34. La calma despues de la tormenta

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Finalmente había conseguido la valentía que me hacía falta para llegar al piso correspondiente, estaba frente a la puerta esperando a que sea abierta luego de haber golpeado tres veces, lo primero que sentí fue los ladridos de Ramón al otro lado de la puerta haciendo que mi corazón se llenara de alegría y un poco de nostalgia, pero mi corazón se llenó de nerviosismo cuando escuché a Poché tratando de calmar a nuestro hijo antes de disponerse a abrir la puerta. Volví a respirar profundo y tome mis manos para evitar que se notara como estaban temblando, pero fue inútil y lo único que pude sentir fue lo sudorosas que estaban.

La ojiverde abrió la puerta y me miró como me ha mirado siempre, sus ojos enseguida reflejaron felicidad, de inmediato la sonrisa cálida con la que siempre me daba la bienvenida a su casa estaba dibujada en su rostro, todo su movimiento corporal me dejó ver que ella estaba contenta de tenerme allí, me di cuenta que el beso si le había dejado una respuesta errónea, estaba actuando como si estuviéramos bien, como si no nos debiéramos una conversación extensa. Mientras pensaba y no reaccionaba sentí sus labios posarse sobre los míos en un beso tranquilo, un beso solo para saludarnos y no pude evitar seguirlo, esa mujer me volvía completamente loca. Terminamos el beso ambas con una sonrisa tímida y luego entré tras ella y Ramón al departamento. El lugar estaba ordenado, ya no había paquetes de snacks tirados por todas partes ni restos de comida, pero de todas maneras no lo sentía como ese espacio feliz que Poché había construido poco a poco, no tenía su esencia característica, se sentía más frío que de costumbre y hasta podía percibirse un ambiente triste, prefierí no comentar nada al respecto, ya que me sentía una completa loca sintiendo ese tipo de cosas con una casa. Me senté en el sofá mientras ella se dirigía a la cocina de la que volvió con dos copas y un vino, Ramón se arruchó en mis piernas, cerrando los ojos al sentir mis mimos.

-Él te extraña mucho-habló Poché entrgandome la copa con vino dentro.

-Yo también lo extraño a él-sin dejar de darle mimos tomé un sorbo de ese exquisito vino. Los últimos meses este departamento era como mi casa, sin planearlo habíamos comenzado una convivencia.

-¿Cómo estás? ¿Te has vuelto a sentir mal?-preguntó ella haciendo referencia a mi pequeño incidente en el hospital.

-Creo que solo fue algo aislado-respondí de forma tranquila y segura, poco a poco mis nervios iban en descenso.

-¿No te has puesto a pensar que podría haber pasado? digo, eres cirujana, no te va a dar impresión ver una persona abierta ¿cierto?-su voz sonaba preocupada y nerviosa, como si quisiera saber algo, o comprobar alguna sospecha.

-Cuando obtenga los resultados de los exámenes que me hicieron tendré las respuestas-su expresión corporal dejaba a la vista que algo la tenía ansiosa, supuse que se trataba de la charla que estábamos dejando pasar hablando de temas aleatorios.

-Mantenme al tanto, por favor-pido la mujer de forma tierna, su teléfono comenzó a sonar, su sonido tan estridente me estaba irritando, una vez que vio la pantalla del celular me miró como pidiendo permiso para atender, yo solo asentí y ella se fue hacia el balcón dejándome sola junto a Ramón.

Esa llamada me trajo a la realidad, a sus mentiras, a sus secretos, a todos sus misterios, que debía descubrir para dejar de sentirme como la tonta engañada, me enfurecía saber que ella había sido capaz de dejarme sola algunas noches para ir a hacer quién sabe qué, mi mal humor aumentaba sabiendo que todo lo que sé, lo sé porque yo lo descubrí, no porque ella haya tenido las agallas de encararme y decírmelo en la cara, ¿dónde estaba esa supuesta confianza que juraba tenerme? ¿dónde está su amor? ¿por qué tiene que estar llena de misterios?

Estaba furiosa mientras la veía a través de la ventana hablar con alguien, o mejor dicho, discutir. Mi instinto me decía que vaya a espiarla, por experiencia propia sabía que sus secretos habían caído y no había sido por escucharlos de su boca hablando directamente conmigo, no lo dudé y me acerque a la ventana cuidando de que no me viera.

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