19. Lo cotidiano

3.4K 233 35
                                    

Habíamos comido rico, ambas estabamos todo el tiempo sonriendo y hablando de todo, nos reímos mucho y la pasamos muy bien, poco a poco me iba dando cuenta lo mucho que disfrutaba de su compañía, de lo mucho que nos entendíamos, como disfrutaba escucharla hablar y ver mover sus manitos para explicar las cosas, sus gestos, su risa, cuando estaba con ella el mundo a mi alrededor desaparecía, no había nadie más que ella y yo en el Universo.

Luego de pagar la cuenta había aceptado la propuesta de Poché de ir a la playa donde había ocurrido la magia.

Aunque había un poco de frío ambas nos descalzamos para sentir la arena y el agua en nuestros pies. El sonido de las olas llegar a la orilla me daba mucha paz, Poché caminaba a mi lado y de vez en cuando cerraba los ojos para sentir la brisa en todo su cuerpo, el viento movía su pelo de una manera espectacular, que la hacía ver más hermosa de lo que ya era.

—Sabes que todavía no me has sacado la duda por la que estamos aqui—. Rompí el silencio que habíamos construido desde que llegamos a la playa.

—¿Cuál duda?—. Frunció sus cejas confundida.

—Lo de procafestinar… sabes que eres bastante rara—. Me reí cuando fingió ofenderse tras mis palabras.

—¿Qué hago raro?—. Preguntó ella aún sorprendida por mis palabras.

—Muchas cosas, pero ese no es el punto, debes resolver mi duda.

—Te jodes por no invitarme a un café.

—Oye ¿como así?—. Le pegué un codazo en su brazo.

—Auch—. Se quejó la morena—Procafestinar Calle: la tendencia a no hacer nada hasta tomar una taza de café.

—¿Estás sugiriendo a que te invité a un café?

—Tal vez, recuerda que mi invitación había sido a Ivy y tú sugeriste venir a ese restaurante, ahora debes esperar a que tome una taza de café.

—Uy tú si eres fastidiosa.

—Pero te gusto—. Dijo y se puso a reir, yo decidí hacer lo mismo, era muy pronto para confesar cosas.

—¿No te parece muy loco que nos conozcamos hace diez años?

—En realidad me parece mágico, tal vez el destino si exista y se empeñe en juntarnos  aunque me hayas dejado tantas veces en estos años—. Dichas esas palabras se rió.

—Habrás llorado como una bebé cada vez que me iba—. Inicié nuestras bromas de nuevo.

—Mira quien lo dice, la que no quería que dejáramos de hablar porque me extrañaba.

—Tú me escribías cartas, eres una vieja—. Era divertido burlarme de ella, pero la realidad es que amaba su romanticismo tan clásico. 

—Oye—. Dijo deteniendose y llevando su mano al pecho y abriendo la boca en señal de ofensa— Me has ofendido, lo más romántico que hay son las cartas.

—Bueno es cierto que me gustaron un poquito—. Pare mi marcha y me puse frente a ella a pocos centímetros.

—Te encantaron tanto que seguramente las sigues conservando, aceptalo—. El temblor en su voz era casi imperceptible, pero la conocía tanto que sabía que mi cercanía la había puesto nerviosa.

—Tal vez...—. Comencé a acercarme pero Poché retomo el camino—¿Qué?—. No entendía lo que estaba pasando, ambas teníamos sentimientos la una por la otra y me parecía buena idea besarnos en la linda noche que estabamos compartiendo.

—No quiero aurrinarlo Calle—. Bajo su mirada tras esas palabras.

—No lo vas a arruinar si me das un beso—. Tome su mano para frenarla, volvimos a quedar frente a frente, nuestros ojos no se cruzaban ya que Poché mantenía su mirada baja.

SEMPITERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora