56. Sí, si es contigo

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Mientras colocaba mi chaqueta de cuero negra, veía a través del espejo a Calle vestir a Ramón para que no pase frío, teníamos pensado llevarnos a nuestro hijo con nosotras. 

Sonreí al ver la frustración de mi amor, así que tomé cartas en el asunto y me dirigí a ayudarla. Ramón eran un perro muy inquieto, aún era pequeño y no entendía muy bien de trucos así que vestirlo, no era una tarea fácil.

—Déjame te ayudo— le susurre cerca de su oído, ella me sonrió y se apartó para darme espacio.

Probablemente tardamos más de veinte minutos tratando de ponerle la ropita a Ramón, pero una vez que lo logramos, quedó hermoso. 

Yo tomé mis llaves y Calle a Ramón, era hora de salir y aunque no quisiera, un poco de miedo surgió en mí antes de abrir la puerta, me quedé pensativa con una mano en el pomo, me giré para ver a Calle quien me miraba confundida.

—¿Estás segura de querer salir?— Ella me sonrió mientras acariciaba mi mejilla.

—Claro que estoy segura mi amor, quiero salir contigo, quiero que seamos una pareja como cualquier otra, quiero que tengamos tiempo para nosotras, quiero que el imbécil de Marcos no nos quite eso— respondió segura de sus palabras, yo solo pude sonreír, tenía a la persona más maravillosa del mundo a mi lado, me sentía la persona más afortunada.

Calle espero por mi en el lobby del edificio con Ramón en sus brazos, cuando me vió salir del estacionamiento se dirigió a mí con una sonrisa coqueta, yo solo podía sentirme cada vez más enamorada de la mujer que caminaba hacia mí, no había mejor imagen que Calle dirigiéndose a mí con nuestro hijo en brazos, no pude evitar sacar mi celular y tomarle una foto.

—¡Eres hermosa!— grite para que mi voz llegara a sus oídos, atrayendo también algunas miradas de las personas que pasaban por el lugar. Calle rió, con esa risa que es capaz de curar cada herida en mi cuerpo, sonrisa que si todo el mundo se tomara el tiempo de apreciarla, la amaría tanto como yo.

—¡Te amo!— respondió Calle también gritando, haciendo que mi cara se tornara un poco roja y mi corazón se acelerara como era costumbre.

Al llegar a mi, Calle no tardó en posar sus labios sobre los míos en un beso lleno de dulzura y amor, nos amábamos y por fin, en ese momento, en ese día, íbamos a disfrutar de nosotras, sin importar que nuestra realidad estuviera a punto de arder.

—No cumples con tu papel de ruda si me andas gritando esas cursilerías— se burló de mí sobre mis labios, riendo en esa posición. 

—Según todos los clichés, la chica ruda deja de serlo cuando llega la persona correcta ¿no?

—Entonces ¿yo soy la chica correcta?— preguntó con una sonrisa, sabiendo la respuesta.

—A ver, déjame pensar— fingí pensar, recibiendo un suave golpe de mi amorcito —Auch— me quejé de forma exagerada —Tú sabes que eres la correcta, es más, me casaría contigo ahora mismo porque se que mi amor por ti durará toda la vida y más allá.

—Deberías haberte puesto un conjunto de algún osito apachuchable, eres todo menos ruda— dijo en con una sonrisa Calle —Nunca podría dejar de amarte, cada día me enamoras más— luego de bromear se sumó a decir cursilerías junto a mí, besé sus labios por un corto tiempo para luego lanzarle el casco.

—Póntelo— ordené autoritariamente en broma.

—Si mi capitana— hizo una reverencia como hacen los militares y luego se subió con Ramón, abrazándome con su brazo libre.

Viajamos por toda la ciudad, el calorcito de la mañana se sentía en todo el ambiente, la brisa sacudía nuestros cabellos, mientras Ramón sacaba su lengua, para sentir el viento y permitiendo que sus orejas se movieran al ritmo de la brisa. 

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