31. Preguntas

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Cuando por fin logré calmarme, gire la llave del carro para ponerlo en marcha, las lágrimas seguían cayendo pero no era la cantidad suficiente como para nublarme la vista, por ello manejé tranquila tratando de distraer mi mente escuchando la primer estación de radio con música que encontré.

Mentiría si dijera que logré sacar de mi mente a Poché y todo lo que había descubierto esta semana. Era todo tan confuso, Poché hablaba, Poché parecía confiar en mí, me hizo sentir su lugar seguro, me sentí la mujer más amada del mundo gracias a ella, pero de repente todo se llenó de dudas, de un segundo a otro dudé de quien era la que estaba ocupando el lugar más importante en mi vida, dudé si sus palabras y acciones fueran realmente sinceras, dudé de su honestidad cuando me dijo que había sido solo una vez.

Pero lo que más me dolía de toda esta situación fue dudar de mi amor por ella, descubrir esta parte tan oscura de Poché me hizo dudar de si mi amor era tan fuerte como para ayudarla a atravesar esto. He visto demasiado en los hospitales en los que he estado, entre esas cosas se encontraban familias y novias o novios destrozados por no poder ayudar a sus familiares con problemas de adicción y, quien me asegura que yo podría ser la excepción con Poché, como se yo que no voy a terminar destrozada, y no quiero eso, no quiero sufrir.

Poché se robó de tal manera mi mente que olvidé por completo la forma tan repentina y preocupante con la que habló Juliana, olvidé que estaba manejando en dirección al lugar que mi hermana me había citado de forma urgente. Mi cabeza no podía parar un segundo, rogaba porque lo que sea que tuviera para decirme no sea algo malo, ya tenía suficiente, no podría soportar algo más. Involuntariamente mi llanto se volvió a apoderar de mí, no encontraba la manera de calmarme, subí el volumen a la canción que estaba sonando en la radio. Con Wonderwall de Oasis al volumen más alto que los parlantes del carro me permitían, lloré y grité desesperadamente, probablemente había dañado mi garganta pero había sacado un poco de todo lo que tenía atorado en mi tráquea, que si no hacía eso pronto me costaría hasta respirar.

El café en el que Juliana esperaba por mi ya había sido visto por mis ojos, estacione en la vereda de enfrente y luego de mirar para ambos lados percatándome que ningún vehículo se atravesara en mi camino, cruce la calle secándome las lágrimas que aún estaban en mis mejillas. Era inútil tratar de poner mi mejor cara ya que mis ojos hinchados y rojos dejaban a la vista de todo el mundo que había estado llorando desconsoladamente, además mi voz rota y quebrada por culpa de los gritos me dejaría en evidencia con cualquiera a quien le dijera una sola palabra.

Divise a Juli en una mesa que estaba apartada de todos, estaba en un rincón y ni siquiera había una ventana cerca, era un lugar privado pero un poco claustrofóbico al mismo tiempo, con lentitud comencé a caminar hacia ella, tenía miedo de lo que podría decirme.

Mi hermana al verme cambió completamente su semblante, antes se veía tranquila, ahora se veía preocupada, en menos de un pestañeo ella ya se había parado y llegado hasta mí a gran velocidad, me miró como analizandome y sin pensarlo me dio un gran y apretado abrazo.

-¿Ya te enteraste?-dudé de a qué se refería con esa pregunta ¿hablaba de Poché?

-¿De qué estás hablando?-pregunté con el ceño fruncido.

-De papá y mamá -su voz sonaba tranquila, lo que me dio a entender que no era algo grave, pero de todas maneras una nueva preocupación oprimió mi pecho.

-¿Qué pasó? ¿están bien?- seguí a Juli a la mesa y me senté frente a ella mientras hacía mis preguntas.

-Están bien, pero mamá le pidió el divorcio a papá-puede sonar mal, pero me alivió escuchar que era solo eso, ya era una mujer grande para andar poniéndome triste por la separación de mis padres, y de alguna manera ya me lo esperaba-Mamá está pensando en irse a Estados Unidos Dani-dichas esas palabras mis ojos se abrieron con gran sorpresa.

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