62. SEMPITERNO

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En los brazos de Daniela, Poché dejó su último aliento, después de eso, la ambulancia llegó, pero ya no había nadie a quien rescatar, aunque sí habían cinco almas rotas que necesitaban de algún tratamiento especial, que lamentablemente no existía.

Daniela estaba aferrada a las manos, ya frías, de la que fue su prometida, no concebía la idea de separarse de ella, no quería que la gente de la ambulancia alejara a su amor de ella, no quería dejar de sentir su cuerpo a pesar de que no tenga vida, estaba tan rota que no quería ni pensar en la idea de no volver a ver sus gestos, de no volver a hacer el amor, de no volver a besarla, tenía tanto miedo, que hasta que no le aplicaron un leve sedante no pudieron llevarse a María José para comenzar a prepararla para decirle el último adiós.

Calle despertó unas horas después en su apartamento. Sobre la cama estaba ella, pero también estaba Vale y Ramón, ambos tenían sus caras tristes y sus miradas vacías. Al principio Calle había olvidado los hechos de las últimas horas y les habló con total normalidad, trato de animarlos pero ninguno de los dos reaccionaba, solo la miraron extraño, y fue ahí donde Calle recordó. Se paró de la cama de forma brusca, fue al baño, a la sala, a la cocina, al estudio de arte de su amor y no la encontró por ninguna parte. Era real, Poché ya no estaba. Poco a poco se deslizó hasta el piso mientras miraba los dibujos y las pinturas de su amor, mientras volvía a llorar sin tener ningún tipo de consuelo, sus gritos llegaron a oídos de todos, pero fue Mafe la que acudió hacia su hija, lo intentó hasta el cansancio, pero los gritos y el llanto de Calle no cesaron hasta que ya no le quedaron energías.

Su mirada se volvió fría y vacía como todos la tenían, se quedó en el frío piso, enredada en los brazos de Mafe, mientras experimentaba por primera vez lo que tanto sufría su ojiverde: un ataque de pánico. 

Volvieron a darle unos calmantes para tratar de que el ataque terminara, lograron hacerlo después de unos largos minutos. Calle había dejado de llorar y volvió a la habitación para abrazar a su hijo, que al parecer, percibía muy bien lo que estaba sucediendo, porque estaba casi tan triste como su ahora única madre con vida. Vale también se sumó al abrazo, y ahí se quedaron, en silencio, compartiendo su dolor.

Luego de unas horas, en las que ninguno de los tres que estaban en la cama pudieron pegar un ojo, llegó Andrea a avisar que el velorio comenzaría en un par de horas, al escuchar esas palabras, todos volvieron a llorar un poco más, iba a ser difícil dar el último adiós sin que un pedazo de cada uno de ellos, se fuera con la ojiverde.

El clima parecía adaptarse a la gran tristeza que todos tenían incrustada en sus corazones, ya que unas nubes grises comenzaban a cubrir todo el cielo de la bella ciudad de Bogotá.

Daniela, sin energía, se paró de la cama en busca de ropa, pero al abrir el clóset y encontrarse con tanta ropa de Poché, se derrumbó aún más, varias prendas aún conservaban su olor, si cerraba los ojos podía sentirla aún ahí, pero al abrirlos se encontraba con la dura realidad. Dio una fuerte patada al mueble, fue un impulso al recordar con lujo de detalles el momento donde su prometida recibía el disparo que luego le había arrancado la vida, llevándose con su muerte, las ganas de vivir de ella misma, todavía tenía dudas de cómo iba a hacer para poder superar semejante pérdida.

Luego de la difícil ida al clóset, Daniela decidió ponerse un vestido negro con sutiles encajes en las mangas. Llegó a la sala y vio a todos vestir el mismo color que ella. Se miraron unos a otros, para luego comenzar a salir sin ganas por la puerta de aquel apartamento que tenía tan impregnada la esencia de Poché.

El viaje en el carro fue silencioso, nadie habló, pero nadie lloró tampoco, todos estaban vacíos por dentro, queriendo que todos estos últimos meses hayan sido una maldita pesadilla, todos tenían la esperanza de estar dirigiéndose a algún lugar en el medio del campo de Colombia, o yendo al aeropuerto para ir a conocer algún lugar del mundo, cualquier lugar menos el velorio de una persona a la que tanto ellos amaron y aún aman.

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