despertado llena de mensajes de Darian, cosa que aún me parecía irreal. ¿Realmente el chico que odié el día que nos conocimos, es el mismo chico del cual estoy enamorada ahora? Demonios, esto parece una jodida novela rosa.

Por supuesto no fui la única que notó lo extraño en mi buen humor un lunes por la mañana. Y es que me parece extraño que un chico... no, esperen, Darian no es cualquier chico. Es el chico odioso e irritante que me molestaba cada que tenía oportunidad, y justamente ese chico había cambiado mi humor con unos simples mensajes. Eso es lo raro.

—¿Segura que estás bien? Quizás tienes fiebre, déjame ver. —La mano de Jacob vuela hasta mi frente y se pega a ella intentando probar mi temperatura—. No tienes fiebre. Quizás estás intoxicada. ¿Desayunaste algo vencido esta mañana?

No puedo evitar reír. Su preocupación por mi anormal felicidad en la mañana es divertida.

—Ya déjala. ¿Qué tiene de malo que la chica esté feliz? —refuta Maia—. Me gustas más así, ¿sabes? Que con tu cara de ogro amargado.

—¿Me veo como un ogro amargado? —devuelvo, sin borrar la sonrisa.

—Justo como cuando Fiona mandó a Shrek a destapar el baño.

Y la cita de esa escena me hace reír. Ella ríe también, pero quien no lo hace es su hermano.

—Ahora tú eres el ogro amargado —le digo.

Él hace un mohín.

—Bueno, disculpa que me preocupe tu salud mental.

—Estoy bien, Jacob. Solo... es un buen día.

Él frunce el ceño, a lo que yo respondo imitándolo. Él rueda los ojos, luego me lanza una mirada inquisitiva y finalmente lo deja ir.

—Será realmente extraño tener a dos Maias.

—Oye, ser una Maia es cool —reprocha su hermana.

—Ser hermano de una Maia es agotador —murmura Jacob.

Maia se pone en modo berrinche, a lo que su hermano responde dándole un beso en la frente. La menor sonríe y ahí queda su modo berrinche. Jacob entra al salón, yo me despido de Maia y entro detrás de él.

[...]

El resto de la jornada estudiantil fue demasiado tranquilo; a pesar de unos cuantos trabajos que estuvieron a punto de arrebatarme mi buen humor. Sin embargo, supe controlarlo.

Me despido de Josh una vez salimos de la escuela. Hemos tenido una reunión del periódico sobre las actividades que tendremos en este semestre. En dos semanas es la final de fútbol, y como nuestro equipo va a jugar, debemos estar preparados y cubrir todo. Básicamente es el evento más importante de este semestre.

Me uno a los chicos para ir a casa de los Anderson a hacer las tareas pendientes. Paso lo que queda de mi tarde ahí, y luego Darian pasa a buscarme para ir a mi casa. La única que sabe de lo que tenemos es Maia, por lo que me pongo nerviosa cuando Jacob me mira confundido y con ganas de hacer muchas preguntas. Me despido de él en cuanto abre la boca para comenzar su interrogatorio, no le queda más remedio que aplazarlo y dejarlo para más tarde, o quizás para mañana. Supongo que es algo que querrá hacer de frente. Camino hasta Darian, quien me espera fuera del auto y abre la puerta para mí una vez lo he saludado. Luego sube él, y pone en marcha el auto hacia mi casa.

—¿Qué tal tu día? —pregunta, llenando el silencio con su voz.

Suspiro. Odio admitir que he extrañado escucharlo.

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